50 Festival Internacional de Cinema Fantástic de Catalunya – SITGES

La edición de 2017 del Festival Internacional de Cinema Fantástic de Catalunya – SITGES llegaba singularizada por la celebración del cincuenta aniversario del nacimiento del certamen. Acorde a semejante efeméride, la organización confeccionó una atractiva programación salpimentada por la presencia de nombres tan mediáticos como los de Guillermo del Toro, padrino de la edición, William Friedkin, Susan Sarandon o Frank Langella, además de un numeroso plantel de emblemáticas figuras del fantástico de ayer y hoy, caso de Dario Argento, Sergio Martino, William Lustig, Udo Kier, Robert Englund, Alexandre Aja, Jaume Balagueró, S. Craig Zahler, Takashi Miike, Lamberto Bava y un largo etcétera. Gracias a ello pudieron realizarse actividades alternativas como esa mesa redonda sobre el cine fantástico italiano, que contó con la presencia de Argento, Martino, Lamberto Bava y Del Toro y que, para quien esto suscribe, se erigió en uno de los momentos más inolvidables de este año.

Sin embargo, la celebración de este cincuenta aniversario se vio empañada por los ecos de los últimos acontecimientos sociopolíticos acaecidos en Cataluña. Cierto es que era imposible que el Festival pudiera aislarse de los hechos que se iban sucediendo de forma paralela a su celebración, dada su gravedad, pero no menos cierto es que la incidencia fue excesiva, planeando en todo momento sobre la celebración del certamen, ya fuera por algunas declaraciones o comunicados provenientes de la organización, la formulación de preguntas a los invitados por parte de la prensa no especializada a propósito de su opinión sobre el tema, decididamente fuera de lugar, o la actitud propia de un patio de colegio demostrada por algunos sectores del público en las proyecciones de películas españolas que contaban con participación de organismos públicos, y que hicieron que en determinados momentos surgiera la duda de si nos encontrábamos en un evento cinematográfico o en un mitin político. Sobre todo en vista de la preponderancia de un discurso único que olvidaba que un certamen del gigantesco tamaño del Festival de Sitges reúne a gente procedente de muy distintos puntos, con muy diferentes sensibilidades y muy diversas ideologías, habiéndose agradecido que, al menos desde la organización, se hubiera adoptado una posición neutral.

Esto no quita para que el resultado global de esta cincuenta edición cumpliera con las expectativas creadas. Un año más el festival se convirtió en el epicentro mundial del cine fantástico, gracias a una variada programación compuesta por más de un centenar de títulos proyectados a lo largo de once días, repartidos en cinco sedes y diferentes secciones, que sirvió para tomar el pulso a la última hornada de producción genérica. Ante la imposibilidad material de comentar todos los films programados, a continuación desgranamos una selección ilustrativa:

LAS GALARDONADAS

THELMA (Joachim Trier, 2017)

Una de las grandes triunfadoras de este cincuenta aniversario del Festival de Sitges, al menos en lo que al palmarés se refiere,  fue la noruega Thelma, acreedora del Premio especial del Jurado, el Meliés de plata a la mejor película y el galardón destinado al mejor guion. Coproducción entre Noruega, Francia, Dinamarca y Suecia, se trata de una especie de versión nórdica del cine sobre Stephen King, y un tanto en la línea de la maravillosa Déjame entrar. Dirigida por Joachim Trier, el cineasta utiliza el abandono del nido familiar de su joven protagonista con motivo de su entrada a la universidad para ofrecer una fábula sobre el tránsito de la adolescencia a la edad adulta, y los radicales cambios sociales y biológicos aparejados a esta etapa, aquí centrada en la asociación que se establece entre el despertar sexual de la muchacha y la manifestación de sucesos paranormales en su entorno, circunstancia que es directamente vinculada con los férreos valores cristianos en los que la chica ha sido educada. Ni qué decir tiene el parecido que semejante argumento mantiene con el de Carrie, si bien servido bajo los característicos rasgos del cine de autor escandinavo, patente tanto en la gelidez expositiva con la que se desenvuelve su elegante puesta en escena, como en su ritmo pausado. Sutil, elegante e inteligente, Trier —que parece tener una relación lejana con Lars von Trier —, utiliza los moldes narrativos del género para efectuar un film dramático y reflexivo, muy centrado en las relaciones, y al que va impregnando poco a poco de una atmósfera asfixiante. Muy recomendable.

