Entrevista a Peter MacDonald

Resulta del todo consecuente que en un evento que tuvo su leitmotiv en la reivindicación del trabajo que se esconde detrás de lo que vemos en la gran pantalla como la primera edición del Salón de Cine y Series Cinecon, celebrado entre los pasados 24 y 26 de mayo en Murcia, uno de sus invitados estrella fuera un auténtico currante del medio como Peter MacDonald. A lo largo de sus más de sesenta décadas de profesión, el cineasta británico ha desempeñado todo tipo de labores, desde auxiliar de cámara a director de fotografía, pasando por productor, director de segunda unidad y director principal, acumulando un dilatado curriculum en el que destacan títulos de la talla de 2001: Una odisea en el espacio, Cabaret, Excalibur, el Batman de Tim Burton, Superman, En compañía de lobos, Legend, Dentro del laberinto, varias entregas de la saga Harry Potter, Rogue One o Guardianes de la galaxia, entre muchos otros. No en vano, él es el responsable de escenas tan míticas de la historia del séptimo arte en el último medio siglo como la helada batalla de Hoth de El imperio contraataca.

Toda esta andadura fue repasada por el propio MacDonald en un extenso e interesantísimo encuentro con el público de Cinecon, que por nuestra parte completamos con la realización de la siguiente entrevista.

Un momento de la charla de Peter MacDonald en Cinecon

Operador de cámara, director de fotografía, productor, director principal… ¿Con cuál de todas estas facetas que ha desempeñado a lo largo de su carrera se siente más identificado?

Mi favorita, aunque parezca curioso, era cuando era más joven y trabajaba como operador de cámara en películas como Cabaret, Superman o Un puente lejano. Lo disfruté mucho porque era un trabajo genial de hacer, y, además, no tenía esa enorme responsabilidad que he debido afrontar después en otros puestos. Por ejemplo, cuando estás dirigiendo la primera unidad todo es cuestión de dinero, de tiempo, y a veces supone una gran tensión.

¿De joven tenía vocación de convertirse en cineasta?

No, no la tenía. Tras dejar la escuela encontré un trabajo en Fleet Street, que es la zona donde está toda la prensa escrita en Londres. Trabajé para un periódico australiano y era una miseria. Vi un anuncio en el periódico que decía que la empresa de publicidad Pearl & Dean había abierto un nuevo estudio. Les llamé por teléfono y les mentí sobre lo mucho que me encantaba trabajar con la cámara. Y conseguí el puesto. La semana siguiente estaba trabajando en el estudio, pero no tenía ningún conocimiento sobre cámaras. Así que simplemente mentí todo el tiempo, tanto que estaba cargando la película en la cámara y me tuvieron que mostrar cómo hacerlo. Cuando terminaron la explicación, les dije: «Vale». Y cinco minutos después lo había hecho. Me dijeron que eso era muy, muy rápido, y les respondí: «Bueno, ya veis». Sin embargo, a la hora de revelar la película no apagué la luz, por lo que, al empezar a hacerlo con la luz encendida en la habitación oscura, la película se arruinó. Así que eso fue lo primero que hice, arruinar a película.

Tuve mucha suerte porque el hombre que estaba a cargo me dijo que era un idiota, pero también que debía aprender la lección. Y durante muchos años después de que esto ocurriera le veía cada uno o dos años a medida que avanzaba en mi carrera. Y cada vez que lo hacía le decía que tenía que darle las gracias, porque fácilmente podría haberme echado a la calle. Así que fue muy amable conmigo y aprendí de eso, por lo que siempre he tratado de ser comprensivo con la gente que comete errores. Nadie quiere cometer un error, hacer algo mal. Así que siempre trato de ser muy paciente con la gente y, si cometen un error, trato de hacerles entender que tan solo han cometido un error. No es el fin del mundo. Ya lo han cometido una vez y lo que deben procurar es no volver a hacerlo.

¿No asistió entonces a clases de cámara?

