Pánico

Título original: Pánico / Bakterion (I vivi invidieranno i morti)

Año: 1982 (España, Italia)

Director: Tonino Ricci [acreditado como Anthony Richmond]

Productor: Marcello Romeo

Guionistas: Víctor Andrés Catena, Jaime Comas Gil

Fotografía: Giovanni Bergamini

Música: Marcello Giombini

Intérpretes: David Warbeck (Capitán Kirk), Janet Agren (Jane Blake), Roberto Ricci (Profesor Adams), José Lifante (Sargento O’Brien), Franco Ressel (Milton), Miguel Herrera (Doctor Vince), Eugenio Benito (Padre Braun), Ovidio Taito, José María Labernié (Coronel Rudrige), Ilaria Maria Bianchi, Fabián Conde (Borracho), Vittorio Calò, Goffredo Unger…

Sinopsis: Como consecuencia de unos secretos experimentos biológicos con fines militares un científico queda infectado por un virus que lo transforma en un ser monstruoso. Obligado a alimentarse de sangre humana para sobrevivir, la criatura comienza una cruenta espiral de crímenes tras los que se refugia en las alcantarillas de la ciudad. Alertado por la situación, el ejército manda al lugar a uno de los mejores miembros de su servicio secreto, quien además de dar con el paradero del otrora brillante científico tendrá como misión impedir que la epidemia se extienda.

Lo más positivo que se puede decir de Pánico / Bakterion (I vivi invidieranno i morti) (1982) es su originalidad en el contexto del imitativo cine italiano de temática fantástica de finales de los setenta y principios de los ochenta y, más concretamente, dentro del subgénero de zombis y caníbales en el que de manera tangencial se inscribe su propuesta. Y es que en un panorama dominado por infinitas e infatigables reformulaciones de La noche de los muertos vivientes y Holocausto caníbal, la aparición de una película que hundía sus raíces en la ciencia ficción de los años cincuenta por medio de la historia de un científico víctima de sus propias experimentaciones no puede sino calificarse como novedosa, por más anacrónicos y rutinarios que resulten sus planteamientos. O, al menos, eso es lo que se deduce en un primer vistazo, ya que, a poco que se analicen de forma más detallada sus distintos componentes, no es difícil hallar la huella de la que posiblemente sea la mejor de las cintas surgidas a raíz del éxito de la ópera prima de George Romero: la magnífica No profanar el sueño de los muertos / Da dove vieni? (1974).

De este modo, no son pocos los puntos en común entre la obra maestra de Jorge Grau y el título que nos ocupa. Para empezar, en ambas la amenaza sobrenatural que se cierne sobre los protagonistas tiene su origen en incontrolados experimentos gubernamentales y su trama se ambienta en Gran Bretaña. Empero, las mayores similitudes existentes entre una y otra están en los paralelismos entre la morgue de la cinta del catalán y la iglesia de la presente, tanto por su parecido aspecto exterior como por los hechos que allí acontecen. Como ocurre en una de las escenas más recordadas de No profanar el sueño de los muertos, dicho recinto será testigo de uno de los ataques de la monstruosa criatura en el que, mientras sus potenciales víctimas tratan de escapar por un hueco existente en la pared, uno de ellos será retenido momentáneamente por su asaltante tras sujetarlo por uno de sus pies. Por si fuera poco, se da también la coincidencia del análogo coprotagonismo de nuestro José Ruiz Lifante, que de redivido cadáver en la previa pasa en esta ocasión a convertirse en un estirado sargento de Scotland Yard. Lo más curioso del caso es que esta Pánico presenta a su vez ciertos elementos estéticos y argumentales que posteriormente serían reutilizados por otras dos coproducciones hispano-italianas de idéntica temática estrenadas por semejantes fechas: Virus / Apocalypse Domani (1980) de Antonio Margheriti –la utilización de las alcantarillas como espacio escénico- y La invasión de los zombies atómicos / Incubo sulla cittá contaminata (1980) de Umberto Lenzi –la transformación del personal militar en antropófagos asesinos sedientos de sangre como consecuencia de ciertos ensayos científicos; el similar aspecto facial de los infectados…-.

Por lo demás, la película se encuentra en sintonía con otros films dirigidos por aquella misma época por su director, el trasalpino Tonino Ricci. Al igual que Encuentro en el abismo o Fuego cruzado, Pánico parte de un simpático argumento de reminiscencias pulp malogrado por la evidente falta de medios con los que fue llevado a cabo y, sobre todo, por las carencias de todo tipo de las que hace gala la realización del firmante Anthony Richmond. Es tal la incompetencia del director de Bermudas: cueva de tiburones que ni siquiera logra dotar al conjunto de la atmósfera cerrada y sensación de urgencia que por las características del relato debiera, a pesar de las numerosas facilidades que en este sentido le brinda el guión de la película. Por el contrario, la cinta discurre bajo una monótona narración de lo más plana, acentuada por el desastroso montaje perpetrado por el colaborador habitual de Lucio Fulci, Vincenzo Tomassi, más preocupado en utilizar el mayor número posible de planos de recurso rodados en Inglaterra que en dotar de lógica y dinamismo a su trabajo. Buena muestra del nivel medio por el que se mueve el film lo tenemos en su desenlace, cuando, incapaz de dotar a la narración de la emoción necesaria mediante su puesta en escena, Ricci tiene que recurrir a sobreimpresionar en la imagen un reloj con la cuenta atrás del tiempo que resta para que la ciudad en la que se desarrolla la trama sea destruida[1].

Pero, por una vez, y sin que sirva de precedente, tan mediocres resultados no parecen ser solo achacables a la labor de Ricci y su grupo de colaboradores. Según indican diversas fuentes, aunque estrenada en 1982 la película fue en realidad iniciada en 1976, dilatándose su rodaje durante varios años a causa de indeterminados contratiempos, entre los que se rumorea la posibilidad de que algunas de sus secuencias fueran supervisadas por su director de fotografía, Giovanni Bergamini. Tal situación bien podría justificar varios de los defectos que presenta su acabado final, tales como los flagrantes errores de continuidad o la nula cohesión de la que adolece todo el conjunto. Más peliagudo de discernir resulta, no obstante, si esta difícil producción fue la causante de la dispersión de su libreto, el cual va formulando a lo largo del relato diversos apuntes de interés para a continuación olvidarlos y abandonarlos a su suerte. Sea como fuere, la experiencia nos dice que, de haberse desarrollado su filmación con total normalidad, lo más probable es que la calidad del producto resultante no diferiera en demasía con lo ya comentado.

José Luis Salvador Estébenez

[1] Siguiendo con la chapuza reinante en toda la cinta, esta cuenta es también falseada en un momento determinado de un frame a otro en nada menos que un minuto.

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