Procesado 1040

Título original: Procesado 1040

Año: 1958 (Argentina)

Director: Rubén W. Cavalloti

Productor: Enrique Faustín

Guionista: Wilfredo Jiménez según la obra de Juan Carlos Patrón

Fotografía: Alberto Etchebehere

Música: Juan Ehlert, y canciones de temas musicales a cargo de Francisco García Jiménez, Anselmo Aieta, José Bohr

Intérpretes: Narciso Ibáñez Menta (José Rossini), Walter Vidarte (El Zorrito), Carlos Estrada (Roberto Mayorga), Juan Carlos Lamas (Maidana), Tito Alonso (El Potrillo), Pedro Buchardo, Pascual Nacaratti (Policías), Beto Pianola (Preso), Alicia Bellán (Rossina), Josefa Goldar (Doña María), Enrique Kossi (Oficial), Ariel Absalón (Enrique Medina), Rafael Diserio (Vicente), Mónica Grey (Sra. Medina), Juan Buryúa Rey (Tulio), Carlos Cotto (Comisario Rodríguez), Vicente Forastieri (Hombre de la billetera), Claudio Lucero (Varela), Luis Orbegozo (Fuentes), Mariela Reyes (Sra. Patiño), Mónica Reinal, Dora Patiño, Martha Atoche, Francisco Audenino, Roberto Bordoni, Hugo Manzini, Diego Marcote, Cuello Barreda, Luis Capdevilla…

Sinopsis: Detenido por un incidente vecinal, un hombre honesto conoce todo el horror que la sociedad oculta en el interior de los fríos muros de la prisión.

Segunda cinta dirigida por Rubén W. Cavalloti, Procesado 1040 es una película argentina de 1958 que adapta una pieza teatral homónima estrenada un año antes, cuya autoría es responsabilidad del uruguayo Juan Carlos Patrón, abogado de profesión y Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de su país, que con esta obra trató de situar en tela de juicio ciertos aspectos relacionados con su labor titular.

Un hombre entrado en años, temeroso de la ley, querido y respetado por sus vecinos, es encarcelado por culpa de una enredadera -y nunca mejor dicho- el mismo día en que celebra sus bodas de perlas (treinta años de casado). A partir de ese momento, el anciano comienza un descenso a los infiernos entre los muros de la prisión, compartiendo celda con dos peligrosos delincuentes que le esclavizan, involucrándose de forma inconsciente en un turbio ajuste de cuentas entre reos, y viéndose indefenso ante un entorno desconocido en el que solo cuenta con la ayuda que le brinda un vulgar ratero con el establece una relación de amistad.

Sirviéndose de este argumento, la película pone en entredicho una justicia que no se para a pensar en la proporcionada equivalencia entre el delito y la pena, como si el acusado fuera solo un nombre o un número en un papel, capaz de encerrar a un hombre culpable de una infracción nimia junto a asesinos, ladrones y gente de similar ralea, mostrando al mismo tiempo la deshumanizada realidad de los centros penitenciarios, y la inutilidad de estos como lugar de rehabilitación para el recluso, sirviendo únicamente como medio de represión. Pero quizás lo más interesante del conjunto estribe en los paralelismos y equivalencias que se exploran en su metraje entre dos mundos, las dos sociedades existentes, la libre y la encarcelada, tomando para ello como modelo al protagonista de la historia, el anciano José Rossini.

Así, si en la primera Don José es respetado por ser un honrado y bondadoso ciudadano –al que sus adeptos vecinos no irán a visitar cuando este se encuentre encarcelado, para que una vez sea puesto en libertad le agasajen con un caluroso recibimiento-, en la segunda no es más que el último eslabón de la cadena, ya que en aquella al que se considera es al criminal, y cuanto más pérfido y temible sea, mejor (1). Del mismo modo, si cuando esperan a ser juzgados es Don José quien siente compasión por El Zorrito, un rufián con el que ha compartido estancia en la comisaría, al conocer que este fue abandonado por su madre cuando tan solo era un bebé, una vez los dos se encuentren recluidos en el penal se producirá un intercambio de papeles, siendo el ladronzuelo el que tenga lástima por el anciano hombre, tan indefenso como él cuando fue depositado en la puerta de una inclusa ante un mundo hostil que ni conoce ni comprende.

Protagonizada por tres actores que, curiosamente, desarrollaron con posterioridad parte de su carrera en España, como son nuestro Narciso Ibáñez Menta, Carlos Estrada y Walter Vidarte, este último especialmente acertado repitiendo un papel que ya había encarnado sobre las tablas (2), el resultado es una película estimable, a pesar de que su conjunto adolezca de cierta descompensación derivada del hecho de que la historia se adecue en todo momento a las necesidades de la denuncia formulada, auténtica razón de ser del conjunto, en lugar de ocurrir justo al contrario, tal y como sería lo deseable.

José Luis Salvador Estébenez

(1) A este respecto es de resaltar la turbadora escena en la que el personaje de Ibáñez Menta, totalmente desesperado, proclama a viva voz que él no ha matado a nadie para ser encarcelado como un asesino, a lo que su interlocutor, otro preso, le recrimina su actitud, ya que otros reclusos presentes sí han realizado tales fechorías y podrían molestarse con sus palabras.

(2) A modo de curiosidad, para poder participar en la película, Walter Vidarte hubo de pedir permiso a la Comisión de Teatros Municipales del Uruguay, que se lo concedió a condición de que junto al nombre del actor se indicara que se trataba de un integrante de la Compañía de la Comedia Nacional de aquel país.

5 comentarios en “Procesado 1040

  1. Esta semana tenemos en el dossier dedicado a la etapa argentina de Ibáñez Menta este interesante drama penintenciario. Muchas gracias a Bela-Carlos por conseguirme una copia de la película. 😉

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