El último late night

 

Sinopsis: Desde hace años, Jack Delroy he luchado contra los elementos y las audiencias desde su late night: “Búhos nocturnos”. Siempre a punto de subir peldaños, multitud de programas a punto de alcanzar a la estrella del formato Johnny Carson, muchas veces nominado a premios y pocas veces ganador. Desde hace años, Jack ha luchado junto al amor de su vida, su esposa Madeleine Piper, pero un terrible cáncer se la arrebató sumiéndole en la tristeza y la apatía. La noche de Halloween de 1977, “Búhos nocturnos” se la juega a una sola carta, ya que las audiencias de esta noche determinaran la caída o continuidad del late night. Para este capítulo en especial, el productor prepara algo verdaderamente espectacular: parapsicología, magos y cultos demoniacos. ¿Alguien da más? Pero algo terrible ocurrió esa noche y ahora, tiempo después, la aparición de un making of revela a los espectadores los 93 minutos de este último late night.

 


Título original: Late Night with the Devil
Año: 2023 (Australia)
Director: Colin & Cameron Cairnes
Productores: Derek Dauchy, Matt Govoni, Roy Lee, John Molloy, Steven Schneider, Adam White
Guionistas: Colin & Cameron Cairnes
Fotografía: Matthew Temple
Música: Glenn Richards
Intérpretes: David Daschtmalchian (Jack Delroy), Laura Gordon (June Ross-Mitchell), Ian Bliss (Carmichael Haig), Faissal Bazy (Christou), Ingrid Torelly (Lilly), Rhys Autery (Gus McConell), Georgina Haig (Madeleine Piper), John Quong Tar (Leo Fiske), Steve Mouzakis (Szandor D’Abo), Christopher Kirby (Phil), Paula Arundell (Diane), Tamala Shelton (Carol)…

Desde que el televisor llegó a la vida de la humanidad, una y otra vez se le ha utilizado para hacer el mal o, como mínimo, servir de ventana a lugares poco recomendables. Como siempre, en 1974 el visionario Chicho Ibáñez Serrador fue capaz de convertirlo en un asesino propagador de violencia en el capítulo de historias para no dormir El televisor, pero esto solo fue el pistoletazo de salida. Es imposible olvidar que la caja boba era el puente de entrada a nuestro mundo para los espíritus de Poltergeist (Poltergeist, Tobe Hooper, 1982), y el arma tecnológica utilizada por las fuerzas arcanas en Halloween III: el día de la bruja (Halloween III: Season of the Witch, Tommy Lee Wallace, 1982). En su segunda película, Scare Campaing (2016), los hermanos Cairnes descubrieron las posibilidades escalofriantes de la telerrealidad, lo que les puso en el camino a su consagración como nombres propios dentro del género con El último late night (Late Night with the Devil, 2023).

La lucha por las audiencias dentro de las cadenas televisivas siempre ha sido encarnizada, y en este sentido viene al pelo recordar cómo se adelantó en muchos sentidos la magnífica serie futurista Max Headroom (Max Headroom, 1987-1988), planteando una distocia en la que los gobiernos habían desaparecido para dar paso al control de las televisiones que, a su vez, regían el mundo y el pensamiento del ciudadano medio. Eso sin olvidar que tenían una suerte de IA presentando y metiéndose en ordenadores ajenos para destapar escándalos. Los hermanos Cairnes entienden las parrillas de programación televisiva –y dan de pleno- como un ecosistema donde el pez grande se come al chico y los late night son el escaparate perfecto, ya que todos juegan sus cartas para ganar la batalla y no dudan en humillar a los entrevistados o, llegado el caso, y esto viene ad hoc para hablar de la película que nos interesa, sacrificar sus peones solo para arañar audiencias y, con ello, pedir más dinero a los anunciantes.

Como hilo conductor de El último late night los directores y guionistas han construido un programa nocturno llamado “Night Owls” –Búhos nocturnos–, que refiere a elementos ocultistas, liderado por un brillante personaje, Jack Delroy, capaz de ser humano y tiburón a la vez, y le han rodeado de todo un cosmos muy cercano al de la durísima Network, un mundo implacable (Network, Sidney Lumet, 1976): el productor encargado de minimizar los problemas y maximizar los beneficios, el copresentador inseguro, el guest ocasional que no duda en medrar a costa de los demás; todo esto bajo la presión externa de las audiencias que determinarán si el programa continua o cae en el olvido.

