Entrevista a Marián Salgado

Tras el paréntesis del pasado año provocado por la pandemia, el fin de semana del 17 al 19 de septiembre se celebraba la sexta edición del B-Retina: Festival de Cine Serie B de Cornellà de Llobregat. En consonancia con la adopción del satanismo y el ocultismo como leitmotiv de esta edición, el certamen homenajeó a Marián Salgado, actriz recordada principalmente por los aficionados por ser la encargada de poner voz a Reagan en el doblaje original de El exorcista (The Exorcist, 1973) y protagonizar La endemoniada (1975), el exploit, precisamente, del film de William Friedkin que escribiera y dirigiera Amando de Ossorio. Tras un encuentro con el público en el que presentó La hija del periodista, el libro en el que relata de forma descarnada su etapa como actriz infantil, Marian recibía el honorífico Golden Ticket del certamen justo antes de la proyección de otro de sus trabajos dentro del cine de terror, la magistral ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Chicho Ibáñez Serrador, donde, a pesar de desempeñar un pequeño papel, protagoniza una de las escenas más recordadas del film.

Transcurridos unos minutos después de la finalización del pase de ¿Quién puede matar a un niño?, tuvimos la oportunidad de charlar con Marian y repasar sus intervenciones en el género de terror durante sus años en activo, con especial atención a su participación en La endemoniada.

¿Cómo empieza tu camino en la interpretación?

Empieza por hambre. Llego a España con mi madre desde Chile y no tenemos de qué vivir. Mi madre conoce a Marcelo Bravo, que era un realizador chileno. Él le habla a mi madre de la posibilidad de que yo hiciera una película para televisión. Se llamaba “La muñeca”. Era probablemente una historia corta de una hora que entonces daban por las tardes. Eso fue lo primero que hice.

Dentro de tu carrera como actriz infantil se te recuerda principalmente por tus trabajos dentro del cine fantástico y de terror. ¿A qué achacas el que en su momento poco menos que te especializaras en producciones de este género?

Fue una absoluta casualidad; estoy convencida de eso. Quizás fue por haber doblado El exorcista. Quiero imaginar que fue por eso, pero tampoco estoy segura.

Como dices, tu primera vinculación con el género se produce mediante tu participación en el doblaje de El exorcista. ¿Cómo se produjo tu entrada en el reparto del doblaje español de tan mítica película?

Por un casting. Yo hacía doblaje y desde Sevilla Films, que era el estudio que se encargaba del doblaje, necesitaban a una actriz que pusiera la voz a Linda Blair en el papel de Regan cuanto está en su estado normal de niña. Hicieron un casting de voces, la mayoría de las cuales eran señoras mayores que hacían voces de niño. Hicimos un montón de prueba de voz, las enviaron a la productora norteamericana y esta me eligió a mí.

Dado el contenido de El exorcista, ¿cómo fue el proceso de doblaje, teniendo en cuenta que tú eras una niña?

Eso fue todo un trabajo que hizo Fernando Rey, que dirigía el doblaje. Él preparaba los times en función de mi personaje, y tuvo un cuidado tremendo en que yo no fuera a ver ninguna escena que no fuera la que iba a doblar. Cuando yo iba a entrar en el estudio de doblaje se paraba todo hasta que yo doblaba y me marchaba, no se fuera a colar una escena que una niña no debiera ver. Es decir, Fernando Rey se preocupó en mantenerme al margen y que no viera nada que pudiera dañarme, porque yo entonces tenía once años. Él ha sido la única persona dentro del cine que tuvo precaución conmigo, que me cuidó y me mimó para que yo no pudiera ver nada que me pudiera perjudicar. Tuvo ese detalle que le agradeceré siempre.

«La endemoniada»

Imagino que posteriormente tu papel protagonista en La endemoniada surgiría a raíz de tu participación en el doblaje de El exorcista

Probablemente. Lo único que recuerdo es que me llamaron para ir a una oficina donde estaba Amando de Ossorio, que me hizo leer un texto, y me dieron el papel.

Aunque tú eras una niña, ¿estaba claro para todo el equipo de que la película que realizabais se trataba de una explotación de El exorcista?

Para mí no. Para mí era un trabajo más. Yo no tenía ni idea en aquel momento.

Por lo que he leído, al parecer el rodaje de La endemoniada se desarrolló en muy poco tiempo, entre otras cosas para adelantarse al estreno de El exorcista en nuestro país. ¿Fue así?

No sé si fueron cuarenta días o algo así. Se hizo bastante rápido, sí, o eso me pareció a mí. Además, hubo que compaginarlo con lo que yo estaba haciendo en el teatro. Eso hizo que rodara muchas veces de noche, al terminar de trabajar en el otro lado, y en lo días que tenía libres en el teatro.

¿El rodaje fue entonces nocturno?