A GHOST STORY (David Lowery, 2017)

David Lowery, tras ofrecer una producción Disney como Peter y el dragón, remake de uno de los clásicos infantiles de la compañía bastante más interesante de lo que se consideró, ofrece a continuación una cinta tan atípica como A Ghost Story, donde vuelve a reunir a Casey Affleck y Rooney Mara después de En un lugar sin ley, que él dirigiera con anterioridad. A Ghost Story es una historia de fantasma con sábana. Una idea tan primaria, incluso infantil o ridícula como pudiera sonar a priori, es desarrollada por Lowery con rigor, contundencia y poesía. Un hombre muere en accidente de tráfico, y su fantasma, embutido en la referida manta con agujeros —icono, por cierto, impactante en la célebre La noche de Halloween de John Carpenter— rondará la casa donde habitó con su pareja. Intentará comunicarse con ella, pero ahora ambos, pese a estar cercanos en el espacio, pertenecen, literalmente, a mundos distintos. La paulatina asunción del fantasma de su incapacidad actual para relacionarse con los vivos —pese a algún ocasional contacto con gente con cierta capacidad de percepción— será el meandro por el que transcurra la calma y reflexiva narración por parte de Lowery, amparado en silencios, planos largos e imágenes contemplativas. Algo, desde luego, no apto para todos los paladares, y desaconsejable incluso a amantes del fantástico más taquillero, pero que descubre a este realizador como un nombre muy a tener en cuenta para el futuro del género, si no se vuelca hacia el cine mainstream. Carlos Díaz Maroto

CREEP 2 (Patrick Brice, 2017)

Hace ahora tres años, Patrick Brice y Mark Duplass sorprendían a propios y extraños con Creep, una propuesta minimalista protagonizada por un par de personajes en otras tantas localizaciones grabada en primera persona en la que conseguían crear un clima de extrañeza tan solo por medio de los diálogos y el trabajo de los actores, prescindiendo de cualquier tipo de recurso extradiegético. Acreedora con todo merecimiento de una mención especial del jurado de la sección “Fantàstic Panorama”, se trataba de una nueva constatación de aquella máxima de que la falta de recursos no tiene que ser un obstáculo cuando se tiene talento. En este sentido, Creep 2 es una digna sucesora de aquella película. Y no solo por evitar caer en el que parece ser el riesgo inherente a toda secuela que se precie de limitarse a ofrecer elevado al cuadrado lo ofrecido por su predecesora. Nada de eso. Superado el efecto sorpresa de la original, esta vez desde el primer momento el argumento pivota sobre la inestable personalidad del serial killer Aaron, de nuevo soberbiamente interpretado por Duplass, decantándose la balanza por el uso del humor negro como principal eje vertebrador del relato y dejando en un segundo plano el manejo del suspense que caracterizara a la primera, pero sin por ello renunciar a muchas de sus virtudes. Por ejemplo, su inteligencia para incluir las reflexiones de los protagonistas, aquí con la excusa de que la nueva cámara contratada por Aaron sea la creadora de una serie de Youtube que no ve nadie y que espera que su encuentro con el psicópata le ayude a levantar la audiencia de su programa, en lo que puede verse como una aguda metáfora sobre las ansias de notoriedad a cualquier precio que posee (parte de) la sociedad actual, aunque ello implique poner en riesgo la vida propia, como es el caso. El resultado es una digna sucesora que logra el difícil reto de igualar, cuando no superar, los logros de su predecesora, como demuestra el premio a la mejor película con el que le recompensó el jurado de “Fantàstic Panorama”.

AS BOAS MANEIRAS (Marco Dutra & Juliana Rojas, 2017)

Ganadora del premio de la crítica ex aequo con The Killing of a Sacred Deer, la brasileña As boas maneiras destacó por su personal interpretación del mito licantrópico, a pesar de la irregularidad que arroja un conjunto que también se ve perjudicado por una exagerada duración de dos horas y cuarto. Dividida en dos mitades muy marcadas, a tal punto de parecer dos películas distintas, la primera acumula los principales aciertos. Con tan solo un par de personajes y una única localización, el tándem formado por Marco Dutra y Juliana Rojas construye un atractivo universo femenino a través de la relación lésbica que se establece entre sus dos protagonistas, utilizando para ello decisiones tan significativas como la elusión mediante la puesta en escena de toda presencia masculina en pantalla. Es una lástima, así las cosas que, una vez se produzca el hecho sobre el que pivota el argumento, sus directores se olviden de todo lo mostrado hasta el momento para cambiar diametralmente de registro, abriendo la película a espacios y personajes, y perdiendo con ello en interés para ganar en dispersión narrativa, hasta convertirse en un relato bastante convencional en torno a las relaciones paternofiliales, más allá de su modernización de los lugares comunes del gótico cinematográfico codificado por las películas de monstruos clásicos de la Universal acorde a la época actual. Con todo, esto no quita para que en sus compases finales la cinta consiga remontar el vuelo, brindando alguno de los planos más emotivos y estremecedores que uno recuerda dentro del cine reciente. Otro elemento a destacar en este segmento es el uso que en determinados momentos se hace de la inclusión de canciones con fines narrativos, y que dan como resultado algunos momentos musicales ciertamente arriesgados, en lo que puede verse un guiño a la versión cinematográfica patentada por Disney en sus versiones de los cuentos populares clásicos.