Oh, no. Entré a trabajar en el estudio como cámara directamente desde mi primer trabajo en el periódico australiano. Tras conseguir el trabajo mintiendo sobre lo mucho que amaba las cámaras, al día siguiente estaba trabajando en una película. No podía creerlo, porque era muy emocionante entrar al set, con todas las luces encendidas, en un momento en el que las cosas eran muy grises. Aunque la Segunda Guerra Mundial había terminado hacía mucho tiempo, todavía había racionamiento y era una época muy dura en Londres. Quiero decir, después de la Guerra no teníamos nada, y, de buenas a primeras, encontrarte trabajando en la industria cinematográfica suponía luces brillantes y gente interesante. De repente estaba trabajando con grandes actores, como Sir Laurence Olivier y gente así. No podía creer que estuviera trabajando con algunos de los mejores actores del mundo, y que encima me pagaran por ello. Básicamente yo era un don nadie, así que era muy, muy emocionante. A veces me despertaba pensando: «¿Ha sido un sueño? ¿Realmente está sucediendo todo esto?». Por eso, en los últimos años, siempre he intentado ayudar a los cineastas más jóvenes a progresar. Les hago entender y les ayudo a ver, a hacer bien su trabajo.

Peter MacDonald y Mark Hamill bromean durante una pausa del rodaje de la batalla de Hoth de «El imperio contraataca»

Entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta trabajó en varias películas que supusieron un punto de inflexión en la historia del cine y en el propio funcionamiento de la industria, caso de las dos primeras entregas del Superman encarnado por Christopher Reeve o El imperio contraataca. ¿Cuándo se encontraba trabajando en ellas tenía la sensación de que iban a ser tan revolucionarias?

En efecto, hice Superman I y II, El imperio contraataca, trabajé con Barbra Streisand en Yentl, en Un puente lejano, que fue una gran película de guerra con Robert Redford de protagonista, en el film sobre Vietnam La colina de la hamburguesa, o en El regreso de la pantera rosa con Peter Sellers. Hice muchas películas diferentes, películas muy importantes, y todas diferentes entre sí, lo que las hace emocionantes. Siempre esperabas que tuvieran éxito, que les fuera bien, y que con suerte la gente hablara de ellas durante muchos años. Y con algunas ha ocurrido. Pero nunca se sabe.

Su labor dentro de El imperio contraataca fue hacerse cargo de la segunda unidad que rodó la mítica batalla de Hoth. Para hacerlo, creo que usted y el resto del equipo tuvieron que enfrentarse a unas condiciones meteorológicas muy duras que dificultó mucho su trabajo. ¿Es cierto?

Rodamos en Noruega, en el oeste. Y, sí, fue difícil, porque fue el invierno más frío en 50 años. Hacía 40 grados bajo cero, por lo que las cámaras dejaron de funcionar y la gente tenía mucho, mucho frío. Y lo que pasa cuando tienes mucho frío es que bajas el ritmo, y solo quieres que pase el día. Recuerdo que en un momento determinado del rodaje, viendo lo lento que trabajaba el equipo le dije a mi asistente: “¿Qué está pasando? Asegúrate de que se acuesten temprano”. Pero él me replicó: “Se están congelando. Están a 40 grados bajo cero, y tienen la nariz y la boca congelada”.

En el equipo teníamos a un noruego que era experto en clima. Me reuní con él y le dije: “Parece realmente malo. Solo quiero que si las cosas están mal me lo digas: Eso está mal y tenemos que irnos”. Un día estábamos filmando y parecía que todo estaba bien. Sin embargo, este hombre me dijo que por favor paráramos el rodaje, que teníamos que regresar al hotel. Aunque yo no veía que hiciera tan mal tiempo, le hice caso y nos marchamos. No teníamos vehículos para abrir la nieve y tardábamos alrededor de tres cuartos de hora para llegar al hotel. Pues bien, a mitad de camino nos golpeó una ventisca y no podíamos ver nada. Por suerte, los conductores tenían mucha experiencia y consiguieron llevarnos de vuelta al hotel sanos y salvo. Y entonces te das cuenta de que no puedes jugar con la naturaleza. La naturaleza es muy fuerte y no importa quién seas y cuál sea tu ego; si hace 40 grados bajo cero en la ventisca podrías estar muerto antes de que te des cuenta.

