Beat Girl

 

Sinopsis: Una adolescente muy consentida se disgusta cuando se entera que su padre ha contraído nuevas nupcias, ahora con una mujer joven, y está decidida a arruinar el matrimonio.

 


Título original: Beat Girl
Año: 1960 (Reino Unido)
Director: Edmond T. Gréville
Productor: George Willoughby
Guionistas: Dail Ambler, Edmond T. Gréville
Fotografía: Walter Lassally
Música: John Barry
Intérpretes: David Farrar (Paul Linden), Noëlle Adam (Nichole Linden), Christopher Lee (Kenny King), Gilliam Hills (Jennifer Linden), Adam Faith (Dave), Shirley Anne Field (Dodo), Peter McEnery (Tony), Claire Gordon (Honey), Oliver Reed (Plaid Shirt), Michael Kayne (Duffle Coat), Anthony Singleton (Green Pants), Nigel Green (Simon), Pascaline (bailarina exótica), Norman Mitchell (portero del club), Margot Bryant (Martha), Robert Raglan (oficial), Nade Beall (esposa del oficial)…

Edmond T. Gréville, ex periodista y crítico que había trabajado como asistente de Abel Gance y René Clair, fue también un prestigioso realizador francés, aunque no muy conocido en nuestro país, que acarreaba una treintena de títulos en su trayectoria cuando en 1960 realizó en Londres Beat Girl [tv: Beat Girl], uno de sus últimos trabajos y un título más próximo a diversas corrientes muy en boga en el cine británico de aquel momento. Rodada en pleno auge del free cinema, su tema no resulta ajeno al de no pocas cintas de los Angry Young Men, el de los adolescentes descontentos y en conflicto generacional con sus progenitores. Beat Girl además bebe de las cintas teenagers de ambiente musical, especialmente de las desarrolladas en clubs nocturnos del Soho londinense repletos de beatnicks y musicadas a ritmo de jazz, y también tiene mucho de las burlesque pictures que tan de moda estuvieron en las salas de cine “para mayores” del Reino Unido en aquellos años.

Con el crecimiento económico vivido en múltiples países (del Primer Mundo) tras el término de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad se encontró por primera vez en la situación que los adolescentes disponían de tiempo libre y dinero para gastar. Serían un público potencial al que destinar productos de consumo como películas, música, revistas, cómics, programas televisivos, etc. El ejemplo más evidente se vivió en los Estados Unidos, donde nuevos sonidos como el R’n’R, el high-school o el doo-wop estaban destinados a este target, así como buena parte del cine (exploitation) se facturaba pensando en ellos para ocupar las butacas (o las localidades del autocine). Pero de igual manera, muchos de esos adolescentes más desocupados por lo general que las generaciones precedentes, mostraron una postura hostil y antiautoritaria (para con la ley, las normas institucionales, sus padres…), prefiriendo vivir el día a día (escuchaban R’n’R, bebían alcohol, tomaban pastillas, hacían carreras de coches y/o motos…), y desafiar con sus pintas los moldes de lo establecido y el decoro.En el país de las barras y estrellas fueron los greasers (llamados así por la pomade que usaban para peinarse y que les dejaba el pelo grasiento) quienes conformaron esta porción problemática de la juventud, y el impacto que causó en el país generó para el cine una serie de películas sobre el tema.

Los grandes estudios no tardaron en dar su visión: la MGM triunfó con Semilla de maldad (Blackboard Jungle, 1955), de Richard Brooks; Warner Bros arrasó con Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, 1956), segundo taquillazo protagonizado por James Dean que contó como director con Nicholas Ray; la United Artists estrenó uno de los primeros filmes del prestigioso Robert Altman, The Delinquents [tv/dvd: Los delincuentes, 1957], producido por la independiente Imperial Pictures; y la Paramount apostó por la parodia, a cargo de Jerry Lewis, en Delicado delincuente (The Delicate Delinquent, 1957), de Don McGuire. Pero las juvenile delinquent movies, como con el tiempo acabarían conociéndose estos films, fueron sobre todo frecuentadas por productoras más pequeñas cuyas películas, mayormente de explotación y hechas para el consumo de los propios adolescentes en autocines[1], destacando las muchas aportaciones de la American International Pictures y la Allied Artists Pictures. Esta segunda estrenó en salas una de las más celebradas producciones de la temática: Crime in the Streets [tv/dvd: Crimen en las calles, 1956], dirigida por Don Siegel y con John Cassavetes y Sal Mineo entre los principales intérpretes[2].

