Entrevista a Juan Francisco Viruega, director de «Amanece»

Aprovechando el paso por el Festival de Cine de Alicante del director almeriense Juan Francisco Viruega para presentar su primer largometraje, Amanece, quisimos hacerle una entrevista sobre la realización de esta interesante película y sobre su reciente nombramiento como director del Almería Wéstern Film Festival, del que ya fue director en los años 2016, 2017 y 2018.

Hasta ahora sólo habías hecho cortos, el último en 2019. ¿Por qué has tardado en volver a la dirección?

Sí, sí, hice un cortometraje, La cicatriz, luego un documental y ya hasta la peli. Evidentemente, levantar una película es un trabajo arduo, sobre todo cuando es una película independiente, sin subvenciones, donde tienes que buscar la financiación, hablando con patrocinadores, televisiones y mucha gente. Han sido tres años entre escribir el guion y levantar la financiación; que no es tanto, porque hay gente que, para levantar su primera película, se tira cinco o siete años, que a mí me sorprende mucho. Porque de la persona que eras cuando escribiste la historia, a la persona que eres cuando la ruedas, has cambiado totalmente.

¿Cómo y cuando surgió la idea de hacer un largometraje como Amanece? ¿El guion está inspirado en alguna historia personal o es algo meramente inventado?

La historia empecé a escribirla en 2019, la rodamos entre 2021 y 2022, y la terminamos en 2023. La estrenamos en el Festival de San Sebastián de 2023. Siempre digo que es una historia biográfica, pero no porque esté contando algo en primera persona, sino porque estoy haciendo un retrato de una generación, o sea, de personas, amigos, familiares, compañeros de trabajo, que al final estamos ahí un poco todos representados en cuanto a que somos una generación que nos hemos comido dos crisis económicas, o una frustración laboral, con una relación intrafamiliar también entre padres e hijos, porque nuestros padres, de alguna manera, se han desvivido para darnos una oportunidad a todos nosotros para tener formación universitaria. Pero dentro de todo ese trabajo pues, muchas veces, lo que ha habido es una carencia efectiva. Y me apetecía hablar de cómo esa carencia afectiva se genera muchas veces en la infancia, aunque tengamos unos padres que lo hayan dado todo, y es lo que nos hace ser erráticos en la búsqueda del amor sentimental, y como ante la inminente perdida o desaparición de la madre, estas dos hermanas vuelven al hogar para compartir los últimos días juntas.

Iria del Río y Aura Garrido son las hermanas protagonistas de «Amanece»

A cada una de las hermanas protagonistas le dedicas un capítulo introductorio y luego terminas con una resolución final. ¿Qué es lo que querías explorar con esta historia? ¿La importancia de la familia en momentos dramáticos frente a los conflictos personales?

Yo creo que la familia, como núcleo, siempre está en conflicto, desde la propia infancia, porque es un poco antinatural que bajo el mismo techo convivan personas que están en momentos vitales tan distintos. Parece que cuando cortamos el cordón umbilical y de alguna forma nos independizamos para ir a vivir a un piso compartido con estudiantes, o para ir con la pareja o con lo que sea, empezamos a vivir una primera libertad, que no es una libertad mejor ni peor que la que se vive dentro del núcleo familiar, pero es verdad que los padres al final están obligados a educarnos, a formarnos. Son como imposiciones que provocan que la familia siempre esté en conflicto. Yo entendiendo el conflicto no como algo negativo, sino algo de lo que surgen unas búsquedas personales. Me gustaba partir de esa materia prima del conflicto que surge en el núcleo familiar para hablar del desarraigo y de la búsqueda de la identidad personal en una época contemporánea. Y, sobre todo, utilizar el paisaje como elemento metafórico poético y también para hablar de los personajes.

En la historia las protagonistas son mujeres, pues no hay hermanos varones y el padre ya ha fallecido. Siendo hombre, ¿cómo conseguiste adentrarte en la mentalidad femenina y crear estos personajes?

