En llamas

 

Sinopsis: En una zona perdida de Estados Unidos, en una roulotte reconvertida en casa, vive la pareja formada por Dave y Sarah Loughlin junto a su hijo Clay. En una roulotte vecina vive el padre de Dave, George, fumador compulsivo y cuyas facturas hospitalarias han llevado a la ruina familiar a Dave. Con un segundo hijo en camino, sin trabajo ni dinero, un padre que no cesa de toser y quejarse, ¿se puede ir a peor? Pues sí que se puede, ya que un pavoroso incendio, consecuencia del cambio climático, que está devorando los bosques vecinos consigue saltar a la zona y poner en peligro todas las posesiones de los Loughlin. Separados por un muro de llamas, Dave a un lado y Sarah, George y Clay al otro, deben luchar por reunirse antes de correr por sus vidas ante las voraces llamas. Desde el centro de ayuda, una joven telefonista les busca auxilio para salvarles del fuego, pero la sempiterna mala suerte de los Loughlin entorpecerá esta carrera de obstáculos donde la muerte es el premio de consolación.

 


Título original: On Fire
Año: 2023 (Estados Unidos)
Director: Nick Lyon, David Facinelli
Productores:Beth Bruce, Nick Lyon, Peter Facinelli, Matthew Joynes, Peter Winther, Suzanne Weinert
Guionistas: Nick Lyon, Ron Peer, según una historia de Nick Lyon
Fotografía: Philip Roy
Música: Sacha Cavan
Intérpretes: David Facinelli (Dave Loughlin), Fiona Dourif (Sarah Louhlin), Asher Angel (Clay Loughlin), Lance Henriksen (George Louglin), Glenn Moshover (Mark), Ashley Foushee (Kayla, la operadora telefónica), Dana Wing Lau (Lisa), Laurie Coke (señora Elkin), Howard Squires (entrenador de campo a través), Cole Springer (Rick), Aaron Jay Rome (Fred), Jillian Goldman (recepcionista)…

Desde que el cine de catástrofes alcanzó su culmen a mediados de los años setenta, una de las máximas no escritas –norma que se cumplió especialmente en la saga “Aeropuerto”– era la recuperación de viejas glorias que, como las guest stars en los programas televisivos, tenían ciertos momentos de gloria durante el metraje. Con el paso de los años, una vez el cine de catástrofes pasó a ser un género puntual, casi siempre con proyectos del director alemán Roland Emmerich, en los casting siempre encontrábamos actores y actrices en el ocaso de sus carreras pero con el renombre suficiente para aparecer en el poster. Pero al mismo tiempo que estas megalocas producciones de Roland Emmerich, también están las pequeñas películas de catástrofes, como On Fire, donde el reparto está formado por material de derribo.

Aun teniendo una larga carrera, sobre todo televisiva, Peter Facinelli tuvo la suerte, o la desgracia, de ser Papá Cullen en la saga “Crepúsculo”, un extraño e incomprensible fenómeno de masas cuyos únicos beneficiarios fueron Kristen Stewart y Robert Pattinson, ya que el resto de los nuevos rostros pasaron con más pena que gloria. Fiona Dourif, a su vez, no solo es la hija de Brad-Chucky-Douriff, sino que fue un rostro conocido por los fans debido a su participación recurrente en la saga de “Muñeco diabólico” a partir de La maldición de Chucky (Curse of Chucky, Don Mancini,2013), al tiempo que participó en la muy interesante, e injustamente cancelada, adaptación televisiva de “La Purga”. Todo lo anterior sirve para indicar que aunque Facinelli o Douriff tienen cierto renombre, se han embarcado en esta película de desastres que hace honor a su nombre. También hay que reconocerles que ambos hacen lo que pueden con unos personajes que supuestamente son reflejos del ciudadano medio estadounidense, pero realmente sus papeles están escrito con el piloto automático y los pobres abren la boca para soltar los diálogos.