OTROS TÍTULOS

THE SHAPE OF WATER (Guillermo del Toro, 2017)

El nuevo trabajo del padrino de esta edición, Guillermo del Toro, fue la película escogida para protagonizar la inauguración de las bodas de plata del Festival de Sitges. The Shape of Water nace como una variación de La mujer y el monstruo, a partir de un proyecto que suponía un remake de esta, reconducida finalmente por Del Toro hacia su habitual tesis acerca de la contraposición entre la inocencia del monstruo y la monstruosidad oculta en algunos seres humanos. La acción se traslada en esta ocasión a 1963, en plena época de la Guerra Fría entre las dos grandes potencias mundiales, los Estados Unidos y la URSS. Pese a ese entorno histórico real, que otorga una textura visual muy interesante, la película tiene una envoltura de fábula moral que la hace intemporal, como esa protagonista que vive encima de un cine que está casi siempre vacío, y un entorno urbano saturado de tonalidades verdes ­—distintos tonos de verde aguamarina­— solo vulneradas ocasionalmente por otros matices de color que vienen a complementarlo o violentarlo. Tal como en toda buena fábula, los personajes representan arquetipos, pero, al mismo tiempo, van más allá de estos. Resulta interesante el personaje del “malo”, Richard Strickland (sólido Michael Shannon), nuevo jefe de seguridad del lugar, que se cree, en el sentido estricto de los términos, un héroe y una buena persona. Claro que ese hipotético “héroe” tiene más de un punto oscuro: en realidad, es un cabrón despreciable. Acosa sexualmente a Elisa, y tortura al hombre anfibio que tiene confinado en el laboratorio. A lo largo de la película, Strickland actúa de cara a sí mismo como un héroe de una película de acción de los años cincuenta. El otro héroe es el hombre anfibio (sensible Doug Jones), un monstruo escamoso que es confinado en el lugar para someterlo a teóricos experimentos, pero sobre el que Strickland descarga su ira, su frustración, su incapacidad como ser humano de forma constante. Carlos Díaz Maroto

HA-ROO (Cho Sun-Ho, 2017)

Dentro de la numerosa representación asiática que un año más acaparó buena parte de la programación de Sitges, una de las más agradables sorpresas se encontró en A Day, título internacional de la surcoreana Ha-roo. A primera vista, se trata de un exponente de manual del cine comercial surcoreano; un característico melodrama con la singularidad de estar construido sobre el típico esquema de “el día de la marmota” que popularizara Atrapado en el tiempo. Sin embargo, una vez presentado su planteamiento, y cuando parece que la fórmula en que se apoya su discurrir narrativo está próxima agotarse, la película comienza a bifurcarse en múltiples direcciones a través de calculados giros de guion, dando paso a una historia que reflexiona sobre el egoísmo o las consecuencias de nuestras acciones, todo ello inserto dentro del entorno de la familia, tema por excelencia del cine más reciente procedente de aquel país. Pero además de por los atributos de un libreto de hierro, la solidez de sus resultados no sería la misma sin la intensidad narrativa que le dota un montaje nada sencillo, su pasmosa claridad expositiva, a pesar de lo intrincada que en ocasiones se vuelve la trama y, sobre todo, la extraordinaria capacidad de su debutante director, Cho Sun-Ho, para graduar con total naturalidad la progresiva evolución de los tonos dramáticos que va adquiriendo la historia, bien apoyado en el óptimo rendimiento de su elenco interpretativo, sin por ello descuidar las escenas espectaculares visual y técnicamente que toda producción de aquellas latitudes parece obligada a incluir.

BRAWL IN CELL BLOCK 99 (S. Craig Zahler, 2017)

Dos años después de alzarse con el premio José Luis Guarner a la mejor dirección con su debut, el western terrorífico Bone Tomahawk, el otrora guionista S. Craig Zahler presentó en Sitges Brawl in Cell Block 99, con el que confirma y supera los logros de su, un tanto, sobredimensionada ópera prima, utilizando análogos elementos. De este modo, retoma de ella su ritmo pausado y estructura argumental para componer un contundente thriller carcelario que bebe tanto del cine de explotación de los años setenta como del mundo de cómic. Al igual que en Bone Tomahawk, el descenso a los infiernos del personaje protagonista para salvar la vida de su secuestrada esposa es la base de una propuesta que tiene sus principales hallazgos en unos diálogos afilados, unos estallidos de violencia plasmados en pantalla con superlativa crudeza y el carisma que derrocha un sobresaliente Vince Vaughn en un registro totalmente distinto a los papeles cómicos que le han hecho popular entre el gran público, bien secundado por las aportaciones de dos ilustres veteranos de la talla de Udo Kier, Premio Máquina del Tiempo de este año, y Don Johnson, impagable como despiadado alcaide de un inhumano presidio.