Creo que realmente los temas de los que habla la película son universales, no son femeninos ni masculinos, sino universales. De hecho, yo estoy representado en una de las protagonistas. Si hay algo que es muy específico de la relación entre madres e hijas, que no se da quizá con hombres, es la exigencia tan alta que hay entre las madres con respecto a sus hijas. Porque las relaciones que se establecen entre las madres y los hijos, o entre los padres y las hijas es diferente, pero, lo que yo he vivido, tanto en la mía propia como en otras familias que me han rodeado, es que siempre hay una relación muy especial, cuya naturaleza se da solo entre madres a hijas. Eso para mí es lo más femenino que puede haber en la película. Todo lo demás me parece que da igual que sean mujeres u hombres, aunque sí es cierto que es una historia que quería contar a través del punto de vista de mujeres. ¿Por qué? Bueno, porque al final las mujeres creo que tienen una capacidad y en este caso vivimos en un país con una tradición de actrices brillantes, que además trabajan ese nivel de sutileza, ese tono que yo quería narrar la historia, y que exponen su sensibilidad de una forma mucho más sincera, honesta, al espectador. Los hombres somos mucho más cerrados en nosotros mismos. Y las mujeres, no es que lo verbalicen todo, ni mucho menos, pero hay algo en el silencio femenino que me cautiva mucho, y que quería registrar a través de la cámara.

Isabel Ampudia e Iria del Río en una escena de la película

Como he dicho, cada una de las protagonistas tiene su propia historia y sus propios conflictos. ¿Cómo trabajasteis en la preparación de los papeles? ¿Por separado y luego buscando esa conexión que hay entre ellas?

Algunas escenas individualmente y otras en grupo. Cada una tiene una forma de trabajar. Aura Garrido e Isabel Ampudia tienen un método interpretativo o unas herramientas de trabajo más parecidas, son actrices más de técnica. Iria del Río en cambio es más orgánica, más de vivir el aquí y el ahora, de una forma más visceral. En cada toma te da una cosa diferente. Rebeca es una mezcla de las dos, porque Rebeca Sala tiene lo bueno de la técnica y lo bueno del aquí y ahora. Es una actriz que es muy curiosa, muy observadora, que está muy enchufada a lo que está ocurriendo en el presente, en el momento. Sin embargo, había algo que yo sabía que no podía tener hasta llegar al rodaje, que era el paisaje y cómo las actrices tienen que incorporar e integrar todo lo que este le daba a nivel visual, de sensaciones, de temperatura y a nivel atmosférico. Y eso yo quería capturarlo con la cámara.

Al hilo de lo que comentas, el paisaje tiene su papel en la historia que narras. La película está rodada en el desierto y en las playas de Almería, magníficamente fotografiados, por cierto. ¿Qué papel tiene el paisaje en la película?

Sí, es un paisaje que yo conozco muy bien, que es el desierto de Tabernas y el Cabo de Gata, en Almería. Yo no quería utilizar ese paisaje de fondo como algo decorativo. Quería que fuera algo narrativo y metafórico. En el caso de Aura es el desierto. En el caso de Iria es el mar, el poder sanador que tiene el mar. Yo creo que el mar es un elemento muy femenino. Y en el caso de la madre que está enferma era la sal, como un elemento que va comiéndose la casa en la que vive y que también se está comiendo su propia enfermedad, el cáncer que se la está comiendo a ella. Son los tres paisajes, las balsas de sal, el desierto y el cabo de Gata.

Un ejemplo del protagonismo del desierto en «Amanece»

La película tiene un ritmo bastante pausado y tranquilo, con muchos momentos de silencio y pocos diálogos, e incluso con algunos momentos oníricos. ¿Por qué quisiste hacerla así?