Sylvester Stallone y Peter MacDonald (a la derecha) en un descanso de rodaje de «Rambo III»

En 1988 dio el salto a la dirección de la primera unidad con Rambo III, que originalmente dirigía Russell Mulcahy. ¿Qué ocurrió para que le sustituyera en pleno rodaje?

Yo había dirigido la segunda unidad en la segunda parte, donde tuve una buena relación con Stallone y los productores. Así que cuando hicieron la tercera me volvieron a llamar para que me hiciera cargo de la dirección de la segunda unidad. El director de la primera unidad, Russell Mulcahy, era un hombre muy, muy agradable, pero no debería estar haciendo películas de acción. Era la última persona que debería dirigir ese tipo de películas. Así que el rodaje se retrasó y lo que había filmado no parecía muy emocionante. Como Russell me había caído muy bien, una noche le dije: “Tienes que tener mucho cuidado. Estos productores son despiadados y, a menos que empieces a acelerar el ritmo de rodaje, se desharán de ti”. Él me respondió que no, que nunca harían eso, y yo le insistí en que me hiciera caso. A la semana siguiente le despidieron. Si me hubiera escuchado y se hubiera dado cuenta que tenía que acelerar, pero no podía… La producción era muy cara y él era bastante lento. Estaba haciendo gramática, no Shakespeare o Dickens, solamente gramática. Todos sabíamos lo que los productores querían: mucha acción y muchos músculos. A mí me puso muy triste que le despidieran, porque era un buen hombre, pero era inevitable que pasara. Así que cuando se fue, yo tuve que tomar el control.

¿Qué tal fue su relación con Stallone durante el rodaje?

Buena, porque, como ya he dicho, había hecho la segunda película de Rambo con él. Y, después, también hice otra película que protagonizó con Kurt Russell, Tango y Cash. En total hice tres películas con Stallone.

Comparada con sus dos antecesoras, la cierto es que Rambo III es bastante diferente. Es muy exagerada y tiene toques cómicos. ¿Respondía a su visión de la película o, de algún modo, fue consecuencia de las condiciones productivas con las que se rodó el film?

El caso es que tenía que ser más grande, ya sabes, mucho más grandiosa que las dos películas anteriores, que eran bastante pequeñas. Y yo era bastante bueno rodando grandes secuencias de acción. Por otra parte, también quería ponerle algo de humor. Ya sabes, siendo inglés, tenía que intentar conseguir un poco de humor. Así que lo hablé con Stallone y estuvo de acuerdo. Debo decir que fue alguien muy bueno, porque me dejó hacer lo que yo quería hacer. Pero también tenía que respetarlo, claro. Al fin y al cabo él escribió el guion y creó el personaje, así que era su invención. Así que tampoco podíamos hacer cambios demasiado sorprendentes o corríamos el riesgo de confundir a la audiencia. Me sentí muy bien trabajando con Stallone. Es un hombre muy brillante, muy agudo, muy inteligente. 

Peter MacDonald y el doble de acción David Holmes escuchan atentamente las preguntas de Rubén Jiménez Brinquis, organizador de Cinecon, durante la charla sobre el trabajo de los especialistas

Curiosamente, poco tiempo después vuelve a dirigir la tercera entrega de una saga muy famosa del cine de los ochenta, “La historia interminable”. No obstante, creo que estuvo a punto de retirar su nombre de los créditos. ¿Qué pasó exactamente? 

