Entrevista a Gustavo Hernández, director de «Lobo feroz»

Gustavo Hernández tenía treinta y cinco años cuando impactó en los festivales del género gracias a La casa muda (2010), una película de terror en plano secuencia, rodada en cooperativa con un grupo de amigos salidos de la escuela de cine. Hoy en día el cineasta no sabe si se atrevería a repetir aquel proyecto de género que surgió por las ganas de rodar, debido al nivel de inconsciencia con el que lo afrontó. Y es que ninguno de los involucrados en su realización imaginaba era la repercusión que este trabajo tendría a nivel mundial, ya que, como su propio responsable reconoce, años después sigue dando entrevistas acerca de esta película. Tras aquello, siempre con su colaborador Juan Manuel (Juma) Fode, cimentó su carrera con Dios local (2014) a la que siguió No dormirás (2018), que Hernández considera como una gran lección, al suponer su al salto de cine de estudio y donde colaboró con Belén Rueda.

Con motivo del estreno de Lobo feroz (2023), su nueva película, hablamos con el director acerca de una interesante película apocalíptica que pasó fuera del radar para muchos amantes del género –Virus: 32  (2022)– y cómo afrontó el remake de Big Bad Wolves (Big Bad Wolves, Aharon Keshales y Navot Papushado, 2013), la gran triunfadora del Festival de Sitges hace una década.

Virus: 32 es una película que tuvo muy poco recorrido debido a que Shudder la compró para su plataforma. Es una pena, porque hubiera funcionado muy bien en el circuito de festivales con el boca oreja…

Necesitaba dirigir Virus: 32; una localización, poquitos actores. Y siento que respira un poco el espíritu de La casa muda. Justo terminé de rodarla cuando tuve que viajar a España para preproducir Lobo feroz. Estuvieron muy pegados.

Es justo lo que dices, porque Shudder nos la compró y, como había fecha de entrega, no pudo hacer el recorrido de festivales, porque una vez que Shudder la estrenó en su plataforma ya no la querían programar. El problema es que debido a la pandemia, la postproducción fue muy caótica y todo se atrasó.

Yo soy muy crítico con las cosas que hago, pero siento que Virus: 32 es muy satisfactoria porque la recepción de la crítica y el público fueron muy positivas. Y ojo, que estamos viendo para explotar más toda esa idea que está ahí plasmada y queda mucho por crecer.

Coescribiste la película con tu guionista de referencia, Juma Fode…

Si, nos conocemos desde hace muchos años, trabajamos siempre juntos. Venimos desarrollando proyectos a la vez y Virus: 32 era un guion que teníamos guardado hace muchos años y que nadie quería producir. Era mucho más costoso, porque pasaba en un pueblo entero, pero cuando llega la pandemia y conseguimos un presupuesto mínimo para rodar, reconvertimos el pueblo en un club deportivo abandonado que existe realmente en Montevideo, el Neptuno, que era un set espectacular.

Rápidamente nos pusimos a rodar, y son de esas experiencias que tú necesitas filmarla para plasmarla; para mí Virus:32 es una película muy personal, como de estómago, a la que tengo un cariño especial. Hay dos o tres escenas que están muy logradas y la tensión, el ritmo, te van llevando. En lo particular, estoy muy orgulloso de ella, ya que nos dio muchas alegrías. Los estudios nos preguntan si queremos hacer algo más con ese universo. Yo no soy de repetir, ni siquiera repito actores de una película a otra, es como si empezase un nuevo mundo, pero Virus: 32 siento que tiene muchos vértices para explorar. Incluso, cuando veo la película, me digo: “esta escena se puede potenciar más llevándolo a otro lado”, pero hay que esperar y ver.

Ya para terminar este bloque, lo que más distingue Virus: 32 de otras películas de infectados es la regla de los treinta y dos segundos. ¿De dónde surgió esta idea?

Como espectador me gusta que las películas tengan sus propias reglas e identidad. Así que me senté con Juma y nos preguntamos: “¿Cómo podemos hacer para que esta película de zombis no sea como el resto?” Y de ahí surgió la idea de los treinta y dos segundos. Me gustaba porque era como la frase del postee: “Treinta y dos segundos para vivir o morir”. Era una idea simple pero muy poderosa.

