Terror en el tren de medianoche

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Título original: Terror en el tren de medianoche

Año: 1980 (España)

Director: Manuel Iglesias

Productores ejecutivos: Félix Carrasco, Félix Donate

Guionistas: Antonio Fos, Manuel Iglesias

Fotografía: José Andrés Alcalde

Música: Manuel Iglesias

Intérpretes: Rafael Hernández (Rubén), Mary Paz Pondal (Rosa), José Riesgo (Padre Carmelo)…

Sinopsis: El jefe de estación de un pueblo del norte peninsular descubre para su sorpresa cómo en determinadas noches recibe a la hora de las brujas la visita de un tren no anunciado.

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A principios de la década de los 80, en unos años en los que al terror se refiere se intentaba paliar en nuestro país la progresiva reducción de presupuestos con el mimetismo y la explotación de las modas del momento (del mismo 1980 son producciones como Terror caníbal, Apocalipsis caníbal, Sexo caníbal o coproducciones que basculaban entre el caníbalismo y el género zombie como La invasión de los zombies atómicos o Virus) parecía una tarea casi imposible toparse con una película del género que no cayera en la más chapucera de las casquerías o, directamente, en la parodia más chabacana: que se tomara, en definitiva, al terror mínimamente en serio.

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Ante semejante panorama es digno de admiración el intento de los creadores de esta Terror en el tren de medianoche de ofrecer a las audiencias del momento un relato de terror clásico y, además, desde una óptica genuinamente española: por desgracia, la escueta premisa sobrenatural que se nos plantea en un principio se aprovecha a duras penas a lo largo del metraje. Y es que el mayor problema de este film es lo absurda y mal desarrollada que se nos presenta su (supuesta) historia principal, resultando además demasiado evidente la adición de tiempos muertos y subtramas paralelas que, aparte de no conducir a ninguna parte, llegan incluso a hacernos olvidar al que se supone que es el verdadero protagonista de la historia…  el tren fantasma del título, por supuesto.

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Exceptuando las tres brevísimas apariciones del tren de marras, desafortunadamente nos encontramos con una escasa voluntad (seguramente condicionada por la escasez de medios) por crear una atmósfera mínimamente inquietante: las conversaciones que conforman el grueso del metraje se abordan de este modo de la forma más anodina y vulgar posible entre partidas de dominó, pitillos a la puerta de la estación y desayunos salpicados de café con leche y magdalenas. Incluso un escenario con tanto potencial como es el cementerio del pueblo es desaprovechado y mostrado de la manera más plana y convencional posible.

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¿Por qué merece la pena entonces el visionado de esta película? Por encima de todo por la oportunidad, prácticamente inédita, de poder contemplar a dos inconfundibles característicos de nuestro cine en roles absolutamente protagonistas. Ellos son Rafael Hernández (con una ecléctica filmografía que incluye desde Lawrence de Arabia a Yo hice a Roque III, y que disfrutó de cierta popularidad a principios de los 70 con las televisivas Crónicas de un pueblo) y José Riesgo, presente al igual que su compañero en multitud de coproducciones o producciones internacionales rodadas en suelo patrio (Salario para matar, ¡Villa cabalga!), y que gozó igualmente de enorme popularidad entre toda una generación de infantes españoles gracias al entrañable personaje de Julián, el quiosquero de Barrio Sésamo.

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El terceto protagonista (por increíble que parezca, el reparto apenas cuenta con un par de actores más que los citados) lo completa la atractiva (y por lo tanto bastante poco probable pareja amorosa del personaje de Hernández) Mary Paz Pondal, cuya presencia parece incluida en el libreto (aparte de para mostrar algo de carne y hacer gala de un hipócrita, anacrónico e inexplicable machismo) con el fin último de protagonizar un totalmente innecesario y muy poco plausible tira y afloja amoroso con el personaje principal que, además de no añadir ningún tipo de profundidad a los personajes (ni mucho menos interés a la película de por sí), en determinado punto, tanto por tratamiento como por extensión, llega incluso a situarse en primer plano y a eclipsar a la historia principal que, como ya decimos siempre en teoría, se nos pretende relatar. Tal es la poca relación entre ambas tramas que, en plena pesquisa sobrenatural entre los dos personajes principales, y al sacar sin venir a cuento el cura el tema del matrimonio, al personaje de Hernández no le queda más remedio que replicar con un “¿Y a qué viene eso ahora?”, frase que podría pronunciar perfectamente en un momento u otro cualquier espectador que visione esta cinta.

