Nemesis [tv/vd/dvd/bd: Nemesis]

 

Sinopsis: Alex Rain es un policía cuyo cuerpo ha resultado salvajemente destrozado tras un tiroteo en acto de servicio. Sin pedirle permiso, las partes de su cuerpo mutiladas son reemplazadas por implantes cibernéticos, y así, sin muchas posibilidades de escoger, se verá reclutado en una guerra secreta entre cyborgs que quieren acabar con la humanidad y otros que desde el lado de la policía quieren defenderla. Cada vez que resulta «roto» en combate, más y más partes de sí mismo son reemplazadas por mecanismos robóticos, por lo que Alex comenzará a dudar de su propia naturaleza, hombre o máquina. Aunque tampoco tendrá mucho tiempo para estas reflexiones, ya que es enviado a una misión suicida, y el contacto con una antigua compañera y amante Jared, le hace saber que los cyborg malvados se han infiltrado en la policía y el gobierno, reemplazando a personas claves por réplicas robot. A partir de ahí, una carrera por sobrevivir y acabar con los cyborg rebeldes le atrapará, en una espiral de acción y destrucción.

 


Título original: Nemesis
Año: 1992 (Estados Unidos)
Director: Albert Pyun
Productores: Tom Karnowski, Eric Karson, Ash R. Shah
Guionista: Albert Pyun [acreditado como Rebecca Charles]
Fotografía: George Mooradian
Música: Michel Rubini
Intérpretes: Olivier Gruner (Alex Rain), Tim Thomerson (comisionado Sam Farnsworth), Cary-Hiroyuki Tagawa (Angie-Liv), Merle Kennedy (Max Impact), Yuji Okumoto (Yoshiro Han), Marjorie Monaghan (Jared), Nicholas Guest (Germaine), Vincent Klyn (Michelle), Thom Mathews (Marion), Marjean Holden (Sam), Brion James (Maritz), Deborah Shelton (Julian), Jennifer Gatti (Rosaria), Blair Valk [acreditado como Borovnisa Blervaque] (Morico), Thomas Jane (Billy Moon), Jackie Earle Haley (Einstein)…

Entre todos los directores que típicamente han desarrollado su carrera en los géneros del cine popular (más elegante que decir “de explotación”, ¿no?), siempre me ha parecido que Albert Pyun destacaba por poseer una paleta de materiales de la que nutrirse más rica que la de la inmensa mayoría de sus colegas. Nemesis es una de sus películas más estimadas y populares, todo un hito en el que supo trascender las limitaciones del marco industrial en el que fue desarrollada, para componer un entretenimiento operístico con esteroides que traslada estilemas del cine de acción de Hong Kong y los hace casar con dejes de spaguetti western. La temática, seguramente, era la más adecuada para hibridar hasta lo orgánico lo viejo con lo nuevo. El más japonés de los directores de direct-to-video norteamericanos -no en vano se formó con Takao Saito, el director de fotografía habitual de Akira Kurosawa-, repite en un mundo habitado por seres mitad humanos y mitad robots, similar al que ya había descrito en Cyborg, solo que aquí no es tan post-apocalíptico, sino más bien anterior, casi pre-apocalíptico, como si ambas películas pudieran haber sucedido en un mismo universo, en distinta época.

