El camino hasta «Furiosa» de la saga «Mad Max»

¿Quedan lectores de este blog que no conozcan, siquiera de oídas, la saga de Mad Max? Si es así, aparte de comunicarles mi más desacomplejada envidia por no tener la retina galvanizada por las andanzas de Max Rockatansky, les exhorto a que lo hagan de inmediato. La recompensa que les aguarda es muy grande, del tipo de las que le acompañan a uno para siempre por su discurrir cinéfilo y vital.

Un rápido vistazo a la trilogía distópica clásica (1979–1985)

El cineasta George Miller inició su carrera filmográfica narrando las aventuras del ronin (samurái sin amo) más desencantado de todos en 1979 (Mad Max – Salvajes de autopista), 1981 (Mad Max 2, el guerrero de la carretera) y 1985 (Mad Max, más allá de la cúpula del trueno). En paralelo descubría al mundo al actor Mel Gibson, que se adueñó por completo del personaje.

Tres películas que con el paso del tiempo se convirtieron en auténticos iconos del cine de acción de los ochenta, sobre las cuales se ha escrito y hablado muchísimo a lo largo de una infinidad de artículos, ensayos, entrevistas… La trágica historia de Max forma parte inseparable de esa época, con muchos aficionados que la revisaron en esa mágica década en cintas de VHS (los más afortunados en LaserDisc). Con la llegada de los modernos DVDs y Blu-Rays revisar la saga se ha convertido en tarea mucho más sencilla y accesible.

Establecer una prelación entre esas tres películas, a estas alturas, se antoja una tarea un punto estéril. Ninguna de las tres es una película perfecta (algo totalmente condicionado a los gustos de cada uno), y en todas hay irregularidades y enormes aciertos. Analizándolas en conjunto conforman una mitología distópica irresistible.

1979 – Mad Max

La locura, antes de la de Max, corresponde al rodaje de la primera película. Viendo el magnífico making of The Madness of Max (que dura dos horas y media) el espectador se da cuenta del milagro fílmico que supuso para Miller y su equipo levantar la obra. Antes de ver este largo y apasionante documental tenía en muy buena estima la obra de 1979, pero tras su visionado la percepción de la misma se formateó del todo. Ni el presupuesto ajustado, ni el aroma de película de serie B, suponen demérito alguno. Las sensaciones son las mismas que tuve cuando vi la primera versión para televisión de la película 1984 (1956, Rudolph Cartier junto a The BBC Television Orchestra), con un acertadísimo Peter Cushing  como protagonista. La ausencia de medios potencia sobremanera la percepción de un mundo desolado. En el caso de Mad Max, los estertores de un mundo donde la fina capa de civilización comienza a derrumbarse. Todo regado con unas persecuciones en carretera que uno no puede ver sin sentir un escalofrío por lo arriesgadísimo de su puesta en escena, con una sensación de verismo incomparable.

1981 – Mad Max 2 / The Road Warrior

La película que pulveriza el dicho “segundas partes nunca fueron buenas”. Una introducción en formato 4:3. Una voz en off que nos indica que estamos en un futuro post-apocalíptico. Y una impecable transición al formato panorámico (con un glorioso rugido del Interceptor de Max). Miller nos sumerge de lleno en el leitmotiv de este nuevo mundo, la supervivencia del más fuerte sobre ruedas, en una huida constante a ninguna parte, saqueando los restos de la antigua civilización, con una enfermiza obsesión por la gasolina. La trama se simplifica respecto al primer film, pero el catálogo estético de vehículos readaptados a ese mundo es, al igual que el diseño de vestuario, exuberante. Golpea visualmente como el universo del cómic RanXerox (1978, guionizado por Stefano Tamburini y dibujado por Andrea Pazienza y más adelante por Tanino Liberatore), publicado en 1980 en España. Y regala en su final una persecución antológica, filmada con un pulso deslumbrante, y un colosal sentido del ritmo. El crudo verismo de las escenas de acción del primer Mad Max fluye de nuevo de manera completamente natural, dejando al espectador exhausto. Y no será la primera vez que ocurra. Una gran experiencia cinematográfica, un monumento del cine de acción.

