Necrológica de Nadja Tiller

Es curioso constatar lo caprichosa que la memoria cinematográfica puede acabar resultando, especialmente si comparamos diferentes países y mentalidades. Así, un actor increíblemente popular en un sitio puede ser un perfecto desconocido en el país colindante, pero luego ser una estrella de nuevo cruzando la frontera hacia la nación siguiente. En las gloriosas décadas de las coproducciones (o sea, los años cincuenta, sesenta y setenta) este fenómeno se agudizaba aún más, cuando los productores de los distintos estados se entretenían haciendo malabares y apuestas diversas con los repartos de sus películas, aglutinando viejas glorias, actores desconocidos y estrellas varias de uno u otro de los países que ponían el dinero.

Hoy toca rendir homenaje a Nadja Tiller, una actriz alemana de origen austriaco que falleció el pasado 21 de febrero a los 93 años de edad y cuyo nombre probablemente sea familiar para los lectores habituales de este blog, pues fue una presencia habitual del cine de co-producción del que hablaba antes y especialmente del giallo, uno de los géneros favoritos por estos lares. Sin embargo, y a pesar de haber gozado de una rabiosa popularidad, su presencia en las pantallas españolas siempre resultó esquiva, no habiéndose estrenado en su momento gran parte de su filmografía. ¿Caprichos del destino? Probablemente la responsabilidad tenga que recaer en nuestra querida censura, que velaba siempre por mantener nuestro espíritu limpio y puro en la España franquista, lejos de las perversiones mil con las que Europa amenazaba nuestras retinas. 

Maria Nadja Tiller nace el 16 de marzo de 1929 en Viena (Austria), hija del actor Anton Tiller y la cantante de opereta Erika Körner, llevando desde pequeña una vida ajetreada debido al trabajo itinerante de sus padres. Siendo niña comienza a tomar clases de ballet y de interpretación, recalando en 1945 en la prestigiosa Academia Max Reinhart, de donde saldrían otras futuras estrellas cinematográficas como Senta Berger, Marisa Mell o Christine Kauffmann.

«Die Barrings»

Tras hacer sus pinitos en el teatro, gana el título de Miss Austria en 1949 y ese mismo año rueda su primera película para Arthur de Glahs, Märchen vom Glück, donde sus encontronazos con Hildegarde Kneff, otra futura super-diva germana, hacen saltar chispas delante y detrás de las cámaras. Sigue una larga serie de papeles secundarios en películas sin interés, pero las cosas empiezan a cambiar gracias al encuentro con el realizador Rolf Thiele durante el rodaje de Die Barrings (1955). A partir de este momento comienza una fructífera y exitosa colaboración a lo largo de diez películas en las que va perfilando un prototipo de vampiresa inteligente y seductora.

«El escándalo Rosemarie»

Su espaldarazo definitivo llega en 1958 gracias a Thiele con el papel que va a definir su carrera: El escándalo Rosemarie (Das mädchen Rosemarie). Este impactante drama criminal se basaba en una historia auténtica que había conmocionado recientemente a la sociedad alemana, con la Tiller interpretando a una prostituta de lujo decidida a prosperar social y económicamente a la par que su país en plena reconstrucción. La película supone todo un escándalo en su momento debido a las implicaciones poco claras de muchas personalidades de la época. Tras anunciarse su selección oficial en el Festival de Cine de Venecia, el gobierno alemán hará todo lo posible para boicotear su presencia en el Lido, levantando tal polvareda que la publicidad ocasionada acabaría beneficiando al film con una espectacular carrera comercial y una avalancha de premios, entre otros un Golden Globe a la mejor película de habla no inglesa. 

Nadja Tiller crea sensación con su personaje y se coloca instantáneamente en el panteón de estrellas sexys del momento: estamos en pleno apogeo del fenómeno Bardot tras Y Dios creó a la mujer (Et Dieu créa la femme, 1956) de Roger Vadim, y desde Italia están haciendo furor las maggiorattas, con Sophia Loren y Gina Lollobrigida a la cabeza. Si con todas ellas comparte una sexualidad exuberante, moderna y asumida, la Tiller incorpora a su perfil una notable sofisticación, una frialdad típicamente nórdica y un punto de misterio, lo que la acerca a una tipología, digamos, más inaccesible, más cercana al estilo de una Silvana Mangano, y casi una variante morena de la heroína hitchcockiana al estilo Grace Kelly. 

Junto a Jean Gabin en «Le désordre et la nuit»

Su abrumador éxito con la película de Thiele le abre las puertas del cine internacional, especialmente en Francia e Italia, donde comienza a acumular velozmente títulos y directores de prestigio. Así la veremos codeándose con Jean Gabin y Danielle Darrieux en Le désordre et la nuit (Gilles Grangier, 1958) y rodando dos películas para Robert Siodmak: The Rough and the Smooth en 1959 y L’affaire Nina B. en 1961. Roberto Rossellini la exige para Anima nera (1962), explosivo drama prohibidísimo en España donde ataca un duelo interpretativo con el divo Vittorio Gassman, mientras que Julien Duvivier la incluye en un extraño y fantasmagórico suspense en La chambre ardente (1962). Menos interesante resulta su anecdótica participación en Las flores del diablo (Poppies are Also Flowers, 1964) de Terence Young, una película rodada con el objetivo de recaudar fondos para las Naciones Unidas y cuyo espectacular e interminable reparto se prestó a rodar cobrando la simbólica cifra de un dólar. Hay que decir que, desgraciadamente, la mayoría de las interpretaciones están a la altura de dicho salario, en una plúmbea trama de narcotráfico internacional que fue rápidamente olvidada.