Hubo muchas escenas que se hacían de noche. Se rodaron en Alameda de Osuna, en esa zona, de madrugada, y hacía mucho frío. Fue un rodaje muy duro. Tremendamente duro. De hecho, mi madre llevaba una bolsa de agua caliente para poder calentarme las manos, porque me temblaban a la hora de rodar. Hacía un frío tremendo y yo llevaba un camisón. Entonces, la bolsa de agua caliente, que era como una muñequita, cuando yo no la tenía iba Julián Mateos y se la quitaba a mi madre para calentarse él, porque también estaba tiritando. Y eso que él llevaba una sotana (risas).

Marián y Ángel del Pozo en una imagen de «La endemoniada»

Ya que mencionas a Julián Mateos, ¿qué recuerdo guardas del reparto de La endemoniada?

Con Fernando Hilbeck, por ejemplo, tuvimos una amistad. Vamos, tuve más trato. Ángel del Pozo fue maravilloso. Hablaba conmigo, perdía tiempo en hacerme caso… Era un tipo maravilloso, ya te digo. De hecho, la intenté localizar cuando escribí La hija del periodista. Como la portada es una fotografía de ambos juntos, me habría gustado hablar con él. Pero no lo he conseguido.

Y luego estaba Lone Fleming. Lone ha sido muy importante en mi vida personal. La debo haberme salvado de situaciones muy duras. Es más, sigue estando ahí. Es una persona que madruga mucho, por lo que podemos hablar a las seis de la mañana que estamos ya las dos levantadas. Para mí es alguien muy importante.

¿Es cierto que, como algunas fuentes aseguran, el papel que en la película hace María Kosty lo interpretaba en un principio María Silva, quien habría abandonado el rodaje a los pocos días de iniciarse, siendo entonces sustituida por la actriz madrileña?

Sí. De hecho asistí a uno de los planos que hizo María Silva. Yo oí muchas cosas, pero no sé la razón por la que se fue y su papel lo acabó haciendo la Kosty.

En la película, cuando tu personaje es poseída, lo exterioriza físicamente asemejándose a la anciana bruja que ha tomado su cuerpo. ¿Cómo fue el proceso de maquillaje?

Las pruebas de maquillaje fueron tremendas; muy costosas hasta que dieron con la fisonomía que estaban buscando. Ramón de Diego, que era el encargado del maquillaje, se lo curró muchísimo. Y luego, una vez que dieron con el maquillaje que querían, se tardaban unas dos horas en hacerlo. Entre una hora y media y dos horas.

Ya que cuando tu personaje está poseída se tenía que convertir de algún modo al interpretado por Tota Alba, ¿trabajaste con ella para poder imitarla?

No. Hicieron fotos de ambas y fue un trabajo de ellos para caracterizarnos e hicieron un maquillaje que fuera para las dos.

Detalle del maquillaje de Marián en «La endemoniada» cuando su personaje está poseído

Más que víctima de una posesión demoníaca, cuando la niña es dominada por el espíritu de la bruja diríase experimentar una obsesión por el sexo, a tal punto de llegar a castrar al novio de su niñera. ¿Cómo te explicaron todo este componente?

No, no, no me lo explicaron. Eso lo he sabido después. Por ejemplo, en la escena de la castración a mí me dijeron que le estaba cortando una oreja. Claro, yo pregunté que por qué la oreja estaba a la altura del cinturón y Amando me dijo: “Tú calla y trabaja”. Y yo callaba y trabajaba. Y ya no pregunté más, claro.

Junto con el maquillaje, la posesión de tu personaje es visualizada mediante levitaciones y otros fenómenos paranormales. ¿Cómo fue el rodaje de estas escenas de efectos?

Si te fijas en el plano de la película, la escena de la levitación se hizo con una grúa. Al otro lado de lo que simulaba la puerta del armario había dos personas tirando y yo estaba situada encima de una tabla que era la que se elevaba.

¿Cómo era Amando de Ossorio dirigiendo? Algunos actores que trabajaron con él se quejan de que no hacía caso de los actores, y que solo se preocupaba de los monstruos y los efectos…

Sí. A mí tampoco me hizo mucho caso (risas). Conmigo tuvo una conversación de cinco minutos, aproximadamente. Me llamó, mandó a todo el mundo que se callara, me dijo: “Quiero esto”. Lo hice, lo tuvo y se acabó la película. Ya está. Porque él cuando quería una cosa de los actores la quería tal cual. No podías hacer nada que se saliera de ahí, porque él no te lo había pedido. Era tremendamente perfeccionista.

Pero más allá de eso la verdad es que no tuve mucha relación con Amando. Parece mentira, pero fue así. Él daba órdenes y yo obedecía. Hubo un momento en concreto en el que mi personaje daba un giro de medio cuerpo delante de Lone y de Julia [Saly], si mal no recuerdo, y a mí me tenían puesta en un armazón para que no me moviera, para luego grabar todo el giro y después unirlo a la imagen. Pero estaba muy cansada y creo que me moví. Entonces Amando se enfadó muchísimo. Pero había una sastra, de la que no recuerdo el nombre, que dio la cara por mí. “Es que la niña está cansada”, le dijo. Y él se revolvió contra ella de una forma que tuvieron sus más y sus menos.