THE ENDLESS (Aaron Moorhead & Justin Benson, 2017)

No éramos pocos los que esperábamos con ganas The Endless, el nuevo trabajo de los norteamericanos Aaron Moorhead y Justin Benson, quienes además de encargarse de escribirlo y dirigirlo, también lo protagonizan, en una faceta hasta ahora inédita en su trayectoria. Tal expectación se sustentaba en la magnificencia alcanzada con su anterior película, Spring, una fábula romántico-fantástica bajo las forma de monster movie también vista en su momento en Sitges que merece ser considerada uno de los títulos más interesantes legados por el género en lo que llevamos de década. Sin llegar a su nivel, en parte por un planteamiento argumental más arriesgado, The Endless vuelve a confirmar a sus responsables como dos de los talentos más interesantes del panorama fantástico actual. Retomando la influencia lovecraftiana ya acusada en la previa, y que en esta oportunidad es explicitada desde la primera cita con la que se abre la cinta, Moorhead y Benson retornan al mundo que crearan en Resolution, su ópera prima, para seguir explorando los temas que han articulado hasta el momento su cine: el amor, las relaciones humanas y la trascendencia. Toda una prueba bien palpable de la mirada personal e intransferible que el tándem de directores ha conseguido acuñar con tan solo tres películas, y que es constatada por el hecho nada baladí de que estas conformen una especie de trilogía orquestada en torno al amor. Y es que si Resolution abordaba el amor entre amigos y Spring el de pareja, The Endless hace lo propio con el amor fraternal.

WHAT HAPPENED TO MONDAY? (Tommy Wirkola, 2017)

En su corta filmografía, Tommy Wirkola ha evidenciado una constante irregularidad que le ha llevado a dar un paso adelante y otro atrás a cada realización de una nueva película. Fiel a esta máxima, tras firmar con la anterior Zombis nazis 2 su trabajo más redondo hasta la fecha, con What Happened to Monday? vuelve a dar la palada de cal. En su defensa habrá que decir que tampoco se lo pone fácil un guion construido sobre un planteamiento recurrente dentro del cine de ciencia ficción reciente, en el que es fácil percibir la influencia ejercida por el clásico de Richard Fleischer Cuando el destino nos alcance. Acorde a ello, en lugar de articular el thriller policiaco de ascendencia noir al que parece apuntar al principio, Wirkola apuesta por dar forma a una anodina cinta plagada de escenas de acción, quién sabe si consciente de lo previsible de la intriga planteada, o en un más que probable intento por equipararse con cualquier blockbuster estadounidense, pese a tratarse de una producción cien por cien europea. La película se salda así como un intranscendente producto de usar y tirar que ni siquiera sabe sacar partido de las posibilidades visuales que le ofrece su ambiente futurista, siendo su único elemento digno de mención la labor efectuada por Noomi Rapace como las siete hermanas protagonistas; no tanto por su limitado despliegue interpretativo, dado que la principal diferencia entre los personajes a los que da vida se encuentra en su distinta apariencia física, como por el esfuerzo realizado al tener que compartir plano y darse la réplica a sí misma durante gran parte del metraje.

LA PIEL FRÍA (Xavier Gens, 2017)

La piel fría supone la esperada adaptación a la gran pantalla de la célebre novela homónima de Albert Sánchez Piñol, una especie de variación del cuento incompleto de Edgar Allan Poe “El faro”, con criaturas lovecraftianas de por medio. El enorme éxito y culto del libro conducía a que la su versión cinematográfica, de manera indefectible, fuera observada minuciosamente con lupa. Pues bien, la película no es tan catastrófica como algunos han dicho, inclusive es una pieza no exenta de interés, con una agradecida atmósfera, donde el nuevo vigilante de un faro se irá apercibiendo de la presencia de unas criaturas a mitad de camino entre lo humano y lo ictíceo. Xavier Gens, director francés que saltó a la fama con Frontera(s), hace aquí uso de unas texturas basadas en los tonos verdes y fríos, como algas muertas, para construir un entorno gélido y asfixiante. Esta co-producción entre el país galo y el nuestro, sin ser, desde luego, una obra maestra, sin embargo merece mayor atención que la que se le dispensó por parte de la crítica en su paso por Sitges, y cuenta con una cautivante interpretación de nuestra Aura Garrido (El Ministerio del Tiempo) como mujer pescadilla, basada básicamente en su expresiva mirada, al ser su personaje mudo y aparecer en todo momento totalmente maquillada, lo que eleva aún más los méritos del trabajo de la actriz. Carlos Díaz Maroto

MUSA (Jaume Balagueró, 2017)

