Los dos gladiadores

 

Sinopsis: Después de la muerte de Marco Aurelio, Roma se encuentra bajo el despótico yugo de su hijo Lucio Aurelio Cómodo. Pero Cómodo tiene un gemelo al que su padre mandó matar cuando era un bebé para evitar futuras disputas por el trono. Sin embargo, Tarrunio, el senador al que se le encomendó la tarea, no fue capaz de llevarla a cabo, entregando al niño a una familia adoptiva. Ya adulto, se ha convertido en un excelente soldado llamado Lucio Craso, por lo que Tarrunio acude en su busca para contarle su verdadero origen con la intención de que deponga a su reprensible hermano y se convierta en emperador. Enterado de estos planes, Cómodo envía a un grupo de secuaces para que eliminen al usurpador.

 


Título original: I due gladiatori
Año: 1964 (Italia)
Director: Mario Caiano
Productora: Prometeo Film S.r.l.
Guionistas: Mario Amendola, Alfonso Brescia
Fotografía: Pier Ludovico Pavoni
Música: Carlo Franci
Intérpretes: Richard Harrison (Lucio Craso), Moira Orfei (Marzia), Alberto Farnese (Leto), Mimmo Palmara (Cómodo), Mirko Ellis (Pertinace), Piero Lulli (Cleandro), Enzo Fiermonte (general Ottavio Cratico), Ivy Holzer (Emilia), Giuliano Gemma (Orazio), Álvaro de Luna (Pannunzio), Adriano Micantoni (Pompeo), Gianni Solaro (Tarrunio), Renato Montalbano (centurión guardia de la prisión), Nello Pazzafini (jefe de los decuriones), Fortunato Arena, Franco Pasquetto, Osiride Pevarello, Renzo Pevarello, Bruno Ukmar, Franco Ukmar, Augusto Brenna…

Es conocido que, con vistas al Espartaco (Spartacus, 1960) de Stanley Kubrick, la todopoderosa Universal pagó a la productora de la versión de las andanzas del célebre esclavo que Riccardo Freda había dirigido casi una década antes, con el objeto de que esta no fuera relanzada en el circuito de exhibición aprovechando el estreno de la película protagonizada por Kirk Douglas. Esta maniobra, sin embargo, no evitó que la industria italiana, inmersa en pleno apogeo del péplum, sacara tajada del éxito del film norteamericano, ya fuera con títulos que le aludían de forma directa, caso de La venganza de Espartaco (La vendetta di Spartacus, 1964) o El hijo de Espartaco (Il figlio di Spartacus, 1962), como indirecta, a través un considerable aumento en la realización de cintas protagonizadas por gladiadores. A la vista de estos antecedentes no debe extrañar entonces que, cuando poco tiempo después Samuel Bronston proyectara su mastodóntica La caída del imperio romano (The Fall of the Roman Empire, 1964), los productores trasalpinos aprovecharan la oportunidad para manufacturar sus propios remedos.

De entre todas estas respuestas, quizás la más evidente sea Los dos gladiadores (I due gladiatori, 1964), por más que su título haga pensar que su principal influencia se encuentra en la mencionada cinta de Kubrick. Estrenada también en 1964, tal aseveración se sustenta en que, al igual que La caída del imperio romano, la trama de Los dos gladiadores se basa en la figura real del emperador Cómodo, hijo de Marco Aurelio, desarrollándose el argumento durante el periodo comprendido entre su ascenso al trono hasta su prematura muerte. Pero, mientras que en la película dirigida por Anthony Mann este capítulo histórico sirve de base para la construcción de un drama intimista de ecos shakesperianos, a pesar de su fastuosa envoltura, en el film que nos ocupa es acomodado siguiendo los habituales parámetros del mal llamado cine de romanos, con sus intrigas palaciegas, héroes libertadores de pueblos oprimidos y personajes de una pieza, en esta ocasión partiendo de una premisa de lo más manida dentro de cierto tipo de relato de aventuras: la de los dos hermanos herederos al trono separados al nacer, uno de los cuales desconoce su alta cuna.

El grado de mimetismo para con las constantes del péplum con el que está planteada la película alcanza incluso a la confección de su reparto, en el que actores tan característicos del subgénero como Richard Harrison, Moira Orfei, Piero Lulli o Mimmo Palmara repiten sin demasiadas sorpresas sus habituales roles de héroe de la función, femme fatale y abyectos villanos, respectivamente. La principal novedad en este sentido la aporta la presencia en el elenco de Giuliano Gemma, si bien cabe recordar que, antes de hacerse una estrella, se fogueó dentro del péplum, y de nuestro Álvaro de Luna, del todo inesperada teniendo en cuenta que no se trata de una coproducción con nuestro país; en ambos casos, por lo demás, dando vida a los inseparables compañeros del protagonista.