¿Ensayabais mucho antes de rodar?

Sí, se ensayaba mucho.

Al margen de lo que ya has contado, ¿cómo recuerdas La endemoniada?

Recuerdo un rodaje duro, farragoso. Con mi mirada de niña, aunque quizás demasiado madura para la edad que tenía, me fijaba en otras cosas. Me fijaba en que había movimientos raros, en que pasaba algo raro allí. No sé, la productora funcionaba de una forma muy extraña. De hecho, algún problema hubo con la productora. No te puedo decir que a la película no la tenga cariño, pero tampoco la recuerdo como que me lo pasara muy bien haciéndola. No. Yo estaba muy agotada. Trabaja mucho en aquella época y para mí fue muy duro aquel rodaje.

Momento del encuentro con Marián en B-Retina. En la imagen, junto con Óscar Lladó, quien ejerció de presentador del acto

Aunque en esta ocasión lo hagas desempeñando un papel más pequeño, durante aquella época también intervienes en otra película de fantaterror, El extraño amor de los vampiros (1975) de León Klimovsky…

Curiosamente, lo que más recuerdo es una escena que, aunque como no he visto la película no lo sé, me han dicho que no sale. Pero el caso es que yo la rodé, lo recuerdo perfectamente. En ella, me tenía que estar tomando una sopa que, como la escena se repitió muchas veces, la calentaban con un soplete. Y Klimovsky me decía: “No te la vayas a tragar que te envenenas” (risas). Y hubo otra escena bastante desagradable en la que estaba en un ataúd y me metieron gusanos. Pero esta escena también me han dicho que no está en la película.

De León Klimovsky se decía que rodaba muy rápido. ¿Hizo honor a esta fama tu experiencia con él?

No lo recuerdo demasiado. En la escena de la sopa que te comentaba antes, como he dicho, se repitió bastantes veces, pero era por un tema con la luz o con el encuadre que no le gustaba. En cualquier caso, tampoco tuve mucho trato con él.  

Tu otra vinculación con el cine fantástico y de terror se produce en una de las obras maestras del género, la película de Chicho Ibáñez Serrador ¿Quién puede matar a un niño?, en la que protagonizas una de las escenas más recordadas del film, la de la piñata humana con un anciano. En relación con lo que te preguntaba antes con motivo de tu papel en La endemoniada, ¿en este caso te explicaron que tu personaje iba a matar a un hombre como divertimento?

Yo me lo tomé muy bien. A mí me gustó mucho que me explicaran con tanta claridad lo que querían de mí.

Entiendo por lo que dices que, comparado con otros realizadores con los que habías trabajado, Chicho era él más director…

Sí. Era un tipo genial. Parecía un director muy duro, pero conmigo fue maravilloso. Me prestó mucha atención. Me llevó a un aparte, me alejó del resto de los niños y me explicó lo que él quería y lo que se iba a ver después en la película. “Tú ahora le estas dando a unos sacos, pero luego va a haber una persona. Es decir, tú eres una niña que mata a un viejo, y yo quiero ver eso”. Y él insistía mucho en este aspecto. “Yo quiero ver eso. Tú tienes que darte cuenta que yo quiero ver una sonrisa como la tuya, angelical, pero quiero que no se te olvide cuando mires a Lewis[1] a la cara que acabas de matar a una persona”. Él quería eso y yo hice todo lo que pude para darle lo que me pidió.

¿Fueron muchos días de rodaje?

Yo creo que estuve tres o cuatro días, nada más.

Marian en «¿Quién puede matar a un niño?»

Ya para terminar, dentro de tu carrera como actriz, ¿qué valoración haces de estas películas de terror en las que participaste?

Con la edad que tenía, recuerdo más a las personas que las películas o el trabajo. Recuerdo mucho a Chicho, al que he querido muchísimo por eso que te he  contado. Al cabo de muchos años le llamé por teléfono, le visité en su despacho, estuve hablando con él y me dio el teléfono de su casa, aunque para entonces estaba ya muy malito. Y cuando falleció fui al tanatorio a primera hora para verle yo sola, y me abracé con Alejandro, su hijo. Y de La endemoniada lo mismo. Lo que más recuerdo es a Lone y lo mucho que quería a Ángel del Pozo y Fernando Hilbeck. Y eso es lo que más recuerdo. La mirada de un niño cuando está haciendo el trabajo de un adulto no tiene que ver nada con la de un adulto cuando está trabajando. Entonces yo me fijaba en otras cosas; en lo que hacía la gente: dónde iban, qué comían, lo que contaban… Me importaba casi más eso, porque además no tenía mucha relación con otros niños. Así que tengo el recuerdo de las cosas que pueden llamar la atención de un niño que del trabajo en sí.

José Luis Salvador Estébenez


[1] Se refiere a Lewis Fiander, quien interpreta al esposo de la pareja protagonista.

Fotografías: Juan Pedro Rodríguez Lazo

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