Junto con La piel fría, uno de los títulos que más expectación despertó dentro de la representación española fue Musa, en su condición de nuevo trabajo de Jaume Balagueró. Con él, el cineasta regresa, en forma y fondo, a los tonos que practicara durante el primer tramo de su carrera. Adaptación de la novela de José Carlos Somoza La dama número trece, su propuesta se enmarca dentro de los márgenes del thriller con ribetes terroríficos que practicara en sus inicios, guardando evidentes similitudes con la que fuera su ópera prima, Los sin nombre. Al igual que en ella, su trama se centra en las indagaciones de unos personajes movidos por el amor materno-filial y golpeados por la pérdida para desentrañar un misterio relacionado con una extraña secta ocultista obsesionada con el origen del mal, y cuya resolución se produce en una gigantesca edificación abandonada. Sin embargo, la invocación de unos componentes tan familiares para su responsable se salda en esta oportunidad con unos resultados decepcionantes, comenzando por la dispersión narrativa de la que hace gala el relato, aquejado de un desarrollo inconcreto y deshilvanado, en el que la desidia narrativa acaba por contagiarse al monótono discurrir por el que transita el film. El resultado termina así por asemejarse al de un thriller televisivo, si no fuera por el envoltorio que le brinda una factura formal a la altura de una producción de sus características, que diríase dirigida por un imitador de Balagueró en lugar de por él mismo.

MARROWBONE (EL SECRETO DE MARROWBONE) (Sergio G. Sánchez, 2017) 

Película española hablada en inglés y con intérpretes anglosajones, con intenciones de aportarle una exportación mundial, y que podría definirse como una versión gótica y psicopatológica de A las nueve cada noche, aquella fascinante película de Jack Clayton. Aquí, un grupo de hermanos vive en un caserón y ocultan un secreto que irá desvelándose poco a poco. Se trata de otra película, como La piel fría, sobre la que muchos han caído con uñas y dientes. Escrito y dirigido por Sergio G. Sánchez , guionista de El orfanato, Lo imposible y Palmeras en la nieve (!), en lo que supone su debuta en la dirección, el plato fuerte del film son unas interpretaciones debidas a actores un tanto “atípicos”, con un físico inquietante y nada convencional, así como una excelente fotografía y una gradación del tempo bien mantenida. El guion ha sido tachado de mentiroso y manipulador, pero precisamente ahí está la gracia de este invento, que aúna una apariencia elegante con un juego cómplice con el espectador. Simpática. Carlos Díaz Maroto

THE CURED (David Freyne, 2017)

Procedente de Irlanda, la ópera prima de David Freyne, quien también firma el libreto, se encuadra dentro de los exponentes que utilizan el cine sobre infectados como envoltorio con el que formular lecturas políticas y sociales. Bajo un tono sobrio e introspectivo, The Cured narra el conflicto que se desata en una ciudad durante la reinserción social de los infectados por el virus de rigor tras el descubrimiento de una cura que capitaliza su argumento. Una premisa interesante, aunque vista con ligeras variaciones en otros exponentes previos, caso de la francesa La resurrección de los muertos o la serie británica In the Flesh, que es empleada para dar forma a un drama social que se vincula con situaciones de máxima actualidad, como puede ser el drama de los refugiados, si bien su procedencia geográfica hace que también pueda ser vista como una metáfora del conflicto político irlandés y la rehabilitación en aquella sociedad de los terroristas del IRA tras el final del conflicto armado. El problema es que, sin menoscabo de sus aciertos, la dirección acusa una evidente falta de concisión, apostando por una dilatación narrativa a juego con sus ínfulas autorales que solo perjudica al conjunto. Y ya que hablamos de interpretaciones, tampoco puede pasarse por alto el evidente trasfondo homófobo que adquieren sus imágenes a través de la especial relación que se establece entre sus dos principales personajes masculinos, por más que su concurso parezca algo no intencionado, máxime teniendo en cuenta que su protagonismo femenino corre por cuenta de la reconocida lesbiana Ellen Page, pero que no quita para que este elemento se encuentre presente a poco que uno analice.

SALYUT-7 (Klim Shipenko, 2017)

Además de para descubrir los títulos de moda dentro de la última hornada genérica, o las nuevas propuestas de algunos de sus nombres reconocidos, el Festival de Sitges funciona también como un excelente escaparate con el que asomarse a otras cinematografías más ignotas. Es el caso de la rusa Salyut-7, thriller de ambientación espacial, que no película de ciencia ficción, que pudo verse dentro de la sección “Oficial Fantàstic Competició”. Basada en hechos reales, su argumento dramatiza el arriesgado rescate del satélite que le da título llevado a cabo en 1985 por la agencia espacial soviética, poniendo un particular énfasis en los aspectos emotivos, épicos y patrióticos de una gesta que contaba con todos los condicionantes para acabar en fracaso. No en vano, la película está dedicada a los héroes soviéticos que conquistaron el espacio, incluyéndose en sus títulos de crédito finales imágenes de archivo que muestra a algunos de aquellos cosmonautas. A nivel técnico, el film dirigido por Klim Shipenko evidencia su naturaleza de producción de gran presupuesto, luciendo una envoltura formal, tanto de fotografía, como de diseño o efectos, que no tiene nada que envidiar a las películas norteamericanas de similares características, comenzando por Apolo 13 o Gravity, por solo citar las dos más populares. A sus ya de por sí notables resultados se le une el hecho de que la trama discurra en plena Guerra Fría, ofreciendo así la oportunidad de comprobar cómo se veía la carrera espacial y el enfrentamiento latente con los Estados Unidos desde el otro lado del telón de acero, ofreciendo un componente que, dicho sea de paso, no se diferencia en demasía de la imagen dada en el sentido contrario por numerosas películas producidas por el otro bando.