En los noventa todos los productores querían tener su propia versión de Terminator 2: El juicio final (Terminator 2: Judgment Day, James Cameron, 1991), aunque naturalmente sin gastar tanto dinero ni trabajárselo tanto. Algunas de las consecuencias que surgieron de aquella onda expansiva fueron tan dignas (incluso notables) como Soldado universal (Universal Soldier, Roland Emmerich, 1992) o Soldier (Soldier, Paul W.S. Anderson, 1998); otras tuvieron sus más y sus menos, pero resultaban aún disfrutables, bajando el listón y dejando el cerebro a un lado, como el Solo (Norberto Barba, 1996) de Mario Van Peebles, la saga Cyborg Cop de David Bradley, la de Shadowchaser, o los Cyber Tracker con Don “The Dragon” Wilson. Muchas de esas producciones se apoyaban o intentaban lanzar a su propia estrella del cine de acción, porque si había otra cosa que querían todos los productores en los noventa era tener su propio Jean-Claude Van Damme. Nemesis es una más de éstas en toda su extensión, pero dejando aparte Soldado universal y Soldier (y me puedo replantear el orden) sería mi favorita y la que considero más interesante de todas. Y no solo fusila Terminator, también tiene cosas evidentes sacadas de 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, John Carpenter, 1981), como ese explosivo que han instalado en el pecho del protagonista y que estallará si se niega a cumplir con su misión en el tiempo convenido (aunque luego esta subtrama es rápidamente olvidada, dicho sea de paso) y de Robocop (Robocop, Paul Verhoeven, 1987), como el hecho de que el protagonista sea un policía muerto en un tiroteo y reconvertido, sin su propio permiso, en un cyborg. Y que quede claro, que no me parece mal, ni el hacer copias ni el fabricar ensaladas mezclándolas. Era algo que cuando éramos más inocentes y encontrábamos estas películas en el videoclub disfrutábamos mucho. Ahora quizás estemos demasiado contaminados tratando de parecer sensatos y con criterio en las redes sociales, en lugar de ahondar en estudiar la mucho más interesante verdad: que hay algo, mucho, en este tipo de película, que nos atrapa.

La primera idea sobre este film se puede rastrear en 1986, época en la que Pyun estaba colaborando con la Cannon. Pyun les presentó a Golan y Globus un primer boceto titulado como su personaje protagonista, “Alex Rain”, sobre una agente del FBI que descubría una conspiración en el seno del propio gobierno de los Estados Unidos, tan turbia y compleja que sus ramificaciones acababan por hacer tambalear incluso las convicciones que ella tenía sobre sí misma. La idea no disgustó, pero siempre había otras prioridades en la hoja de ruta, y pocos años después el propio Pyun estaba prácticamente bajando la persiana del célebre estudio, haciendo Cyborg con materiales originalmente preparados para los proyectos que no se iban a realizar ya de Spiderman y, sobre todo, de Masters del Universo II, mientras la productora naufragaba en un mar de números rojos. Así que la cosa quedó perdida en el limbo de los proyectos. Como no hay mal que por bien no venga, eso dio tiempo para que Pyun entre medias leyera a William Gibson, y meditase sobre que lo bien que le sentaría a “Alex Rain” convertirse en una historia cyberpunk. Así, la conspiración se convirtió en una guerra secreta entre robots, unos defendiendo a los humanos, y otros queriendo exterminarlos. También decidió que era más interesante convertir a Alex Rain en una adolescente cyborg que descubre esta guerra y se ve obligada a tomar parte, en un futuro no muy alentador, como una especie de Alita (me imagino, ya que ese guion no lo he leído).

Comenzados ya los noventa, Pyun llevó esta historia al productor Ash Shah, que junto a sus hermanos habían fundado Imperial Pictures, una nueva productora que en sus primeros pasos podría recordar a la Cannon en más de un aspecto. El proyecto “Alex Rain” a estas alturas estaba bastante maduro, Pyun había pensado incluso en el casting y quería que la protagonista fuera Megan Ward, con la que había trabajado muy a gusto en Arcade [vd: Arcatrón 1993], una de las películas que acababa de hacer para la Empire (Nota al margen: no me digan que un director que ha trabajado simultáneamente para la Cannon y la Empire no es un ejemplo magnífico de lo que fue el cine de finales de los ochenta…). Ward tenía más de veinte años, pero la suya era esa clase de cara que servía para interpretar personajes más jóvenes, y era buena actriz. La sintonía entre Shah y Pyun fue muy buena, y su gente aprobó el proyecto, pero con una condición: la Imperial estaba trabajando ya con un campeón de kickboxing francés llamado Olivier Gruner, un intento de lanzar “su propio Van Damme” y él tenía que ser el protagonista de la película. Así que ese fue el adiós de Megan Ward de esta historia, y la entrada de Gruner. Fue necesario hacer nuevos cambios en el guion, no solo derivados del hecho de que Alex Rain ahora fuera un personaje masculino (por suerte el nombre de Alex es perfectamente neutro), sino de la propia elección de este artista marcial como protagonista, ya que no hablaba muy buen inglés, y Pyun tuvo que hacer que su personaje fuera mucho más hosco y callado. El plan original de la película incluía un detalle tan de cine negro como es una voz en off de apertura, pero el hecho de que Gruner no fuera capaz de leerla sin acento provocó que haya dos versiones del film: uno con una voz en off femenina, y otro posterior simulando ser la voz del protagonista, pero que estaba grabada por otro actor. Y a propósito de sustituciones: el guion aparece oficialmente firmado por Rebecca Charles, pero esta persona no existe, es solo un pseudónimo del propio Pyun.