Nadja y su esposo, el también actor Walter Giller

Esta desbordante actividad en el continente no hace abandonar a la Tiller su carrera en Alemania, donde prosigue rodando películas que le permiten mantener una vida familiar lejos de los desenfrenos de sus personajes en el cine. Casada desde 1956 con el actor Walter Giller, tuvo dos hijos y su matrimonio sobrevivió a varias crisis hasta 2011, fecha de la muerte del actor alemán debido a un cáncer.

«Buddenbrooks»

La actriz no pudo evitar varios errores de cálculo en su carrera, rechazando papeles nada más y nada menos que en Rocco y sus hermanos (Rocco e i suoi fratelli, 1960) de Luchino Visconti, La dolce vita (La dolce vita, 1960) de Federico Fellini y La noche (La notte, 1961) de Michelangelo Antonioni, lo cual da una idea bastante clara de lo alto que volaba su cotización en ese periodo. De su estrecha colaboración con Rolf Thiele, del que podemos considerar su musa, destacan dos adaptaciones de Thomas Mann, Buddenbrooks (1959) y Tonio Krüger (1964), y una de Franz Wedekind, Lulu (1962), de nuevo frente a Hildegarde Kneff, entre otros trabajos.

Con Belmondo en «Simpático sinvergüenza»

Siempre en alza, Nadja Tiller va terminando la década de los sesenta en films con las estrellas más populares del momento, como Jean-Paul Belmondo en Simpático sinvergüenza (Tendre voyou, 1966) de Jean Becker, Michèle Mercier en Los amores de Lady Hamilton (Le calde notte di Lady Hamilton, 1968) de Christian-Jaque, o repitiendo con Jean Gabin en Du rififi à Paname (1966) de Denys de la Patellière.

Abofeteando a Sidney Rome en «La cicatriz»

Con la llegada de los setenta acentúa aún más su elegante sofisticación y se convierte en una presencia habitual del giallo, con títulos como La muerte llama dos veces (La morte bussa due volte, 1969) de Harald Philip, El dios de la muerte asesina otra vez (L’etrusco uccide ancora, 1972) de Armando Crispino o Tejido de seda (Il baco da seta, 1974) de Mario Sequi, alternando estas prestaciones con otras en títulos de prestigio, como la adaptación de El monje prevista en un principio para Luis Buñuel y que termina realizando el crítico cinematográfico Ado Kyrou con Franco Nero, o La cicatriz (La babysitter, 1975) de Réné Clément, en la que forma parte de un variopinto reparto que incluye a Maria Schneider, Vic Morrow, Sydne Rome o Robert Vaughan.

«El verano del samurai»

A mediados de la década decide dedicar más tiempo a su familia, abandonando los rodajes internacionales y dando prioridad al trabajo sobre las tablas. De esta manera emprende giras con obras de vodevil y alta comedia, alternando estos trabajos con otros más exigentes como los musicales My Fair Lady, Applause (estrenado en Norteamérica por Lauren Bacall) y Lady in the Dark de Kurt Weill, además de obras dramáticas como Nächte mit Joan, basado en los últimos años de la vida de Joan Crawford. No pierde la oportunidad de volver al cine cuando la propuesta resulta lo suficientemente interesante, como en el caso de El verano del Samurai (Der Sommer des Samurai, 1986) de Hans-Christoph Blumenberg, aunque será ya de manera muy puntual.

Junto a su esposo Walter Giller recogiendo el prestigioso premio alemán Bambi en 2006

Residente durante décadas en Lugano (Suiza), Nadja y su marido deciden volver a Alemania en 2006 cuando su frágil salud requiere de cuidados constantes, reubicándose en una residencia de Hamburgo donde se instalarán en dos apartamentos separados. Esta situación no frena en absoluto la actividad profesional de la actriz, que sigue conservando su agente y aparece de manera constante en televisión, cine y teatro hasta 2009. A partir de ese momento su presencia en actos públicos se limita a las numerosas ceremonias de entregas de premios en su honor y el de su marido, figuras reconocidas en el ámbito cultural alemán y que el público sigue recordando con respeto y afecto. Los últimos trabajos de Nadja Tiller serán para la radio en espacios dramáticos de gran calado para el público como Traumrolle, que consigue el premio de Mejor Obra Teatral para la Radio de 2013 y Das Gartenhaus, que sería el último trabajo conjunto del matrimonio Giller en 2016. Esta emocionante adaptación de una novela publicada en los años ochenta relata la deriva de una pareja de avanzada edad a partir de la muerte de su hijo. Sumergidos en una profunda depresión y rabiosos de cara a las adversidades de la vida, deciden embarcarse en una serie de extraños rituales para exorcizar su tragedia vital, en una batalla cotidiana tan escalofriante como patética.

Los últimos años de la vida de Nadja Tiller fueron en cambio bastante apacibles, y su fallecimiento tuvo lugar el pasado 21 de febrero mientras dormía en la calma más absoluta, rodeada de sus seres queridos y a la avanzada edad de 93 años. Sirva este artículo como homenaje a la actriz y, por extensión, a toda una generación de profesionales que marcaron una página en la historia del cine europeo, y que aunque poco a poco van desapareciendo permanecerán siempre vivos gracias a la magia del cine.

Berto Naldo

Un comentario en “Necrológica de Nadja Tiller

  1. Hola a todo/as.

    Gracias por la información sobre el fallecimiento de Nadja Tiller.
    Lo cierto es que pocos films con ella había visto, pero su presencia mostraba gran profesionalidad y presencia física.

    Descanse en paz.

    Iñaki Bilbao

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