Regresando al Reino Unido, también ellos tuvieron a sus teenagers con ganas de disfrutar de su propio espacio y salir de fiesta, así como también su grupo de desclasados que acostumbraban a aparecer en la sección de noticias de los diarios nacionales y no para bien. En este caso fueron los apodados teddy boys[3], apelativo dado por la prensa y que terminó identificándose con “gamberro”. A ellos les siguieron los beatnicks, si bien a estos últimos se les presume más inquietudes culturales y una actitud no tan agresiva ni destructiva. Y, por supuesto, también el cine de las Islas mostró su advertencia para con estos inquietos y problemáticos jóvenes en algunas películas. Sería el caso de, por ejemplo, Cosh Boy [tv: Cosh Boy, 1953], dirigida por Lewis Gilbert para Romulus Films y Angel Productions.

Mas no todo fue arrojar una mirada acusatoria a estas nuevas generaciones tildándolos de meros gamberros sin ideales ni aspiraciones. No pocas producciones trataron de acercarse a los adolescentes procurando entenderlos, comprobar sus desasosiegos, sus problemas, etc. Fue el caso del documental Momma Don’t Allow [tv: Momma Don’t Allow, 1956], realizado por Karel Reisz y Tony Richardson para el British Film Institute Experimental Film Fund; o de títulos de ficción como Ráfagas de violencia (Some People, 1962), de Clive Donner, una producción de Vic Films distribuida por la Anglo-Amalgamated, que contó en su reparto con un jovenzuelo David Hemming; y de la cinta que nos ocupa aquí, Beat Girl, donde los adolescentes rebeldes, sin que se les dé la razón por sus actos, no son criticados. La película, sin renegar de aspectos explotativos, trata, no obstante, de comprender esa actitud insurrecta de la juventud, así como sus crisis existenciales. Muy bien representado esto último en la escena que transcurre en un antiguo túnel de la Segunda Guerra Mundial -el país aún muestra cicatrices psicológicas de dicha contienda[4]-, que deja ver las aspiraciones y los miedos de los muchachos, y de igual manera es palpable este angst en la parte final, cuando los imberbes protagonistas encuentran que una pandilla de teddy boys han destrozado su coche por mero gusto.

Gilliam Hills, recién salida del rodaje de Las relaciones peligrosas (Les liaisons dangereuses, 1959) de Roger Vadim, interpreta a Jennifer Linden, la joven rebelde disgustada con su padre por contraer en París nuevas nupcias con la joven y atractiva Nichole, a la que da vida Noëlle Adam. Contrariando a su progenitor, la muchacha se escapa por las noches a disfrutar de la vida noctámbula de los clubs de jazz, donde se relaciona con chicos beatnicks, entre los que destacan los encarnados por Adam Faith y Oliver Reed[5]. El primero, que da una gran interpretación y profundidad a su personaje, compaginó sus participaciones frente a las cámaras con una fructífera carrera en la música[6]. Reed por su parte, quien pese a su juventud ya llevaba años en la actuación, continuaría, como es bien sabido, hasta su muerte y más allá. Como anécdota, si en la que nos ocupa éste hace de un chaval beatnick, poco después encarnaría a un teddy boy en una de las incursiones en la ciencia ficción de Hammer Films, Estos son los condenados (The Damned, 1963), a las órdenes del blacklisted Joseph Lossey.

Como adelantábamos al principio de estas líneas, esta propuesta de Edmond T. Gréville se apuntaba a la moda de las burlesque pictures que se dio a ambos lados del Atlántico[7]. Jennifer descubre que su nueva madrastra tiene un pasado como stripper, lo que aprovechará para tratar de destruir el nuevo matrimonio de su progenitor, y dando vía libre al director para exponer estos números de baile en escena. Beat Girl conoció diversos montajes, estrenándose fuera de las Islas una edición con más picante en las escenas de burlesque. Como el infame Kenny, dueño de la sala de striptease, tenemos a Christopher Lee, quien ese mismo año estuvo en otra cinta de burlesque, Too Hot to Handle, la aventura en suelo inglés de Jayne Mansfield a cargo de Terence Young. Lee, en esos momentos muy conocido por sus papeles en las tempranas producciones de terror de la productora de los Carrera, encarnaría a otro villano, el malvado Nerón, en el siguiente film dirigido por Gréville, su (célebre, mas no muy acertada) adaptación de la novela Las manos de Orlac de Maurice Renard.