1985 – Mad Max Beyond Thunderdome

La expectación por esta película era enorme. El listón dejado por Mad Max 2 era muy alto, y en la tercera entrega (que está lejos de ser un relleno) Miller dirige la película más compleja a nivel argumental de toda la saga, algo que desde luego siempre es bienvenido, pero que por desgracia lima mucho todo el despliegue de acción y violencia visto hasta ahora, llegando al punto de ser la película más para todos los públicos de la saga. Mientras que la primera y segunda entrega no estaban recomendadas en España para menores de 18 años, la tercera bajaba la edad hasta los 13 (a día de hoy, ha bajado a los 12). Con todo, estamos ante un film de aventuras con momentos icónicos, como los de la pelea de Max con el contendiente en la arena de la Cúpula del Trueno, y una Tina Turner que roba sin parar todos planos en los que aparece. Las persecuciones, lástima, están reducidas al mínimo, pero ofrecen destellos de la genialidad de Miller a la hora de rodarlas. En contrapartida es la película donde más información tenemos sobre el contexto en el que transcurre. No es una mala película, pero quizás pretende abarcar demasiado, a la par que desnaturaliza la esencia de Max en su última encarnación por parte de Mel Gibson.

2010 – Un homenaje con Stylo

El grupo Gorillaz homenajea a Mad Max en su videoclip para el tema “Stylo”, single de su disco Plastic Beach (2010). Cinco minutos de una divertida persecución donde un entrañable Bruce Willis intenta dar caza a los miembros del grupo. Puede parecer poca cosa, y desde luego está del todo fuera del canon de Max, pero cuando el aficionado a esas tres películas que ha visto una y otra vez pasa hambre por estar tantos años sin un nuevo episodio, y tiene acceso a material tangencial de un mundo que aprecia tanto, le saca chispas sin parar. Algo tendrá el vídeo, que acumula la friolera de más de 143 millones de reproducciones hasta la fecha.

2015 – Mad Max: Fury Road

Cinco películas más tarde, y treinta años después (ya podría ser Miller tan prolífico como Ridley Scott sin que resintiera la calidad de sus siempre interesantes películas), llega el turno de la nueva fase para Mad Max. Larga fue la espera, y mereció muchísimo la pena.

George Miller crea una monumental catedral del cine de acción. Y en modo alguno me estoy dejando llevar ni por el entusiasmo, ni por la idolatría. No me gusta emplear expresiones así a la ligera. No estaba preparado para lo que iba a ver en la sala de cine. Sabía que Miller había refinado sus poderes (me prometí no ver el tráiler promocional y fracasé miserablemente, tal era el hambre de Max que tenía), pero no sospechaba hasta qué punto. Esta Furia en la carretera es simplemente extenuante, agotadora. Un viaje en la montaña rusa total, donde experimentas demasiadas cosas en demasiado poco tiempo, y algo hace “clic” en tu cerebro y te descubres disfrutando como muy pocas veces lo has hecho en un cine.

“Oh, vaya, un exagerado más. Ya habló el converso de turno”, pensarán algunos de los que lean estas líneas. Yo simplemente responderé que a las pruebas me remito. Hay una forma sencillísima de adentrarse en el apabullante universo de Fury Road sin hipotecar dos horas del valioso tiempo del espectador (las cuales cunden, por cierto, como veinte minutos, tal es el poder hipnótico del film, pero de eso hablaremos más adelante). Basta con visionar la primera media hora exacta de la película, la cual funciona como un magnífico cortometraje que, incluso, tiene el maravilloso detalle de terminar con un fundido a negro (¿Casualidad? Cada vez lo dudo más). Si tras ese visionado de treinta minutos el espectador ha terminado del todo descontento, más le vale que no insista. El que persista se verá recompensado de una manera exponencial.

El salto generacional entre la tercera y cuarta entrega es enorme (al igual que sucede entre las dos películas de “Tron”, la de 1982 y Tron: Legacy, de 2010), y se extiende aún más atrás en el tiempo, en concreto a 1981, año en el que como sabemos se estrenó Mad Max 2, su film espejo en más de un sentido. Fury Road es su versión aumentada y corregida, abrazando sin reservas la épica y la hipérbole, luciendo un músculo cinematográfico insólito. La película te agarra del cuello y no te suelta en sus dos horas de metraje. Trastoca el tiempo, acortándolo, y los sentidos, saturándolos.