Bueno, cada uno de los tres personajes hace un viaje, un viaje emocional y, de hecho, hay un momento en el que hay casi doce minutos de película sin diálogos. Para mí no es una película silenciosa porque es una película que tiene un diseño de sonido donde imperan tanto los sonidos orgánicos de los personajes como el sonido del paisaje. Entonces, evidentemente tiene un ritmo lento, pero porque creo que es una película que invita al espectador, es exigente para el espectador, lo invita a despejarse de todo, del teléfono, y hacer un viaje emocional, sobre todo muy sensorial. Creo que no se experimenta igual viendo la película en el cine que en la pantalla de un ordenador o en una tele de la casa, porque es una película que te invita a hacer un viaje y una inmersión a través del paisaje, de los sonidos, de las emociones, del rostro humano. Esa era mi apuesta.

Después de esta película, ¿Cuál va a ser tu próximo proyecto?

Ahora estoy preparando otro proyecto, pero no sé cuándo se podrá hacer. Está en fase de escritura.

Cambiando de tema, recientemente has vuelto a ser nombrado por segunda vez director del Almería Western Film Festival ¿Qué ha supuesto para ti volver a dirigir este certamen?

Me apetece mucho volver, es una propuesta que me han hecho y, la verdad, es que no esperaba volver. Es cierto que yo dejé el festival, pero fue porque no me encontrara bien. De hecho, dejé el festival en un momento en que estaba en una edición muy alta: trajimos a Claudia Cardinale e hicimos el homenaje a Carlo Simi, el constructor de decorados. Fue una edición muy bella, la del 2018, pero sí que sentía que había completado un ciclo dentro del festival y que necesitaba levantar mi película. Necesitaba poner mi energía y mi dedicación en levantar mi película. Y no era compatible.

Ahora que he hecho la película, me lo volvieron a proponer y me apetecía muchísimo, porque hacer un festival también es como hacer una película, en cuanto a que tienes que preparar algo, construir un relato para llevárselo a un espectador. Y para mí lo más bonito es trabajar el arte o la cultura para conectar personas. Entonces, me parece que montar un festival, y en concreto un festival de género wéstern como el de Almería, que está tan vinculado al territorio, al paisaje y a un público que lo vive de una forma tan profunda, tan sincera, con gente que va al festival y que viene de Francia, de Italia, de Estados Unidos, de Japón, que se coge sus vacaciones para vivir cinco días a tope, me parece una responsabilidad muy grande crear algo para esas personas que vienen a vivirlo de esa manera, que tiene un amor tan grande al cine. Es lo que más me gusta y me conmueve de este festival. Es un festival que tiene mucha autenticidad, en el que la gente va a vivirlo a los lugares donde se celebra: el desierto, los poblados, el pueblo de tabernas. Además, la gente de Tabernas es súper acogedora y familiar. Entonces pensé: cómo no cogerlo.

¿Vas a querer darle algún nuevo enfoque o vas a mantener la estructura actual?

Bueno, siempre tengo en la cabeza con muchas ideas. El festival tiene cosas que funcionan muy bien y evidentemente lo que funciona bien, ¿para qué cambiarlo? Pero luego hay cosas que tienen que ver con las actividades paralelas. Yo siempre intento darle una importancia a la parte pedagógica, cultural y sociológica. Entonces, este año, sobre todo, le voy a dar mucho protagonismo a temas que están inherentes en el cine wéstern, que es la concienciación por la escasez del agua del desierto y que, además, en el desierto de Tabernas es fundamental. La concienciación de la sociedad sobre este bien de consumo. La llegada del ferrocarril, en un momento en el que, además, en Almería, por fin empezamos a ver en el horizonte con la llegada del AVE. Y, por último, los movimientos migratorios, que están tan asociados al género wéstern y que ahora son tan importantes en un periodo de guerra. Estos tres temas los vamos a trabajar desde la sección oficial de largo y películas, desde las actividades culturales, pedagógicas, presentaciones de libros, mesas redondas, etc. Creo que va a ser una gran edición.

¿Podrías adelantarnos algún posible invitado para la próxima edición?

Ahora mismo no puedo adelantar nada. Todavía estamos trabajando en ello. Pero ya lo contaremos.

Estaremos pendientes. Muchas gracias por la entrevista.

Javier Ramos

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