Ahora bien, dentro de lo rutinario de la propuesta, existen también algunos aspectos novedosos. En este apartado cabe destacar las reminiscencias wéstern, quizás no por casualidad el mismo género que comenzaba a desbancar al péplum como rey de la producción del cine popular italiano, que arrojan las emboscados y ataques que realizan los hombres del villano contra el protagonista y sus compañeros durante su viaje a caballo desde la Galia a Roma, y que hay que atribuirla al director de la película, Mario Caiano, quien, precisamente, por aquellas mismas fechas había velado ya sus primeras armas en el cine del Oeste. Un Caiano que, dicho sea de paso, brinda alguna idea tan inspirada como que en el irremediable enfrentamiento final en el que los dos hermanos dirimen sus diferencias, ambos luzcan idéntico atuendo de gladiador murmillo[1]. Aunque es obvio que la intención primera que busca con esta idea es la de dotar de unas dosis de suspense al duelo, a la hora de la verdad no muy conseguido a causa de la diferente corpulencia de los contrincantes y la propia previsibilidad del momento, de algún modo viene a simbolizar que uno y otro son dos mitades iguales, subrayando así su condición de gemelos.

Por lo demás, la puesta en escena del realizador romano realza el acabado formal del conjunto, haciendo un buen uso del formato panorámico, demostrando tener mano para la composición de planos y ofreciendo vistosas escenas de acción, en especial la batalla entre galos y romanos, a pesar de la evidente utilización de grotescos muñecos para la figuración de los caídos durante la lucha. En la consecución de esta factura formal también contribuye la aparente holgura de medios con la que contó la película, por más que, o tal vez gracias a que, todo parezca indicar que fue rodada en el mismo plan de rodaje con La rivolta dei pretoriani (1964), con la que comparte actores protagonistas e, incluso, responsables, ya que el director de aquélla, el inefable Alfonso Brescia, ejerce aquí de (co)guionista[2].

En cuanto al aludido carácter exploit de La caída del imperio romano, y dejando a un lado su análoga fuente de inspiración, se limita a la idea de que la historia desemboque en el enfrentamiento a muerte entre el modélico militar protagonista y el despótico tirano. La novedad es que en esta oportunidad el duelo se produce sobre la arena del circo, ya que, aprovechando la pasión del Cómodo real por este tipo de espectáculos, en el título que nos ocupa se desenvuelve como gladiador en sus ratos libres. Un desenlace muy parecido al visto en la posterior y exitosa Gladiator (Gladiator, 2000), película que, argumentalmente, no era sino una mezcla entre La caída del imperio romano y el Espartaco de Kubrick. Sobre el papel, puede parecer un tanto descabellado que toda una superproducción hollywoodiense como Gladiator copiara de una modesta (y desconocida) película de género italiana realizada tres décadas antes. Y aunque la causa más sencilla que explique tal coincidencia se encuentre en que ambos títulos beben de idéntica fuente, no está de más recordar que la frase promocional con la que fue lanzado el film de Ridley Scott, “el gladiador que desafió un imperio”, es idéntica al título de otro péplum de los sesenta, Il gladiatore che sfidò l’impero (1965), lo que hace que tampoco sea del todo descartable que, en efecto, los guionistas de Gladiator hubieran tomado este elemento de Los dos gladiadores. Cosas más raras se han visto.

José Luis Salvador Estébenez


[1] Los murmillos eran una clase de gladiadores caracterizados por emplear un casco en forma de pez, protección en el brazo derecho, un escudo de grandes dimensiones y espada corta.

[2] Cabe mencionar la especialización que Caiano parecía tener en este tipo de rodajes conjuntos. No en vano, hay que recordar que fue el responsable de Las pistolas no discuten / Le pistole non discutono (1964), según cuenta la leyenda, la película principal del plan de producción conjunto con la fundacional Por un puñado de dólares / Per un pugno di dollari (1964) de Sergio Leone.

Un comentario en “Los dos gladiadores

  1. Hola, hace algún tiempo vi grabada esta peli y me pareció modesta y más bien mediocre en cuanto a ambición artística.
    El guion creo que es de andar por casa y resulta muy tópica y típica.
    Resulta curioso, eso sí, el ver que se utiliza la figura histórica de Cómodo, co-protagonista en otros péplums, como por ejemplo las magnas «La caída del imperio romano» y «Gladiator».
    Pero también creo que, si se ve sin prejuicios, puede hacer pasar un rato ameno.
    Recuerdo con agrado la presencia de nuestro Álvaro de Luna, que tiene mucho papel dando espadazos y golpes a tutiplén.

    Un cordial saludo a todo/as.

    Iñaki Bilbao

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