Mars Express

 

Sinopsis: En el año 2200, la detective privada Aline Ruby y su compañero androide Carlos Rivera son contratados por un rico hombre de negocios para localizar a un notorio hacker. En Marte, descienden a lo más profundo de la capital del planeta, donde descubren una historia más oscura de granjas de cerebros, corrupción y una joven desaparecida que guarda un secreto sobre los robots que amenazan con cambiar la faz del universo.

 


Título original: Mars Express
Año: 2023 (Francia)
Director: Jérémie Périn
Productor ejecutivo: Didier Creste
Guionistas: Jérémie Périn, Laurent Sarfati
Música: Fred Avril, Philippe Monthaye
Intérpretes: Léa Drucker (Aline Ruby), Mathieu Amalric (Chris Royjacker), Daniel Njo Lobé (Carlos Rivera), Marie Bouvet (Roberta Williams), Sébastien Chassagne (inspector Simon Gordaux), Marthe Keller (Beryl), Geneviève Doang (Jun Chow / Jun Chow 2), Thomas Roditi (Lem), Thierry Jahn (Vlasek / vendedor / hombre del bar), Serge Faliu (Faux M. Chow / Père de Jun / reportero / técnico), Eilias Changuel (Gilbert / brigadier / droide)…

Mensaje a los aficionados al buen cine de ciencia ficción: no dejéis pasar la oportunidad de embarcaros en el Mars Express. Os aguarda un viaje arrebatador que funciona como un perfecto crisol que aglutina, funde y sublima las aportaciones de gigantes del género como Arthur Clarke, Isaac Asimov, Philip K. Dick, William Gibson y Bruce Sterling. Recombina muchos de los hallazgos de estos grandes autores en una mezcla tan raramente equilibrada que hace que su metraje de 88 minutos transcurra demasiado rápido.

Si me dicen que el guionista y director francés Jérémie Périn y su coguionista Laurent Sarfati son viajeros del tiempo que han volcado en su primer film de animación lo que han tenido el privilegio de experimentar en primera persona, estaría muy tentado de responder que por supuesto que lo sabía. Lo que es cierto es que, sean crononautas o no, tienen madera de futuristas. Syd Mead, el esencial visual futurist de Blade Runner (Blade Runner, Ridley Scott, 1982) así lo denominaría.

La historia que se cuenta en Mars Express es, sin embargo, típica de las narraciones que hunden sus raíces en el neo noir. Dos personajes muy bien perfilados, la valiente Aline Ruby y su leal compañero Carlos Rivera, que fluyen de manera impecable en el magnífico contexto histórico social que les ha tocado vivir. Por un lado demuestran un dominio absoluto de la apabullante tecnología que se despliega ante ellos, y por el otro nunca dejan de ser humanos, abrazan sus debilidades y toman decisiones erróneas siendo plenamente conscientes de ello. Resulta, en consecuencia, muy fácil encariñarse con ambos. Périn y Sarfati consiguen que importe lo que les pasa, lo cual amplifica sobremanera la inmersión en ese fantástico mundo.

Un caso más o menos rutinario que converge en otro en una escala mucho mayor, y con grandes implicaciones a muchos niveles. La trama es sencilla, y habrá quien indique que es poco original, que es algo que ya ha sido contado antes y que se seguirá contando después. Y puedo entender quien piense eso. Sucede que el contexto tecnológico en Mars Express es del todo disruptor, y no deja aspecto social alguno sin alterar. En ese punto es donde la película se luce en todo su esplendor, al mostrarnos una sociedad donde la Singularidad que anuncia Raymond ”Ray” Kurzweil en su magnífico libro La singularidad está cerca (2005) ha irrumpido de manera imparable e inevitable.

Lo fácil habría sido decantarse por el lado más distópico y negativo, en la más pura línea del cyberpunk clásico de los años ochenta, pero en el caso que nos ocupa el cinismo y fatalismo inherentes a esos mundos muestra un tono muy rebajado. Aquí hay luz, un diseño maravillosamente concienzudo donde la norma es la tecnología al servicio del hombre. Sin megacorporaciones que ocupan gigantescos edificios que minimizan al ciudadano. No hay metrópolis, sí un desarrollo armónico que conforma un espacio vital más que óptimo para ser vivido y disfrutado, ya sea en la Tierra o en Marte. No es una Arcadia perfecta. Su impecable diseño prolonga los largos tentáculos de un capitalismo siempre omnipresente y que monetiza cualquier producto que sea capaz de diseñar.

El mensaje visual que se despliega a lo largo de casi toda la película no es pesimista, escora más bien a una practicidad muy resolutiva e ingeniosa que eleva la obra a cotas muy altas. Quien tenga la suerte de enfrentarse a su primer visionado deberá tener la retina bien entrenada para absorber completamente la maravilla que se le expone. Por poner unos pocos ejemplos, los desafíos arquitectónicos que atañen a la red viaria son un prodigio de práctica racionalidad. No es solo mostrar un fondo que sirva de relleno entre dos escenas diferentes, se trata de auténtico contexto visual para el cual se ha invertido una gran cantidad de tiempo.