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Esta manifiesta incapacidad con la que enfrentarse a los elementos fantásticos  quizás pudiera ser achacable (estrecheces presupuestarias aparte) a que, aunque el guionista Antonio Fos contaba ya con sobrada experiencia en este terreno (con títulos tan emblemáticos en su haber como La semana del asesino, El huerto del Francés o Una vela para el diablo), casi todos sus trabajos en el terror se habían centrado en la crónica negra de la España más profunda: siguiendo esa tónica aquí nos es mostrado el elemento sobrenatural con un inadecuado toque realista (incluso humorístico, en ocasiones) que, aunque más amable que en las arriba citadas, en el fondo no difiere demasiado del tono de éstas.

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De esta manera, y paradójicamente, cuanta más voluntad ponen sus responsables en aproximarse al género al que supuestamente el film pertenece más se evidencia el muy torpe desarrollo de un atractivo planteamiento que hubiera dado para un magnífico episodio televisivo (de Historias para no dormir, por ejemplo) pero que se revela penosamente insuficiente para todo un señor largomentraje… por mucho que éste ni siquiera alcance los ochenta minutos de duración.

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A pesar de todo, el visionado de la cinta se lleva mejor de lo esperado merced precisamente a su corta duración, y a que al menos en sus minutos finales se nos llega a ofrecer (¡¡por fín!!) lo que se espera de un film con semejante título: y es que aunque Terror en el tren de la medianoche se sitúe en más de un momento peligrosamente cerca de la frontera de ese irritante, y, últimamente, tan de moda club de “películas tan malas que son buenas”, la originalidad de su propuesta, el buen hacer de sus intérpretes y el acertado retrato de la aburrida cotidianidad de la vida rural consiguen redimirla finalmente de su desacertado enfoque, haciendo de éste un título entrañable e, incluso, reivindicable.

José Manuel Romero Moreno

8 comentarios en “Terror en el tren de medianoche

  1. Entrañable pese a su falta de definición y medios. Debió titularse «Los Últimos Minutos de Terror en el Tren de Medianoche». Pero quedaba muy largo…

    Saludos Salva, quedo aquí tratando de que que Josu se acredite en Sitges.

    1. Ya estoy informado, ya. Mucho ánimo con la que se te avecina… Bueno, mejor dicho, con las que se nos avecina, que ayer ya me estuvo dando la plasta preguntando como tenía que rellenar el registro…

      Con respecto a la peli, coincido con José Manuel casi al ciento por ciento de su crítica, con la salvedad de que sospecho que mi valoración personal es algo más positiva que la suya. Digamos que su carácter de simpática rareza la elevan dentro de mi estima por encima de la media, por mucho que coincida en la frustración por lo desaprovechado que resulta su atractivo punto de partida argumental. En fin, será que aún me dura la grata sorpresa que me llevé cuando la descubrí hace tampoco tantos años. ;P

  2. Releyendo ahora mi reseña creo que puede dar la impresión, en líneas generales, de ser bastante negativa… aunque tampoco era ésa mi intención principal: lo que sucede es que a la hora de verla por 2ª vez, y superada pues la sorpresa inicial que comenta cerebrín, se me hicieron aún más evidentes sus defectos, sus tiempos muertos y sus momentos ridículos (que los tiene, desde luego) y simplemente me pareció de justicia nombrarlos para no llamar a nadie a engaño.

    Y es que, y por muy simpática que en el fondo me parezca, creo que las mayores virtudes de este film vienen dadas casi exclusivamente por la mirada benevolente que el aficionado pueda tener hacia este tipo de productos tan entrañables que por los méritos propios que la peli atesora.

    Saludos 😀

  3. Soy de México. En mi infancia solo alcancé a ver el final (DONDE EL TREN SE LLEVA EL ESPÍRITU DEL PROTAGONISTA). Tenía 11 años. Me espanté entonces por que hay diversas leyendas de donde o como se van los espíritus de la gente que acaba de morir. Algunas hablan de carruajes, otras de barcos, otros en vehículos. Por años la busqué y la acabo de ver y aunque hay muchas fallas técnicas, pienso que el mensaje es bueno. En su tiempo no había internet…muy poca tele…entonces pienso que alguien entendió lo que el autor quiso decir. Aunque hay “fueras de lugar”, considero que vale la pena tratar de entender su concepto. ¡saludos!

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