Gustavo junto a gran parte del elenco de «Lobo feroz»

Y luego arrancaste con tu última película hasta la fecha, Lobo feroz

Todas las películas tienen mucho tiempo de desarrollo. Por ejemplo, Lobo feroz son ocho versiones de guion. Llevábamos como tres años desarrollando la película cuando nos dieron luz verde. Cuando conseguimos el presupuesto que queríamos terminé Virus: 32 y me fui a Madrid para la preproducción.

Llegó por intermedio de unos productores asociados que tenían los derechos de Big Bad Wolves. Yo tenía buen recuerdo de la película y volví a verla. Sentí que se podía mejorar, aportar nuevas ideas, porque me entusiasmaba jugar un poco, explorar otros personajes, y como director era un desafío: hacer mi versión de una película de culto.

Empezamos a trabajar en el guion y los personajes, alejándonos de la estructura original y también la forma en que sienten los personajes debido a su nacionalidad: pensaba que los personajes de la película israelí actuaban con una frialdad que no me parecía realista. Así que empezamos a trabajar los diferentes caminos.

Aunque hay elementos que habéis eliminado, mantenéis un guiño al elemento cómico de la madre israelí que aquí reconvertís en la madre de Alonso, el personaje que interpreta Javier Gutiérrez…

Totalmente. El elemento de la madre en la original es un chiste muy israelí: “Que te llevo la comida, que comas esto…” Queríamos hacer un pequeño homenaje, pero lo llevamos hacia otro lado.

Os habéis arriesgado con la estructura, al mantener el mismo principio pero dándole otro sentido y apostando por el noir puro y duro. A la hora de cambiar el género de la película, ¿a qué decisiones os enfrentasteis?

A la hora de enfocar el proyecto, sentía que la película no podía esquivar ciertos puntos. Hay gente que me dice que Lobo feroz es muy fuerte, pero pienso que es algo que no podía eliminar; si debilitaba la violencia también iban a debilitarse los personajes. Por otro lado, si o si necesitaba un contrapeso, algo de humor negro. Soy muy fanático de los hermanos Cohen o Tarantino que trabajan eso muy bien. Esos pequeños golpes de humor eran como una vida de escape para el espectador. Si Lobo feroz no tuviera esos escapes yo la sentiría como un dramón. Como padre que soy ahora, sin esos escapes no sabría si haberlo hecho, porque sería torturarme. Entonces tenemos esos dos componentes. Esto no va de blanco y negro, sino de grises. Los personajes tienen un vacío tremendo y empiezan a transitar por un montón de grises. Nada al final es lo que dicen que debe ser. Las idas y vueltas de los personajes es lo que los humaniza.

Y respecto a la primera secuencia, no tiene nada que ver con la original, sino que es bastante libre. Pero no queríamos hacer una escena descolgada sino que ayude al background del personaje de Adriana [Ugarte], para entender un poco más por qué hace lo que hace.

Gustavo Hernández conversa con Javier Gutiérrez antes del rodaje de una escena

En esta ocasión contáis con la participación de otro guionista, Conchi del Rio…

Entró después, porque necesitábamos otro mirada. Juma y yo somos uruguayos y rioplantenses, pero Lobo feroz es una película que se desarrolla en España con un elenco español. Necesitábamos que el guion respirase español. Ya habíamos cambiando toda la coyuntura política y social de la película israelí. Entonces, esa parte que le daba identidad a la original aquí no terminaba de funcionar. Por eso vuelvo a lo mismo, es una versión libre, y Conchi hizo la adaptación de diálogos, costumbres, etc.

El personaje interpretado por Adriana Ugarte, Matilde, tiene mucha fuerza y su presentación es brutal, además de tener una motivación potentísima…

Era algo que me pasaba con la película original, que no entendía la motivación más allá de la venganza, y sentía que en esta película teníamos que darle un background y una identidad mucho más fuerte. En la primera conversación con Adriana, yo la veía en las fotos y en los videos y siempre está esplendorosa, por lo que sentía que debíamos transformarla. La sorpresa es que quería saber si Adriana se atrevería a algo tan radical y me encontré con una actriz dándolo todo y que iba más allá de lo que yo decía. Adriana quería ir a la raíz del personaje, arrancar la furia en cada palabra y acción que hace. Algo que yo agradezco mucho porque veo un personaje con fuerza.

