Los fríos senderos del crimen

Título original: Los fríos senderos del crimen

Año: 1973 (España)

Director: Carlos Aured

Productor: Rafael Marina

Guionista: Rafael Marina según una novela de Keith Luger [Miguel Olivero Tovar]

Fotografía: Pablo Ripoll

Música: José Espeita

Intérpretes: Daniel Martín (Fred Connor), Ágata Lys (Hellen), María Perschy (Jane), Frank Braña (Guy Malone), Jorge Rigaud (Williams), Aramis Ney, Ramón Centenero (comisario), José Villasante, Luis Ciges (Rupert), Ernesto Yánez, María Leiva…

Sinopsis: Un hombre casado, preso de su matrimonio con una rica mujer con la que su relación se enfrío hace mucho tiempo, conoce a una chica. Ambos se enamoran, pero temen que la esposa del hombre se entere de su idilio. Al mismo tiempo, un misterioso asesino comienza a robar y degollar mujeres. La policía está extrañada, ya que en la mayoría de los casos el asesino podía haber desvalijado a las mujeres sin tener que recurrir al asesinato.

Los fríos senderos del crimen (1973) supone la traslación a la gran pantalla una novela de suspense homónima escrita por Keith Luger. Tras este seudónimo se esconde el valenciano Miguel Olivero Tovar, escritor que a lo largo de su carrera cosechó de igual forma tanto la ciencia-ficción, como la novela policíaca, el terror y sobre todo el western, siendo considerado uno de los más prolíficos y respetados autores de los populares bolsilibros que tan buena acogida tenían por aquella época en los kioscos de toda España.

Cabe reconocer que la idea de convertir un texto de estas características en celuloide resultaba sobre el papel de lo más acertada. A la popularidad de la que disfrutaban las llamadas “novelas de a duro” había que sumarle el éxito que en esa mismas fechas tenía el giallo, subgénero cinematográfico eminentemente italiano que, precisamente, hundía sus raíces en similares fuentes literarias, hasta el punto de recibir su nombre por el color de las portadas –giallo en italiano significa amarillo– de una famosa colección de novelas policiacas de aquel país (aunque centradas en autores más «respetados», como Chandler y demás). Quizás por ello, la influencia de este estilo puede apreciarse el film que nos ocupa por medio de la inclusión en la puesta en escena de alguno de sus elementos más arquetípicos, comenzando por la presencia de un misterioso asesino enguantado que oculta su rostro y cuya verdadera identidad no será desvelada hasta el desenlace. Sin embargo, a pesar del potencial que semejante planteamiento pudiera poseer en un principio, sus resultados no dejan lugar dudas: nos encontramos ante uno de los más inaguantables subproductos perpetrados por la industria española de la época, lo cual, a poco que se conozca el terreno, no es moco de pavo.

De entrada, tenemos un dúo protagonista compuesto por Daniel Martín (acreditado como Dany Martin, en un intento de internacionalizar el proyecto de cara a una mayor comercialidad del mismo), y nuestra, por entonces, versión cañí y bastorra de Marilyn Monroe, Ágata Lys, dando forma a una pareja tan falta de carisma como de dotes interpretativas, a tal punto de tener la impresión de que ambos han hecho una apuesta para dilucidar quién es capaz de mantener más tiempo inmóvil el rictus de su rostro. Una circunstancia que, en el caso de ella, es suplida por su exhibición de ciertos atributos físicos que tan famosa la hicieran, mostrando en todo momento unos escotes a cada cual más vertiginoso. Junto a Martín y Lys, y aparte de la siempre entrañable presencia de varios secundarios habituales de nuestro cine, caso de Luis Ciges, Ramón Centenero o Frank Braña, completan el reparto dos actores que aportan algo de dignidad al conjunto, caso de la ubicua actriz de origen austriaco Maria Perschy, quien da vida con gran acierto a la esposa alcohólica y desequilibrada del protagonista, y Jorge [George] Rigaud, actor nacido en Argentina que había iniciado su carrera cinematográfica en el clásico francés Fantomas (Fantômas, 1932) de Paul Fejös, consiguiendo bastante popularidad en nuestro país gracias a su papel de San Valentín en El día de los enamorados (1959) de Fernando Palacios, pero que falleció en el más absoluto de los olvidos a comienzos de enero de 1984, cuando contaba con 78 años de edad, tras ser atropellado por una moto y expulsado del hospital en donde había sido llevado para que fuera curado de sus heridas.

