Club Zero

 

Sinopsis: La profesora Novak se une al equipo de docentes de un internado internacional para impartir clases sobre “alimentación consciente”. Uno de sus objetivos principales es enseñar que “comer menos es más saludable”, una práctica con la que se va ganando la confianza de sus alumnos hasta que saltan las alarmas entre el profesorado y los padres. Demasiado tarde: el Club Zero se ha hecho realidad y no será sencillo romperlo.

 


Título original: Club Zero
Año: 2023 (Austria, Francia, Reino Unido)
Directora: Jessica Hausner
Productores: Philippe Bober, Mike Goodridge, Johannes Schubert, Bruno Wagner
Guionistas: Jessica Hausner, Géraldine Bajard
Fotografía: Martin Gschlacht
Música: Markus Binder
Intérpretes: Mia Wasikowska (Srta. Novak), Sidse Babett Knudsen (Sra. Dorset), Florence Baker (Ragna), Ksenia Devriendt (Elsa), Samuel D Anderson (Ben), Luke Barker (Fred), Gwen Currant (Helen), Sade McNichols-Thomas (Joan), Camilla Rutherford (madre de Fred), Amir El-Masry (Sr. Dahl), Sam Hoare (padre de Fred), Amanda Lawrence (Sra. Benedict), Elsa Zylberstein (madre de Elsa), Keeley Forsyth (madre de Ragna), Mathieu Demy (padre de Elsa), Lukas Turtur (padre de Ragna), Luka Caselton (hermano de Fred), Laoisha O’Callaghan (madre de Helen), Szandra Asztalos (ama de casa), Ty Hurley (chófer de Elsa), Emily Stride (madre), Samuel W Hodgson, Mark Khan, Lee Panchbhaya (padres), Isabel Lamers (doctora), Andrei Hozoc, Felicita Ramundo, Dominic Geraghty (profesor de matemáticas), Mike Ray, Kyiah Ashton, Rebecca Crankshaw (profesora de deportes), Grace Whitty (alumno), Christopher Hegarty (profesor de historia), Megan Hughes (estudiante)…

Club Zero (2023) supone la sexta película de Jessica Hausner, quien, como en ella es costumbre, se encarga asimismo del guion en compañía de su colaboradora Géraldine Bajard. Desde que debutara en el formato largo en 2001 con Lovely Rita, la cineasta austríaca se ha labrado un nombre en el circuito de festivales, siendo habitual la presencia de sus películas en certámenes del prestigio de Cannes o Venecia, donde de forma regular han formado partes de sus respectivos palmarés. Aunque ya con su mencionada ópera prima se alzaría con el prestigioso galardón FIPRESCI de la Viennale, el reconocimiento masivo no le llegaría hasta su tercera película, Lourdes (Lourdes, 2009), quizás no por casualidad el film con el que terminó por perfilar los principales rasgos de su estilo, basado en una particular estética, una mirada crítica sobre ciertos aspectos de nuestra sociedad y un espíritu transgresor, que ha ido desarrollando en sus siguientes títulos. No obstante, a pesar de lo expuesto, la consideración hacia su obra no es unánime ni exenta de controversia, e igual que cuenta con muchas adhesiones entre ciertos sectores, existe también un significativo porcentaje de crítica y público que no comulga con sus propuestas, y que hasta que considera a su autora poco menos que un bluf.

El título que nos ocupa es una buena muestra de los motivos por los que el cine de Hausner provoca reacciones tan encontradas. A nivel argumental, la película sigue las pautas por las que se ha movido la filmografía de su directora hasta la fecha, centrada en argumentos donde el motor narrativo se encuentra en las insatisfacciones personales y/o afectivas que arrastran sus protagonistas y que, en sus últimos trabajos, se traducen en la búsqueda de soluciones fáciles para problemas complejos y las consecuencias que una vez encontradas provocan. De este modo, si la citada Lourdes narraba el peregrinar hasta la famosa localidad de los Pirineos de una mujer en silla de ruedas en busca de un milagro que la cure de su enfermedad, y Little Joe (Little Joe, 2019) la creación de una planta cuyo perfume aporta la felicidad a todo aquel que la huele, el punto de partida de Club Zero se encuentra en la llegada a una elitista escuela de una gurú de la nutrición para instruir a un reducido grupo de alumnos sobre los beneficios de la “alimentación responsable”, convenciendo a varios de ellos de que no probar bocado acabará con prácticamente todas las desigualdades y problemas del mundo, además de ser lo más sano para su organismo.