De las muchas escenas que me dejaron muy buen sabor de boca, recupero la que muestra un accidente en la sofisticada y muy automatizada autopista. En caso de avería o accidente, la carretera está compuesta por losetas que se iluminan automáticamente en una gama cromática que se adapta a los contornos del vehículo, funcionando así como alerta visual y física para los sensores de los demás coches. Una idea brillante que bien podría formar parte de nuestro día a día. Otro hallazgo se puede ver en un bar, cuando una persona a quien le van a servir una bebida alcohólica contempla cómo la botella bloquea la salida del líquido, porque no puede beber por prescripción médica. Una medida impopular para muchos, seguro, pero de indudable vertiente preventiva. Es tal la fenomenal variedad de innovaciones tecnológicas que salpica y corta en transversal toda la película, que quien se tome la molestia de enumerarlas todas obtendrá un muy completo manual de estilo para una sociedad futurista donde palabras como “plausible, alcanzable, sensato…” son el desiderátum a seguir. No es tanto alcanzar la perfección, como tender a ella.

La segunda pata de este contexto hipertecnificado recae en la robótica unida a la Inteligencia Artificial. El aspecto más polémico por su fuerte componente inmanejable si tienen lugar las circunstancias adversas idóneas para que el fino barniz de civilización protecnológica se derrumbe o como mínimo se sacuda enormemente. Algo que Isaac Asimov trató de manera impecable en sus fantásticos relatos de robots, auténticos tratados sobre Inteligencia Artificial avant la lettre. Así, Carlos Rivera es el avatar robótico que alberga la personalidad de su homólogo humano, fallecido años atrás. Tiene menos componentes humanos que Murphy-Robocop (Robocop, Paul Verhoeven, 1987), pero sus sentimientos humanos son idénticos. No estamos ante los replicantes sin empatía del modelo Nexus-6 de Blade Runner. La sociedad de Mars Express está compuesta por una alta población robótica que convive con una progresiva implantación de elementos mecánicos en organismos humanos (lo que en da lugar a los ciborgs), muy al estilo de los que aparecen en la novela Neuromante (1984) de William Gibson.

En 1979 apareció en Inglaterra de mano de la editorial Usborne una serie de tres fascinantes volúmenes de fortísimo futurista. Bajo el nomenclátor “El mundo del futuro” se publicaron deliciosos tomitos de 32 páginas cada uno, dedicados a los robots, a los viajes estelares y a las ciudades del futuro. Éste último comparte ADN con Mars Express al ofrecer un luminoso futurismo racional y 100% libre del cinismo distópico tan habitual en autores como el gran Philip K. Dick. Durante mi primer visionado de la película no pude dejar de pensar en este tomo que en su día me hizo soñar despierto (y aún lo sigue haciendo). Que nunca haya sido publicado en español es una de las muchísimas injusticias a las que, por desgracia, los aficionados a la ciencia ficción en cualquiera de sus vertientes nos hemos acostumbrado[1]. Así, todo este despliegue de apabullante supertecnología termina por mostrar otras aristas cuyo etiquetado como positivas o no es extremadamente relativo. Es justo a lo que se enfrentan Aline y Carlos en su vibrante aventura.

El principal mérito de Mars Express radica en lo bien que cocina unos ingredientes que llevan circulando mucho tiempo en la amplia despensa de la ciencia ficción, creando un plato con muchos sabores que se entremezclan con gran acierto en el paladar. Sus cocineros Périn y Sarfati saben lo complicado que es innovar en esta particular nouvelle cuisine, pero aciertan de pleno al ofrecernos una nutritiva ambrosía que, por desgracia, dura demasiado poco tiempo. Esa sería mi principal queja sobre Mars Express: aparte que se me hace corta (lo cual es asumible), me apena mucho que sus maravillosos planos panorámicos aparezcan tan poco en pantalla. En ocasiones son como un flash que dura unos tres segundos, bellísimos de mirar, pero imposibles de admirar a no ser que se pause la imagen. La película habría sido mucho más inmersiva a nada que esos bellos planos (parte de los cuales pueden verse en este texto) hubieran durado un poco más. Y puestos a pedir, quería más robots. Quería saber más de ese mundo que se me esboza de manera tan impecable. Suspiro por tener acceso a un libro de ilustraciones sobre la película, porque el proceso de elaboración de semejante maravilla ha de ser, sin duda, apasionante.  Es por ello que aconsejo el visionado de Mars Express en la pantalla más grande posible, ofrece una experiencia inolvidable, aportando un sentido de la maravilla que pocas obras de la ciencia-ficción ofrecen. Y espero con ansias la siguiente película de Périn. Bon voyage!

David Cortabarria Arregui


[1] Los tres tomos que indico unas líneas más arriba han sido reeditados recientemente en un solo tomo que los preserva, intactos y sin actualizar, y a buen precio. Cada uno de los tomos originales alcanza las tres cifras en el mercado de segunda mano, un disparate.

Un comentario en “Mars Express

  1. Muy buena la reseña. Se agradece la mención del libro «The future»; si lo hubiese conocido de joven… En cuánto a películas de ciencia ficción cuyo fuerte es la ambientación os recomiendo «Punto de restauración» (2023) de Robert Hloz. Todavía no se ha estrenado en España y ni siquiera está en castellano pero se puede encontrar por internet.
    Saludos,

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