HOW TO TALK TO GIRLS AT PARTIES (John Cameron Mitchell, 2017)

Adaptación del relato corto del creador de The Sandman, Neil Gaiman, How to Talk to Girls at Parties nos traslada hasta el Londres de 1977, en plena eclosión del punk. Mientras el resto del país festeja el veinticinco aniversario de la subida al trono de Isabel II, un joven punk y dos amigos se cuelan en lo que creen una fiesta, pero que en realidad es la morada donde se aloja un grupo de turistas alienígenas. Lo que viene a continuación es una comedia romántica tan marciana como se desprende de esta premisa, cuyo resultado final acaba por dejar un sabor agridulce. La culpa la tiene la falta de reflexión e inconsistencia en la que incurre la puesta en escena de John Cameron Mitchell. Si bien hay que reconocerle su fantástico retrato de la época histórica en la que se ambienta la cinta, su dirección peca de divagar, aunando momentos logrados con otros carentes de cualquier interés. De este modo, tan pronto podemos encontrarnos con una aguda reflexión sobre el espíritu del punk o la vida misma, como una extravagancia visual de aires psicodélicos que solo sirve para torpedear el tono del relato. Con ello no quiere decirse que se trate de una mala película, aunque sí de una película fallida de interés intermitente, echándose a faltar una mayor cohesión entre los dos principales arcos argumentales, como demuestra el que en diversos parajes todo el invento se mantenga a flote únicamente por la química que desprende su pareja protagonista formada por Alex Sharp y Elle Fanning.

HAVE A NICE DAY (Jian Liu, 2017)

Representante del cine de animación dentro de la Sección “Oficial Fantàstic Competició”, la producción china Have a Nice Day fue uno de los grandes blufs que nos dejó esta edición, teniendo en cuenta el teórico aval que a priori suponía su paso previo por los prestigiosos festivales de Berlín y Annecy. Uno de los principales motivos, mas no el único, se encuentra en una animación minimalista que, en lugar de a una opción estética, parece responder, única y exclusivamente, a cuestiones productivas. Ya no es que esta resulte en todo momento de lo más estática; es que su dirección parece estar encaminada a animar el menor número posible de planos, alargando para tal fin las situaciones más de lo recomendable o empleando determinados recursos visuales de lo más gratuitos, cuya inclusión solo parece responder a un evidente intento de añadir metraje hasta alcanzar una duración estándar, lo que en última instancia contribuye a que su visionado resulte ciertamente insoportable, a pesar de contar con setenta y cinco minutos escasos. De este modo son tirados por tierras los posibles valores de este neonoir con estética de novela gráfica e influencia tarantiniana, que intenta ofrecer un fresco de la sociedad China actual a través de las peripecias de varios personajes interconectados con el nexo de unión del robo de una cantidad de dinero, aunque a la hora de la verdad su historia no parezca conducir a ningún lado.

MOM AND DAD (Brian Taylor, 2017)

Los productores  norteamericanos siguen confiando en la figura de Nicolas Cage para vender los filmes, pese a que su nombre parece ser garantía de mucho desvarío y poca convicción. Esta nueva producción con el actor de Rumble Fish está escrita y dirigida por Brian Taylor, que ya le dirigió en la espantosa Ghost Rider – Espíritu de venganza, y escribió la no menos temible Jonah Hex. Esta comedia de terror, o algo así, muestra cómo de pronto los papis de todo el mundo —o, en su defecto, del pueblecito yanqui donde se desarrolla la acción, que para el caso es lo mismo— se vuelven repentinamente locos e intentan acabar con su prole. El montaje ofrece algunas escenas desordenadas, para conferirle una supuesta complejidad, con vuelta atrás en el tiempo para comprobar cómo se inició todo, y luego inclinarse de nuevo al dislate de los ataques sin sentido. Un sinsentido, desde luego, es toda la película, donde ni ironía ni horror logran el equilibrio necesario para aportar un producto convincente, y ni siquiera su buena factura estética logra conferir prestancia a una serie Z con ínfulas de A. Carlos Díaz Maroto

JACKALS (Kevin Greutert, 2017)