Pero aunque los hermanos Cairnes aciertan de pleno al construir el marco espacio temporal, añaden demasiados elementos a la ecuación con todo el background de Jack Delroy, como su vinculación a un supuesto culto, la lucha por el premio de la audiencia, la muerte de su mujer, la joven superviviente de un suicidio masivo… El prólogo resulta entretenido como repaso de una época tan convulsa como los setenta, pero durante cinco minutos lanza un exceso de información al espectador, un “who’s Jack” que podría haberse ido soltando a lo largo de esas paradas durante la grabación o, incluso, a lo largo del programa como pullas que se lanzan unos y otros personajes como el “recado” que manda la adolescente cultista y que genera unas expectativas que luego no terminan de concretarse.

El último late night tiene su base en un show televisivo australiano, concretamente el de Don Lane, quien en un programa llevó al mentalista Uri Geller y a la supuesta espiritista Doris Stokes, y basa gran parte de su formato en el brillante telefilm televisivo Ghostwatch (Leslie Manning, 1992), el falso directo de la BBC donde la investigación de un hecho sobrenatural acababa por tomar al asalto el estudio. Los Cairnes temen la caída de interés a lo largo del metraje, no confían la fuerza del relato a esa tensión sobrenatural que va creciendo a lo largo de la emisión y, por ello, se sacan de la manga un supuesto making of del programa que termina por convertirse en una soga al cuello de la película. Si los directores han sabido empaparse del lenguaje televisivo de los setenta para el programa “Night Owls”, y ciertamente da la impresión de estar asistiendo a la reposición de un programa de aquella década (aquí un merecido aplauso al director de fotografía Matthew Temple), no puede decirse lo mismo del making of: demasiado limpio y dinámico para los sistemas de grabación de aquella época, aparte de que el espectador se pregunta una y otra vez quien lo ha grabado y por qué razón. ¿O es que se han grabado de todos los programas?

Todo lo anterior, que debería añadir al conjunto, resta verosimilitud porque es un coitus interruptus de gente corriendo y hablando sin que apenas importe lo que comentan. Cualquier tensión conseguida durante la grabación del programa se diluye para dar paso a pinceladas gruesas como el “desmontador de bulos mágicos”, que es magnífico e insultante ante la cámara mientras en los intermedios está interesado en medrar, al tiempo que no se da importancia al director del programa al que empiezan a fallarle las cámaras; no se indaga en el pánico creciente del co-presentador o el equipo, y lo peor: se pasa de puntillas por encima del maquiavélico productor del programa llevando a su presentador al límite físico, psicológico y ético; este personaje es vital para entender mucho de lo que ocurrirá a lo largo de El último late night y hubiera necesitado mucho más peso/recorrido en pantalla.

Se agradece la búsqueda de los directores por mostrar las bambalinas de un late night y se nota el trabajo de investigación, pero lo cierto es que estos interludios aportan poco a la atmosfera de la película que se basa sobre todo en los personajes y las dinámicas que establecen entre sí. En este sentido, el casting es un acierto. El 75 por ciento del metraje recae sobre los hombros de David Daschtmalchian, un todoterreno más que solvente que en El último late night muestra que necesita más papeles como este Jack Delroy; John Quong Tart, el chalado de Scare Campaing y aquí el productor tiburón, es una presencia potentísima que, como se ha dicho, pedía a gritos más recorrido; Ian Bliss funciona perfectamente como ese contrapunto, entre insultante y showman, contratado por el programa para crear polémica, y comparte junto al apocado co-presentador interpretado por Rhys Auteris la secuencia que permanecerá en la memoria del espectador cuando rememore El último late night: el momento de la hipnosis; aunque están bien tanto Laura Gordon, la investigadora parapsicológica, como la difunta mujer del presentador interpretada por Georgina Haig, lo cierto es que la joven Ingrid Torelli les come el terreno dando cuerpo al personaje de Lilly, una bomba de relojería parapsicológica.

El último late night es un paso adelante para muchos de los implicados; primero los hermanos Cairnes, ya que con esta película han conseguido cerrar la etiqueta de “solo para circuitos minoritarios” de sus previas 100 Bloody Acres (2012) y Scare Campaing; y David Daschtmalchias debe convertirse en un rostro habitual en las pantallas debido a su fortaleza y capacidad actoral. Pero aunque los 93 minutos de duración de la película se pasan en un suspiro y hay momentos verdaderamente logrados, lo cierto es que el poso que deja en la memoria es el de “casi”. Aun así, es un late night que acepta visitas y revisionados para ir descubriendo esos pequeños

Javier S. Donate

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