Tom Hardy toma el relevo de Mel Gibson (quien en 2015 tenía 59 años, quizás un poco mayor para encarnar a Max, pero ahí tenemos a Harrison Ford dando vida a Indiana Jones en su quinta película a sus 81 años…), en una primera escena donde, tras una breve introducción basada de nuevo en la voz en off, entramos de lleno en una persecución donde la captura de nuestro protagonista es la excusa perfecta empleada por Miller para mostrarnos el nuevo mundo que se abre ante nuestros ojos. Uno donde las hermosísimas panorámicas del desierto de Namibia lucen con una colorimetría arrebatadora. Y donde la dictadura es la forma natural de gobierno.

A Max le ayuda Imperator Furiosa, una Charlize Theron que forja un personaje que, como hizo Tina Turner con Mel Gibson en el pasado, no para de robarle planos y protagonismo al expolicía, quien en más de una ocasión se muestra más como un testigo.

Por otra parte, las expresiones lingüísticas van mutando de manera fascinante, así “aqua cola” designa el agua, los seguidores del caudillo Immortan Joe se autodenominan, aparte de como “War Boys”, “Fukushima Kamakrazee” (una aféresis que alude genéricamente al desastre nuclear que condiciona sus vidas y a su loca voluntad suicida). El nuevo lenguaje corta en transversal los no muy abundantes diálogos del film, aportándole mucha riqueza, profundidad y dinamismo. No estamos a los niveles del “nadsat”, la jerga de la novela La naranja mecánica (Anthony Burgess, 1962).

El despliegue visual de los nuevos vehículos es una fiesta barroca. En el primer Mad Max tenemos vehículos civiles con muy pocas modificaciones, las cuales se disparan en la segunda entrega, estancándose en cierta manera en la tercera (donde prima más la utilidad del vehículo que su vertiente estética). Pero ahora todo el magnífico despliegue de 1981 se multiplica exponencialmente. Los coches son alucinantes versiones remezcladas que oscilan entre homenajes al pasado (incluyendo un delicioso guiño a Los coches que devoraron París, Peter Weir, 1974) y una fusión insólita que da lugar a un estilo salvaje, donde todo está escorado a la función máxima de rodar a la mayor velocidad. Los creadores del diseño de producción se han lucido a lo grande, tal y como se puede comprobar en el fantástico libro The Art of Mad Max Fury Road. El minimalismo de la cita “menos es más”, del arquitecto Mies Van der Rohe se hace trizas, en Fury Road “más es mejor”.

Todo este potencial se ve realzado por el ritmo y el montaje del film, que recombinan todos esos elementos en una amalgama única que concede muy pocos respiros al espectador, el cual está maravillosamente perdido en todas y cada una de las persecuciones que tienen lugar a lo largo del metraje.

La guinda que corona por todo lo alto este incontestable espectáculo es la banda sonora del neerlandés Junkie XL, alias de Tom Holkenborg. Por fin en la saga de Mad Max la música cobra la importancia que se merece, sin desmerecer en absoluto la labor del australiano Brian May en las dos primeras películas y la del francés Maurice Jarre en la tercera. En la trilogía clásica la banda sonora cumple con un cometido de refuerzo de la acción en el caso de May. Jarre en cambio dota al film de un toque más aventurero. Pero Holkenborg realza de manera impresionante tanto las escenas de acción como las más solemnes, arropando esta cuarta entrega a unas cotas insólitas. Y no se puede no mencionar el delirio sonoro de algunos de los vehículos que incorporan gigantescos sistemas de sonido. Imborrables para la retina los gigantescos camiones dotados de enormes tambores y el para siempre icónico transporte con multitud de altavoces donde el War Boy que toca épicamente la guitarra eléctrica con lanzallamas en su mástil deja perplejo al espectador.