Hay sucesos en la vida que nos cambian a todos, y al personaje de Adriana le transformaron a golpes. Es un ser presente que puede tener gran corazón pero también un espíritu con mucha decisión. Su presentación es muy Steven Spielberg, como en En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981) o Tiburón (Jaws, 1975), ya que a mí me influyeron Coppola, Brian De Palma, Scorsese y, obviamente, Spielberg, porque son maestros narrativos. En ese sentido, también lo encontramos en la presentación de Javier Gutiérrez. A cada uno de los personajes principales les dimos un tiempo de desarrollo para meternos en su cabeza antes de bajar al sótano. Todos los personajes son obsesivos, y me gustaba que cada uno tuviera su propio temple y se desmarcara del resto.

También buscamos que los personajes secundarios tuvieran su propia personalidad, su propio color, algo que dentro de estas películas corales a veces no consigues por tema de tiempo, como desarrollar a todos los personajes por igual. Nuestra primera versión de guion tenía 140 páginas y tuvimos que rebajarlo hasta 90. Era como un puzle, pero creo que las motivaciones están presentes en la película.

Adriana Ugarte, Juana Acosta y Manu González escuchan atentamente las indicaciones de Gustavo Hernández

Cuentas que tuviste mucho trabajo previo con el grupo actoral…

El camino con los actores fue muy interesante, no solo antes del rodaje sino durante el rodaje, ya que todos lo toman como suyo y le van agregando cosas, miradas, acciones que hacen que todo crezca.

Hay una faceta que es leer el guion con el equipo, donde se esclarecen muchas dudas, porque en el guion hay cosas que no están del todo explicadas, a veces porque no aporta a la película, pero el actor si lo necesita como background. Se habló de cómo eran los personajes y cómo se vinculaban. Es interesante, porque hay muchas capas que no están en el guion y empiezan a surgir con los actores. Tú puedes tener un mal guion, pero un actor convincente te puede salvar la escena aunque no tenga una palabra.

Teníamos un elenco muy potente, diverso, muy profesional y cada uno le dio su impronta, su grano de arena. Es un cliché decirlo, pero en el cine todo se hace en conjunto. Fue un proceso muy lindo en una etapa muy dura, que fue la pandemia, porque no entendíamos nada. Yo estoy súper agradecido a cada uno de ellos.

Lo cierto es que consigues una gran coherencia actoral entres los protagonistas principales de Lobo feroz

Pongo como ejemplo a Adriana y pasa con los demás, que tomó un riesgo brutal con ese personaje, y eso habla mucho de ella como actriz porque se ha puesto ciertas metas y no encajonarse en un tipo de actuación. Yo creo que los grandes actores toman grandes riesgos y aquí no ves a Adriana Ugarte, sino a Matilde, su personaje.

Javier tiene un manejo exquisito del humor, de la puesta en escena. Es de esos actores que cualquier texto que le pongas lo va a hacer súper convincente.

Rubén Ochandiano tenía un papel dificilísimo, siempre en esa silla de acusado y de tortura. Es un personaje con mucho relieve que te lleva por un montón de lugares y, más allá del guion, Rubén y yo hablábamos de lo que no nos gustaba del personaje de la original y podíamos arreglar en nuestra versión. Coincidíamos en hacer un personaje ambiguo y muy interesante. Rubén es un actor muy de método y estaba en el papel aunque no le tocase rodar, esperando en la silla de la tortura, y tú veías su compromiso.

Y el rol de Juana Acosta de alguna manera es el de una persona recta cuando todos rompen la ley, pero al mismo tiempo es un personaje que tiene mucho vacío, mucha melancolía y muchas capas que puede esconder.

Antonio Dechent es un actorazo y nos hacía mucho reír en escena con sus improvisaciones. Manu González es un actor joven y repleto de interés. No, no, el casting es un regalazo. Todos hicieron un trabajo que mejoraron sus personajes y también mejoraron la película.

Para finalizar. ¿Qué se van a encontrar los espectadores en Lobo feroz?

Que no hay un lobo feroz, siempre lo digo, y se van a encontrar con un thriller con elementos de comedia negra, un equilibrio muy difícil de conseguir. Es una película de suspense, de humor, drama, pero también es una película de venganza, de esas películas que te llevan y quieres saber por qué los personajes actúan de esta manera y quien es el lobo feroz. Eso como espectador me encanta: estar apretado en la silla sin saber cuál será el desenlace.

Javier S. Donate

Fotografías rodaje de Lobo feroz: Dani Medina

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s