De la música, una suerte de jazz frenético con guitarras más propias del R’n’R, se ocupó John Barry, ejecutándola con su banda, The John Barry Seven, más algunos temas interpretados por Adam Faith y Shirley Anne Field. Fue la primera banda sonora de una película británica que salió al mercado discográfico para su venta, llegando a alcanzar el número once en los charts del país[8]. La película, una producción de Willoughby Film distribuida por Renow Pictures, tuvo una buena acogida también fuera de sus fronteras. En los Estados Unidos se pudo ver en los drive ins con el título de Wild for Kicks y destino al público adolescente, como cualquier otra juvenile delinquent movie. En nuestro país, como fue habitual con este tipo de películas, nos llegaría vía televisión unas cuantas décadas después.

Alfonso & Miguel Romero


[1] Aunque a comienzos de los sesenta, las juvenile delinquent movies de productoras como la AIP fueron desplazadas por otras cintas destinadas al público teenager, como las beach movies, aquéllas regresarían con fuerza conforme avanzaba la década, con propuestas como Wild in the Streets [tv: Salvaje en las calles; vd: El presidente, 1968], de Barry Shear, o Just for the Hell of It [vd: Nacidos para este infierno, 1968], de Herschell Gordon Lewis.

[2] También la Allied Artists produjo The Cry Baby Killer (1958), cinta realizada por Justus Addiss, con Roger Corman (sin acreditar) de por medio, y protagonizada por un joven Jack Nicholson en su primer papel. El film venía a ser una versión para adolescentes de Horas desesperadas (Desperate Hours, 1955) de William Wyler. John Waters dirigió una parodia (en clave de musical) de estas películas de delincuentes juveniles en el que fue su primer trabajo para un gran estudio (Universal), y que tituló precisamente Cry-Baby (El Lágrima) (Cry-Baby, 1990).

[3] Aunque el origen de los teddy boys se remonta a finales de los años cuarenta, es a comienzo de la década siguiente cuando terminan de coger sus características definitorias y conciencia de (lo que hoy se llama) subcultura. Su actitud problemática haría que muchas salas de baile (donde sonaba swing o skiffle) les negara la entrada. Cuando se estrenó en el Reino Unido la citada cinta de Brooks, Semilla de maldad, y sonó durante los créditos la canción “Rock Around the Clock” a cargo de Bill Halley & the Comets, los teddy boys decidieron que esa música, el R’n’R, era lo que estaban buscando.

[4] Resulta significativo que mientras los jóvenes se muestran desorientados ante la sociedad y la realidad que les ha tocado vivir, un adulto como el padre de la chica protagonista, Paul Linden, interpretado por David Farrar -protagonista de Narciso negro (Black Narcissus, 1947), de Michael Powell y Emeric Pressburger-, es un arquitecto que, de forma irónica, está diseñando una idílica ciudad del futuro para países del Tercer Mundo.

[5] Quien, según cuentan, entró en la película como favor a su tío, el director Carol Reed.

[6] Convertido en ídolo adolescente, Adam Faith llegó al número uno de las listas con dos singles, “What Do You Want?” y “Poor Me”, en 1959 y 1960 respectivamente. Fue además el primer intérprete británico que colocó siete sencillos de éxito en el top 5.

[7] En suelo británico fue el exploiter Arnold L. Miller quien más se ocupó de este tipo de cintas, produciendo y dirigiendo títulos como London in the Raw (1964) o Primitive London (1965), ambas para Searchlight Films y Troubadour Films. En Estados Unidos los espectáculos de striptease y bailarinas exóticas fueron uno de los entretenimientos para adultos más asentados desde finales de la década de los cuarenta y hasta los sesenta. Y se dieron de igual modo filmaciones que trasladaban estos espectáculos al celuloide, como bien podemos citar Striporama (1953), de Jerald Intrator, Peek-A-Boo (1953) y Kiss Me Baby (1957), las dos de Lillian Hunt, o Varietease (1954) y Teaserama (1955), firmadas ambas por Irving Klaw y contando con la presencia de la pin up por excelencia, Bettie Page; además, en la primera participó Lili St. Cyr y en la segunda Tempest Storm, dos de las strippers más famosas e influyentes de todos los tiempos.

[8] En otro orden de cosas, fotogramas de Beat Girl se han usado para ilustrar portadas de discos recopilatorios de música garage y beat de los sesenta.

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