En cuanto a la realización de Carlos Aured, aparte de ramplona y descuidada, como dan fe los numerosos fallos de concordancia en la posición de los actores que se producen en un buen numero de cambios de plano, dentro de un pésimo montaje sin ningún sentido del ritmo, y víctima más que evidente de los tijeretazos censores para evitar la aparición de desnudos – aunque esto no sea óbice para que en un momento dado podamos ver claramente de forma fugaz un pecho de la protagonista a través de una fotografía -, peca de una falta de definición evidente, dando muestras de no saber qué rumbo otorgar a la historia que tiene entre manos, fruto de un guión cuya mayor parte de diálogos, además de mal escritos, son de una literalidad tal que acaban por restar espontaneidad y frescura al conjunto.

Así las cosas, quizás lo más reseñable de todo el conjunto se encuentre en su singular producción, ya que para completar su presupuesto se contó con aportaciones financieras de una empresa perteneciente a la rama tabacalera, tal y como declararía el propio Aured (1), y del sector turístico portugués, país este donde fue rodado el film, y a cuyos paisajes le son dedicadas numerosas panorámicas con el poco disimulado objeto de plasmar su belleza y atractivo como destino vacacional. Una práctica publicitaria, por otra parte, bastante habitual por aquella época por parte lusa; es decir, el utilizar películas españolas de género como vehículos publicitarios, como puede comprobarse en otros títulos de esos años, caso de La noche del terror ciego (1971) de Amando de Ossorio o S.O.S. Invasión (1969) de Silvio F. Balbuena.

José Luis Salvador Estébenez

(1) Carlos Aured (Entrevista) de Miguel Ángel Plana, publicada en el número 3 de Flash-Back, dedicado íntegramente a la Historia del cine fantástico español. Otoño 1994.

5 comentarios en “Los fríos senderos del crimen

  1. En esta tercera entrega del dossier dedicado a Carlos Aured, repasamos su segunda película, la muy olvidable «Los fríos senderos del crimen».

    Siguiendo el orden cronológico de su filmografía, la semana que viene debería de ser el turno de «Los ojos azules de la muñeca rota», pero puesto que de esta película ya colgamos una reseña hace unas semanas ( https://cerebrin.wordpress.com/2007/12/31/los-ojos-azules-de-la-muneca-rota/ ), será el turno de «El retorno de Walpurgis», la única aproximación al universo Daninsky de Carlos Aured.

  2. Acabo de ver ésta crítica, y tengo que apostillar una cosita: no sé en ésta película, no la he visto, pero Agata Lys me parece una actriz buena y aunque muy desaprovechada. Sólo hay que verla en El huerto del francés, por poner un ejemplo para ver la fuerza que tiene, aparte de un físico espectacular. Tendríamos que entrar en un largo debate…

  3. En esta película, como digo en la reseña, esta para matarla, al igual que en muchos de sus primeros trabajos, caso de «Las alegres vampiras de Vogel» o «Uno, dos, tres… dispara otra vez», donde parecía que el único registro interpretativo que conocía era el de poner cara insinuante (más o menos como en la de la captura que aparece en segundo término tras Daniel Martín), probablemente heredado de su paso como azafata por el «1,2,3».

    Pero que duda cabe que, al contrario de muchas de sus coetaneas, con los años aprendió a interpretar. En «El huerto del francés», como bien dices, esta francamente bien, y en otros trabajos que ha hecho últimamente, como «Taxi», «Familia», o una serie o culebrón que daban al mediodía en la 1 hace poco, estaba también fantástica.

  4. ¿No salía Agata Lys en «Los santos inocentes» ? Si no era en esa, en una de ese talante hacía un muy buen cometido…

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