Bajo esta premisa, Hausner pone en solfa una sátira que arremete con un ácido e irónico sentido del humor contra el esnobismo de ciertas élites dispuestas a tomar como dogma revolucionarios métodos propugnados por gurús salidos de nadie sabe dónde que lo único que pretenden es buscar su cuota de reconocimiento, al tiempo que se llenan los bolsillos con la inocencia y candidez de los incautos, y el efecto que el nefasto influjo que estos influencers ejercen en la juventud y, en definitiva, la manipulación en la que cualquiera podemos caer en nombre de causas nobles como la ecología y el anticapitalismo. Sobre esta base, a lo largo del metraje desfilan diversas puyas contra las dietas milagro; la dejadez de ciertos padres de posición acomodada que se desentienden de la educación de sus hijos confiándosela a terceros que quizás no cuenten con la formación necesaria, sin preocuparse en las necesidades afectivas y emocionales de sus vástagos; la estupidez irracional que esconde la conducta de los adalides de lo políticamente correcto; o la conciencia social de las clases más acomodadas, aquellas que lo tienen todo y no tienen ninguna necesidad básica para preocuparse, entre otros muchos temas. De ellos, quizás uno de lo más interesante es la detallada forma en la que la película muestra la formación y funcionamiento de una secta, a través del modo en el que los adolescentes alumnos toman a su nueva profesora al modo de un mesías, siguiendo sus enseñanzas y delirantes métodos de nutrición a rajatabla, como si de los preceptos de una religión al uso se tratara. Una comparación nada gratuita dada la forma en la que en el último tramo siguen adorando a su maestra pese a que para entonces no se encuentre con ellos, y que parece ser confirmada en una de las últimas escenas, cuando asciendan a su lado a su paraíso particular.

Todo ello es envuelto bajo una estética aséptica y un tanto fría, muy característica de cierto cine centroeuropeo, a pesar de estar dominada por tonalidades chillonas, como ya ocurriera en Little Joe que, conjugada con un diseño de producción estilizado y de corte modernista, dota al conjunto de una atmósfera irreal, cuasi fantástica, como si la historia transcurriera en una distopía, por más que los asuntos que aborde no puedan ser más actuales. Por su parte, gran parte de la puesta en escena es basada en planos generales estáticos violentados por la inclusión de remarcados movimientos de cámara de acercamiento que consiguen un efecto muy interesante. Otro de los hallazgos estriba en el empleo que realiza de su minimalista banda sonora, formada por música de bongos y voces corales, en concreto en cierta escena en la que la partitura pasa de ser extradiegética a diegética, tanto por la propia idea como por el punto de inflexión que ese momento representa en la evolución de la historia.

Llegados a este punto podría dar la sensación de que nos encontramos ante una película notable. Y aunque no se pueden negar los muchos méritos que alberga, sus resultados, en última instancia, no terminan por ser satisfactorios, dejando un sabor agridulce. La culpa hay que buscarla en su ya comentada variedad de discursos. Ya se sabe el refrán, el que mucho abarca poco aprieta. De este modo, a pesar de poseer momentos realmente incisivos en su comicidad, como puede ser aquel en el que los alumnos arrojan con sumo cuidado en sus respectivos cubos de reciclaje la comida que se han negado a consumir para luchar contra la contaminación medioambiental que su fabricación provoca, el problema es que todos estos comentarios desfilan por el metraje sin articularse dentro de un discurso común. Por el contrario, Hausner va saltando de uno a otro sin profundizar en nada, dando la sensación de haber sido incluidos a medida que le iban surgiendo en la cabeza a la directora, lo que acaba también por reflejarse en los bandazos que va dando la historia en determinados tramos, sacrificada en pos de la ocurrencia. Quizás el ejemplo que mejor ilustre lo anteriormente comentado se encuentre en la escena que más polémica de la película ha levantado, aquella en la que una de las jóvenes protagonistas ingiere tenedor en mano los desechos que acaba de vomitar ante la atónita mirada de sus padres, y que, lejos de cualquier tipo de reflexión o significado, solo parece buscar la transgresión pura y dura.

José Luis Salvador Estébenez

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