La trama es, nuevamente, sencilla. Puede, de hecho, sintetizarse en dos o tres líneas. Con todo el espacio dado a la acción sin respiro, la inserción de más capas que habrían enriquecido aún más la historia se habría cobrado un tributo muy alto, el forzoso incremento del metraje. Al kamakrazee que escribe estas líneas ello no le importaría en absoluto, pero con dos horas de esta historia, y tal y como la ha contado Miller… todo está donde tiene que estar. Un Mad Max: Fury Road Director’s Cut no tendría mucho sentido, porque ya existe, es la versión estrenada en cines. Aunque también hay otra, aspecto que abordaremos enseguida. Sobre la sencillez de la trama resulta muy conveniente aclarar que el universo de Mad Max: Fury Road se amplia sobremanera en los cómics que fueron publicados en paralelo al estreno del film. De ellos hablaremos más adelante.

2015 – Mad Max: Fury Road Black & Chrome

En palabras de Miller, que pueden escucharse en la presentación de la edición en Blu-Ray de la versión negra y cromada de Fury Road (es decir, en blanco y negro), ésta sería su versión favorita de la película. De nuevo el germen hay que buscarlo en Mad Max 2. Miller cuenta que a la hora de que el compositor Brian May insertara su música, estaba utilizando un copión en blanco y negro de la película. Viendo las escenas se dijo a sí mismo que Mad Max 2 tendría que haber sido estrenada en blanco y negro…. Treinta  y cuatro años después pudo quitarse la espina con Fury Road.

¿Qué versión es la mejor? Tenemos la suerte de contar con ambas, y aquí no hay jerarquías, sino diálogo. La versión estrenada en cines, la de color, es de una gran belleza y contraste. No distrae pese a su magnífica omnipresencia. La versión en blanco y negro resta información, evidente. Pero mencionando de nuevo a Mies van der Rohe, aquí sí que menos es más. La ausencia de color hace que la acción cobre aún mayor protagonismo. La consiguiente disminución del contraste hace que el caos de algunas escenas de acción sea aún mayor, pero en modo alguno ello se percibe como una carencia. Por último, gracias a la decoloración, Fury Road se adentra en terrenos más clásicos, más atemporales. Si se le quita el sonido el efecto es aún mayor, es como si viajara en el tiempo. Entiendo y respeto a Miller, pero me quedo con las dos versiones.

2015 – Fury Road se expande en cuatro precuelas en formato cómic

El primer cómic, Nux e Immortan Joe, narra los orígenes de ambos personajes. El segundo, Furiosa, transcurre justo antes de los hechos narrados en Fury Road. El tercer y cuarto cómic, Mad Max Partes 1 y 2, sirve de puente entre los eventos del tercer y cuarto film.

Conviene no tomar a la ligera este universo expandido de Fury Road en cómic, ya que ha sido creado por George Miller, el coguionista Nico Lathouris y el coguionista y dibujante de story board Mark Sexton. Es por tanto, contenido canónico de lo más interesante. A destacar el primer cómic dedicado a Mad Max, que nos ofrece un resumen de la trilogía clásica de Mel Gibson como Max, pero con el semblante de Tom Hardy, dejando bien a las claras que Fury Road no es ningún recomienzo de la saga.

El conjunto de los cuatro cómics fue publicado en un solo tomo. Permanecía inédito en español hasta este mismo año. Incorpora un relato más, El camión de guerra, que es todo un acierto.

2015 – Videojuego Mad Max

Pasamos de no tener nada durante varios años… a una transmedia nada desdeñable en solo uno. El videojuego de Mad Max funciona a modo de entretenida golosina para los que siempre quisieron conducir por el Páramo. No forma parte del canon oficial, es como un verso libre, pero se inspira obviamente en el universo de la saga. No obstante, el jugador no tiene que hacer mucho esfuerzo para imaginarse que está viviendo una entrega más de las aventuras de Max que puede ubicar, por ejemplo, en un momento previo o posterior a los eventos del cuarto film.

2024 – Furiosa: A Mad Max Saga

De inminente estreno en España, la nueva entrega de este universo distópico sigue la senda de los cómics a la hora de decantarse por la precuela. Todo indica que Miller saldrá airoso con su propuesta, mi único deseo es que el rayo vuelva a caer en el mismo sitio que el cuarto film. Fury Road tenía la gran ventaja de estar muy distanciado de la anterior película, algo que desde luego no pasa con Furiosa. Las comparaciones van a ser inevitables, ojalá ambas películas salgan reforzadas. Bien lo tiene merecido su gran director.

David Cortabarria Arregui

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