Jackals supone la nueva película de Kevin Greutert, montador oficial de la saga Saw y director de varias de sus entregas; la sexta y la séptima para ser más exactos. El dato es importante, porque de algún modo la sombra de la popular franquicia creada por James Wan y Leigh Whannell sobrevuela por encima de esta home invasion, en la que una familia sufre el acoso en su casa de verano de los correligionarios de su recuperado hijo, miembro de una apocalíptica secta llamada no por casualidad Thanatos, el dios de la muerte de la mitología griega. Con este punto de partida, la película plantea ideas interesantes, caso de esos secretos y trapos sucios del clan familiar que salen a la luz a medida que la situación se vuelve cada vez más tensa, o los apuntes extrapolables al contexto social actual que pueden deducirse en la violencia irracional que ejercen los miembros de la secta, incluso contra sus propios familiares, dados los paralelismos que arroja con el terrorismo yihaidista. Sin embargo, Greutert se muestra incapaz de desarrollar estos elementos, conformándose con dosificar la información e incluir puntuales estallidos de violencia, quién sabe si con la secreta intención de emular a Saw y dar así pie a nuevas secuelas que puedan incidir en ello. Hay que reconocerle, eso sí, el gusto estético que demuestra en las escenas ambientadas en el exterior de la casa asediada y protagonizadas por los enmascarados miembros de la secta, con esos planos captados a contraluz. Un detalle que, no obstante, no logra por sí mismo redimir la medianía del producto, simbolizada por el tópico de que los agresores porten máscaras de animales, lo que, con todo, da pie a un hallazgo por lo demás poco aprovechado: el que los asaltantes se comuniquen mediante ladridos.

HAPPY DEATH DAY (Christopher Landon, 2017)

Happy Death Day se presenta como una especie de mezcla entre la inevitable Atrapado en el tiempo y Scream, con un psicópata que mata universitarios acabando con el protagonista una y otra vez, en un día que se repite como un bucle. Un punto de partida no muy original, pero que tiene su gracia, aunque lamentablemente no es desarrollado con el interés necesario, por lo que a los pocos minutos, tal cual, la idea se agota, dando vueltas a lo mismo una y otra vez, valga la redundancia. Christopher Landon, hijo de Michael y guionista de diversas entregas de la saga de Paranormal Activity, vuelve a ampararse en el recurso del humor, como hiciera en la intragable Zombie Camp, que también dirigió, para desplegar una trama que hubiera requerido una paulatina reconducción hacia otros tonos, a medida que se agotaba su escasa premisa. Así, tan pronto como se ve se olvida. Carlos Díaz Maroto

THE HERETICS (Chad Archibald, 2017)

Desde hace unos años la firma canadiense Black Fawn Films viene consolidándose como una de las productoras más interesantes y personales de aquello que podríamos denominar la Serie B del cine fantástico actual. Títulos como Antisocial, Bite o Bed of the Dead dan buena muestra de la particular concepción del género de Black Fawn, muy deudora en algunos aspectos a cierto tipo de cine de terror de los años ochenta. The Heretics vuelve a reafirmar esta apuesta, si bien abandonando el “body horror” que había caracterizado los anteriores trabajos de la casa, para presentar en cambio una historia sobre sectas, tan de moda dentro de los exponentes genéricos coetáneos, tal y como pudo comprobase a lo largo de Sitges. La escena con la que se abre la cinta, en la que los miembros de un culto ataviados con túnicas y máscaras de madera tipo ciervo se suicidan ritualmente alrededor de una atemorizada muchacha dan buena cuenta de la fuerza visual y conceptual de la película, su punto fuerte en combinación con unos competentes efectos especiales y unas más que destacables prestaciones de su trío protagonista, con mención especial para la labor de Jorja Cadence en el papel de la villana de la función. Es una lástima, así las cosas, que la historia que se nos narra no se encuentre a la altura de las circunstancias, ya que, sin ser mala, y aún poseyendo más de un giro de guion interesante, no termina de descollar del modo en que debiera, lo que en última instancia provoca que The Heretics, siendo un film apreciable, no termine de ser redondo.

TONIGHT SHE COMES (Matt Stuertz, 2016)