Terminada la película, los productores la reeditaron a mis espaldas y no pude hacer nada al respecto. Hicieron la película como ellos querían, en lugar de como yo la quería. Mi agente me dijo que si quería podíamos impugnarlo, pero me iba a costar una cantidad enorme de dinero hacer que los abogados fueran a los tribunales. En vista de ello pensé: «Joder, no puedo pasar cuatro o cinco meses gastando un dineral en abogados y procuradores». Así que tuve que dejar que hicieran lo que quisieran.

Y, sí, pedí que quitaran mi nombre de los créditos, pero mi agente me lo desaconsejó. Cuando le dije que quería hacerlo, me respondió que no creía que debería hacerlo, que era mejor mostrar fuerza y aparecer acreditado como reconocimiento a mí trabajo. Así que mi nombre se quedó allí. No fue una experiencia feliz.

Si en Rambo III había dirigido a Sylvester Stallone, en Soldado de fortuna hace lo propio con otra de las grandes estrellas del cine de acción de la época, Jean-Claude Van Damme, y como ocurriera en su ópera prima lo hace sustituyendo al director inicialmente previsto, en este caso Sheldon Lettich…

Creo que sí, siempre hago eso (risas). El director no pensaba en grande, pensaba en hacer algo genial y los inversores querían una gran película. Teníamos un gran set en el desierto, con doscientas o trescientas personas. Así que los que pagaban querían algo grande, pero este director quería algo pequeño. Así que le dijeron adiós y yo tomé el mando. Como había trabajado en dos o tres películas con Van Damme, teníamos una buena relación. Además, en el reparto había muchos actores ingleses muy buenos. Y Jean-Claude no estaba acostumbrado a tener actores buenos a su alrededor. Realmente, no había tenido esa experiencia antes, y de repente se encuentra rodeado por estos actores que hacen Shakespeare y Chéjov. Y eso le ayudó mucho. También, porque la mayoría de los actores ingleses son muy disciplinados. Llegan a tiempo a rodar y se saben sus líneas. Y creo que Jean-Claude aprendió de ellos que no hay que ser un imbécil, sino que puedes ser una buena persona. Pienso que aprendió mucho en esta película.

Una curiosidad. ¿En la película Van Damme rodó él mismo sus escenas de acción o usó un doble?

Rodaba todo lo que podía, caballos aparte, ya que no era bueno montando. Ya sabes, los caballos son muy peligrosos, ya sabes, y si haces acción con ellos debes de tener realmente cuidado. Así que este tipo de tomas la solía hacer la mayor parte un doble, y después rodábamos primeros planos de él para que la escena funcionara una vez montada. Pero cualquier pelea normal la hacía él. Era mejor en una pelea normal de kickboxing que el especialista. Era realmente muy bueno y de una forma increíble. Al contrario que con otros actores, con Jean-Claude todo era real.

Y de todas las películas que realizó como director de la primera unidad, ¿de cuál se siente más orgulloso?

Siempre sentí que podía hacerlo, que debería haberlo hecho y que podría haberlo hecho mejor como director. En realidad, nunca sentí que realmente lo fuera. Debería haber sido más fuerte, debería haber pensado más en lo que quería, así que no sé si alguna vez me sentí realmente feliz u orgulloso de alguna de estas películas. Quiero decir, están bien, pero no pensaba: “Oh, esto es fantástico”. En cambio, trabajar con Bob Fosse en Cabaret fue como el punto culminante de mi carrera. Me encantó, porque estábamos haciendo una película extraordinaria, con grandes actores, música magnífica, y eso hizo que fuera realmente maravilloso de hacer.

No en vano, creo que sus películas favoritas son los musicales, ¿verdad?

Sí, me encantan. Es algo mágico.

¿Nunca tuvo la oportunidad de hacer un musical como director?

No, no dirigido por mí. Trabajé con Barbra Streisand en Yentl y con Bob Fosse en Cabaret, como ya he comentado. También hice ballets con Nuréyev. Hice todos estos trabajos diferentes, pero nunca alguno que fuera totalmente mío. Pero todavía soy joven para poder hacerlo (risas).

José Luis Salvador Estébenez & Javier Ramos

Fotografías: Javier Ramos

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