La bandera negra

Título original: La bandera negra

Año: 1956 (España)

Director: Amando de Ossorio

Productor: Javier Pérez de Rada

Guionista: Amando de Ossorio sobre la obra teatral Bandera negra de Horacio Ruiz de la Fuente

Fotografía: Miguel F. Mila

Música: Federico Contreras

Intérpretes: José María Seoane (Valentín Mosquera)

Sinopsis: Un hombre vaga desesperado por las calles, la noche en la que su hijo va a ser ajusticiado a causa de un crimen pasional.

Bien poco tiene que ver la opera prima de Amando de Ossorio con el resto de su filmografía, aquella por la que hoy es recordado y que le ha asegurado un lugar, por minúsculo que éste sea, dentro de la historia del séptimo arte. Mucho antes de que Berlanga criticara con su habitual acidez la pena de muerte con El verdugo (1963), y más aún de que Basilio Martín Patino filmara casi de forma clandestina el documental Queridísimos verdugos (1973), el gallego daba el salto a labores de dirección con esta adaptación al medio de la obra teatral homónima de Horacio Ruiz de la Fuente (1) Bandera negra, rodada sin permiso (2) y que no era sino un alegato contra la pena capital.

Título maldito de nuestro cine, a lo controvertido de la temática tratada dada la realidad política que vivía el país, inmersa de pleno en la dictadura del general Franco, hay que añadirle lo arriesgado de su propuesta, ya que su metraje se compone en exclusiva por un soliloquio de más de hora y cuarto a cargo de un único personaje, al cual da vida en un auténtico tour de force interpretativo el también gallego José María Seoane, talentoso actor de origen teatral que con su esforzado trabajo logra transmitir toda la tortura interior, la impotencia y, en fin, la mezcla de sentimientos que se dan cita en su papel: el de un atormentado padre la noche anterior a que su hijo vaya a ser ejecutado a manos de la justicia.

A partir de esta premisa, la cinta articula su discurso a través de los pensamientos de su personaje, alcanzando su punto culminante en la onírica escena del juicio, en la cual se plasman algunos de sus mayores logros; por un lado, y heredado del texto en que se basa, la encendida defensa contra la pena de muerte que su protagonista hace desde postulados cristianos, golpeando así a la línea de flotación del nacionalcatolicismo imperante; por otro, su escenografía de tintes surrealistas, siendo su público y magistrado representados con simbólicos maniquíes sin rostro que remarcan así la soledad en la que se encuentra sumido su protagonista, idea esta largamente abonada a lo largo del film. No en vano, durante buena parte del mismo su personaje es presentado deambulando por calles oscuras y desiertas, hablando con los muertos y, finalmente, contando sus penas con un busto que encuentra en un parque cercano a la prisión donde está encerrado su vástago.

Ante semejante panorama, no son muy difíciles de adivinar las inquietudes intelectuales que movían en aquellos años a su novel director, por aquellos años presencia habitual de las famosas tertulias capitalinas de la época, en especial la del Café Gijón. Un Ossorio que, pese a su verborreico arranque, logra salir airoso de una labor en principio tan complicada como es la traslación a celuloide de un monólogo teatral, dotando a su puesta en escena con ecos expresionistas de un verdadero sentido cinematográfico, a la vez que dando pruebas de su privilegiada inventiva visual. Dicha virtud es bien visible en el encadenado (3) con el que se abre la cinta, y que de modo brillante resume el espíritu que la preside: a un plano general de una escultura en relieve de la imagen alegórica de la justicia, la cámara se posa en la espada que esta porta, conviertiéndose en lo que en un principio parece una cruz, pero que un travelling de retroceso no descubre que, en realidad,  se tratan de los barrotes de la ventana de una celda.

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Ni su esperanzador final, ni su marcado carácter religioso, ni el rótulo con el que se avisaba que “la acción transcurre en cualquier país donde exista la pena de muerte” (resultaba demasiado obvio que la historia se desarrolla en España), ni los sucesivos remontajes a los que fue sometida la película, lograron que la Censura no se ensañara con ella, calificándola como de 3ª categoría, lo que la eximía de cualquier tipo de protección oficial así como de la posibilidad de ser exportada a terceros países, pese existir ofertas a ese respecto. Aunque si bien llegaría a ser exhibida en el Festival de Cine Experimental de Bélgica en 1958, toda esta serie de circunstancias acabaron propiciando que La bandera negra nunca conociera estreno comercial alguno, sumiendo a su realizador a un boicot profesional encubierto del que tardaría varios años en zafarse. No es extraño que para cuando éste lo consiguiera, decidiera encaminar sus pasos por otros derroteros menos comprometidos (4), para regocijo de algunos, entre los cuales me incluyo, a la vista de su producción posterior.

Una lástima en cualquier caso, pues más allá de ciertas deficiencias técnicas – cif. los planos de transparencias son pobres, el montaje en ocasiones peca de abruptos fallos de continuidad entre planos, quizás derivados de sus sucesivos remontajes -, La bandera negra – cuyo título hace referencia al pendón que se colgaba en el presidio una vez el reo era ajusticiado – es un film que merece ser reivindicado y repuesto en el sitio que merece dentro de nuestro cine, tanto por la valentía de su mensaje como por los valores cinematográficos que atesora.

José Luis Salvador Estébenez


(1)  Autor cuya obra ya había sido llevada con anterioridad a la gran pantalla en 1951 en la película Niebla y sol de José María Forqué, a partir de su texto teatral El infierno frío. No obstante, según indica Xosé Zapata en Amando de Ossorio. Un galego fantástico de Zapata, Ignacio Benedeti y Rafael Calvo (Servicio de Extensión Universitaria, 1999), tras vender los derechos de su texto para su adaptación en la presente película, Ruiz de la Fuente trató por todos los medios que ésta no llegara a realizarse, según su versión, por no aprobar los cambios efectuados por la productora, según por Ossorio, por que el literato había recibido una oferta más jugosa proveniente de Italia.

(2) «Fue prohibida, no nos dieron el permiso para rodarla. Pero tercamente lo hicimos”. Entrevista a Amando de Ossorio de Josu Olano y Borja Crespo en el libro colectivo Cine fantástico y de terror español, 1900-1983 (Donostia Kultura, 1999), pág. 350.

(3) Herramienta narrativa que utilizará su director a lo largo de la cinta como forma principal de transición entre secuencias.

(4) «Era muy difícil encontrar gente que quisiera seguir en la línea de estos intentos de cine más o menos experimental y me vi obligado a trabajar en un cine más comercial. Yo hubiera querido hacer un cine artístico y poético, trabajando con la fotografía con glamour. No era el momento.» Op. cita nota 2, pág 351.

9 comentarios en “La bandera negra

  1. Pues coincidiendo con el día justo en el que se cumple el aniversario, aquí tenéis uno de las sorpresas prometidas. Ni más ni menos que reseña de uno de los títulos malditos de la historia del cine español, «La bandera negra», opera prima de mi admirado Amando de Ossorio, que gracias a la Filmoteca madrileña he tenido el placer y el gustazo de ver, pues no en vano era quizás el film que más anhelaba ver desde hace años.
    Espero que os guste. 😉

    1. Hola!
      Soy de italia. Vi la peli en el Centro de la Reyna Sofia en Madrid.
      Sabes donde podria comprar el DVD en el internet?
      Muchas gracias!

      1. En ningún sitio. La película jamás a sido comercializada de ninguna manera. Es más, somos muy pocos los que hemos podido verla.

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