En un principio la propuesta de Tonight She Comes se encuadra dentro del revival del cine de terror ochentero que viene produciéndose en los últimos años dentro de la escena de cine fantástico indie estadounidense. Su prototípico punto de partida, con un grupo de jóvenes siendo masacrados por un misterioso matarife en medio del bosque, junto a una banda sonora musicada a base de sintetizadores, así parece señalarlo. Incluso el texto con el que se abre la cinta, en el que se recomienda oír la película a máximo volumen, remite al visto en The Mind’s Eye, la segunda película de Joe Begos, otro cineasta que ha hecho de la emulación del cine de terror de los ochenta una de sus principales señas identificativas, y con cuya obra Tonight She Comes mantiene innegables similitudes. A tenor de lo expuesto, pudiera parecer que nos encontramos ante un formulario slasher. Sin embargo, la segunda película de Matt Stuertz, quien también se encarga del guion y el montaje, consigue escapar de ideas preestablecidas por medio de un desarrollo que, por medio de ocultar la información sobre la realidad de lo que acontece, consigue demostrar cierto manejo del suspense. Esto no quita para que, pese a sus intentos, los resultados no acompañen. Dividida en dos mitades, la primera transcurre bajo los más sobados estereotipos del mencionado slasher, no logrando alzar el vuelo hasta una vez que la película deja al descubierto sus verdaderas cartas coincidiendo con la llegada de sus protagonistas a la clásica cabaña aislada en medio del bosque y su apertura a interiores. A partir de este punto, Stuertz se abandona a lo escatológico y lo grotesco, llenando la pantalla de gore, sangre y otros fluidos, en un tramo en el que destaca un sentido del humor de lo más particular que mejor funciona cuanto más negro se vuelve. Unos logros, no obstante, que llegan quizás demasiado tarde, no consiguiendo maquillar las indudables carencias de un producto simpático, sí, pero terriblemente desigual y fallido, a causa, entre otras cosas, de una dirección un tanto dispersa y equivocada. Véase al respeto la inclusión del instante horario en el que transcurren las escenas, un detalle que en el momento de la verdad solo parece obedecer a un capricho ornamental y no a las necesidades narrativas de la historia. Así las cosas, tal vez el aspecto más destacable del conjunto se encuentre en el alegato feminista que se puede leer entre líneas, y que no deja de tener su gracia viviendo de un subgénero acusado tradicionalmente de machista como el slasher.

THE NIGHT WATCHMEN (Mitchell Altieri, 2017)

Otra mixtura de humor y terror, donde al menos los ingredientes quedan más claros en la receta, sin que los sabores se mezclen. Tres veteranos vigilantes nocturnos, a los cuales se les unen un compañero nuevo bastante bisoño, así como un periodista, deben unir fuerzas para combatir a una horda de vampiros feroces, que más bien parecen zombis, infectados o algo por el estilo. El humor burro, a partir de ahí, campa a sus anchas, por medio de un guion elaborado por sus dos principales protagonistas, Ken Arnold y Dan DeLuca —cuyos personajes inclusive se llaman como ellos— y que dirige Mitchell Altieri —una de las mitades de The Butcher Brothers— sin especial relevancia. Su falta de pretensiones y su locura encandilará a muchos, aunque ciertamente no es un título memorable, aunque da lo que promete, sin mayores alharacas. Carlos Díaz Maroto

DOWNRANGE (Ryuhei Kitamura, 2017)

Cinco años después de su anterior incursión con la estimable No One Lives, el cineasta japonés Ryuhei Kitamura regresa al cine estadounidense con Downrange, un film cimentado sobre una única situación, la de seis jóvenes varados junto a su coche averiado en mitad de una solitaria carretera a merced de un misterioso francotirador. Por desgracia, lejos de lo que cabría esperar a tenor de esta premisa, la película resultante está lejos del ejercicio de tensión narrativa que se deduce de su planteamiento, viéndose aquejada de lo que podríamos denominar el síndrome del corto alargado. De este modo, su escueto argumento es a duras penas estirado cual chicle, prolongando las situaciones ad nauseam, y provocando así que el tedio pronto se apodere del visionado. Incluso la llegada de nuevos personajes superado el ecuador de la cinta es totalmente desaprovechada para utilizarlos, única y exclusivamente, como víctimas propiciatorias del matarife de turno, sin preocuparse de procurarles de un mínimo peso narrativo. Para colmo de males, a pesar de sus interminables escenas de diálogos, el film tampoco acierta en su intento por profundizar en los caracteres de los personajes protagonistas. Con semejante material entre manos, del que, no obstante, es coguionista, poco puede hacer un Kitamura estéril a la hora de dotar de un mayor dinamismo al conjunto, concentrando su labor en la creación de cierto estilismo visual así como en la inclusión de puntuales ramalazos gore que, a la hora de la verdad, no logran sustentar por sí mismos el peso de la cinta.

MAYHEM (Joe Lynch, 2017)

Tomando como base la fórmula del cine sobre infectados, el director Joe Lynch y su guionista, Matias Caruso, se descuelgan con una negrísima comedia, gamberra y sanguinaria, que satiriza con incisiva acidez el ambiente y la competitividad laboral de las grandes empresas estadounidenses y, muy particularmente, el de los bufetes de abogados, poniendo en el centro de su diana la falta de escrúpulos de una mentalidad en la que lo único que importa es el triunfo profesional a toda costa, aunque sea por medio de destripar al compañero de al lado. Algo que, literalmente, ocurre en la película, una vez que un extraño virus elimine las inhibiciones sociales de los trabajadores de una importante consultora de abogados, dando pie a una adrenalínica cinta repleta de acción con estructura de videojuego, en la que sus dos personajes principales, interpretados perfectamente por Steven Yeun y Samara Weaving, tendrán que superar los diferentes niveles en los que se divide la empresa hasta llegar a las dependencias de las altas esferas, para poder llevar a cabo su venganza de clase. El resultado, ni qué decir tiene, se erige en todo un festín para los amantes al cine de Serie B.

José Luis Salvador Estébenez

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