Si da pena ver a Facinelli junto a Douriff, el corazón del fan se entristece al encontrarse al clásico segundón Glenn Moshover, el guardaespaldas presidencial durante varias temporadas de la serie 24 (24, 2001-2009), y que aquí tiene un par de frases antes de salir por la puerta trasera. Aunque lo que realmente rompe el alma es encontrarse a un Lance Henriksen acabadísimo con el típico personaje que el espectador avezado sabe que será una carga cuando lleguen las nubes de humo, pero de ahí a la muerte tan poco honrosa que tiene… Pobre Lance. La parte bisoña del cast está interpretada por Asher Angel, el pobre Billy Batson de Shazam! (Shazam!, David F. Sandberg, 2019), quien ha cavado su tumba metiéndose en esta producción donde pone carita de circunstancias. Asher, deberías haber gritado Shazam y desaparecer en cuanto te llamaron para esta película.

Habiendo ya quitado de la ecuación las actuaciones, se puede pasar a enumerar los distintos culpables de que On Fire haya saltado a la pantalla. El primero que debe salir a la palestra es el director Nick Lyon, un desaprensivo audiovisual especializado en vergonzosos exploit direct-to-video como, van dos ejemplos, Titanic 666 (2022) o Catástrofe en la tierra (Earthtastrophe, 2016), con una media entre una y tres películas rodadas al año que funcionan como cubo de basura al que van a parar las tristes carreras de actores y actrices. On Fire está firmada junto a Peter Facinelli debido a que Lyon dio positivo por Covid al final del rodaje y el actor/productor se sentó en la silla de director y gritó “acción”. Pero el mal ya estaba hecho. Y es que, narrativamente, la película es como el mapa de la tierra de un terraplanista: es plano y por los lados caen la inteligencia, el buen gusto por el desastre y cualquiera buena idea –que no hay una sola, ojo– ya fuera en el guion como en la plasmación cinematográfica. Tal vez se podría rescatar los títulos de crédito, un remedo de los de Forrest Gump (Forrest Gump, Robert Zemeckis,1994), en el que una hoja flota al viento mientras audios  -reales– narran distintos fuegos devastadores que han tenido lugar en todas partes del mundo. Finalmente, la hoja termina por caer delante de la cámara antes de ser devorada por el fuego que arrasa el bosque de la película.

No hablaremos del director de fotografía o el músico, aunque ambos dejan su marca, ya que mejor sacar al estrado a los guionistas, para los que la pena capital es quedarse corto, y donde volvemos a encontrarnos a Nick Lyon. Fijo que soñaba con hacer su Llamaradas (Backdraft, Ron Howard,1991) mezclado con unas gotas de denuncia social, debido a que los protagonistas están muy cerca de ser white trash, ya que las deudas amenazan con echarles del sistema. Lyon es acompañado en el camino de la infamia por un tal Ron Peer que ya había atacado las retinas de los espectadores al escribir con él The boy, the Dog and the Clown (2019), película protagonizada por Adrian Lyon, el hijo de Nick.

Decir que el guion de En llamas es malo sería quedarse corto. No hay tensión alguna debido a que todo resulta previsible y se ve llegar antes que las llamas, el espectador sabe que Fiona Dourif, quien está embarazadísima, se pondrá de parto cuando las llamas estén quemándole las enaguas, aparte de que todo está verbalizado, e incluso, hay un momento en el que Dourif le dice a su marido en la ficción: “Cari, recuerda que no debe pasarle nada a nuestra casa porque no está asegurada”. Que pierdan la casa por el fuego no es lo más impactante, sino el epilogo de la película donde se van junto a un lago perdido de la mano de dios para construir una nueva casa y rehacer su vida. ¿Con qué dinero, Nick y Ron? ¿No dijisteis acaso que los protagonistas tenían un descubierto en el banco como una catedral? Pero en este sentido hay una puerta abierta a la esperanza a través del extraño/peligroso conservadurismo y religiosidad que salta puntualmente a lo largo del metraje, como que cuando un personaje muere se consuelan diciendo (Sic) “Ahora está con Dios en un lugarmejor”, o cuando se acogen a la salvación divina para seguir avanzando. Así que a la pregunta, ¿De dónde sacarán el dinero para construir?, la respuesta es sencilla: Dios proveerá.

En llamas quería jugar la carta de la concienciación medioambiental respecto a los incendios que tienen –y tendrán– lugar si la humanidad no frena y da marcha atrás respecto al cambio climático. Pero lo cierto es que tras verla, el espectador siente que hay un exceso de materiales técnicos y monetarios que se podrían haber donado a la causa medioambiental en vez de rodar esta película. Todos hubieran salido ganando, la humanidad, el medioambiente y, especialmente, los sufridos espectadores.

Javier S. Donate

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