Tras este último cambio, la Imperial Pictures le dio a Pyun libertad absoluta, siempre que se atuviera al presupuesto disponible. Pero si no fuera por los problemas de producción, este tipo de cine tampoco sería lo mismo, y en seguida surgió en el propio seno del equipo el antagonista que evitó que la experiencia fuera todo lo grata que se prometía: Eric Karson, el productor de Lionheart (Lionheart, Sheldon Lettich, 1990) de Van Damme, estaba trabajando por entonces para la Imperial, y fue el elegido por la firma para llevar el control de Nemesis. Karson, a la sazón también director, firmante de títulos como Duelo final (The Octagon, 1980) de Chuck Norris, Aguila negra (Black Eagle, 1988) de Van Damme o de Distrito sin ley (Angel Town, 1990), la película que fue el debut de Olivier Gruner como actor, entró en conflicto con Pyun desde el principio, convirtiéndose para el hawaiano en un grano en el culo. Las diferencias creativas eran continuas, y al final, a pesar de la protección de Ash Shah que estuvo activa durante todo el rodaje, Karson consiguió que despidieran a Pyun tras dejarle hacer solo el primer borrador del montaje. Así pues, y una vez más (recordemos el caso de Cyborg), el montaje definitivo de Nemesis fue obra del productor y no de Albert Pyun.

Volvamos a Olivier Gruner: no, aunque fuera europeo y francoparlante, no tuvo nunca el carisma de Jean-Claude Van Damme; no bailaba, no era capaz de hacer esa apertura de piernas (split), y sobre todo no tenía ese brillo entre pícaro y chulesco en la forma de mirar. Pero en Nemesis hizo un buen trabajo, y su implicación en el proyecto fue máxima. Empezando por su forma física. Aunque él como deportista ya se encontraba en buenas condiciones, para interpretar su rol cibernético se sometió a dieta y entrenamiento hasta bajar a un porcentaje de grasa corporal del cuatro por ciento. Este esfuerzo extra es sorprendente en esta clase de producción, en la que a los actores solo se les paga por los días de rodaje, y no por la preparación (que no suele existir). Pero no fue el único que se puso las pilas para que la película fuera lo mejor posible, como veremos más adelante. Se dio el feliz caso de un equipo altamente motivado con el resultado de la película.

El resto del reparto, de lo más afortunado, reunía algunos rostros muy reconocidos en este rango de cine, muchos de los cuales, según admitió Pyun en múltiples entrevistas, aceptaron cobrar por debajo de su caché normal, y entre los que es raro aquel con el que el director no hubiese trabajado antes, siguiendo la máxima de rodearse de gente de confianza, lo que habitualmente favorece que salgan bien las películas de bajo presupuesto en las que no hay tiempo de ensayar ni de repetir tomas. Así, el malo es el carismático Tim Thomerson, con el que Pyun ya había trabajado en Dollman [vd: Dollman, 1991]. En Nemesis está hierático a la vez que burlón, impresionante en las escenas de acción por el impecable traje de corbata que luce todo el rato, sin mancharse siquiera, combinando con armas de fuego improbablemente enormes y que el maneja con un solo brazo, mientras pone caras histriónicas de villano de cómic. Está claro que Thomerson se lo pasó muy bien aquí, aunque por otro lado sospecho que no se llegó a enterar ni de qué trataba la película, cosa que también se nota porque sus escenas funcionan igual con o sin contexto. Da todo lo mismo.

Angie-Liv es un aliado asiático, líder de una sociedad secreta llamada “El martillo rojo”, que lucha contra los robots insurgentes, aunque para hacerlo colaboran eventualmente también con cyborgs. Para este papel Pyun quería haber contado con Toshiro Mifune, que era su amigo personal y protector en sus inicios profesionales. Pero Mifune no quería volver a rodar ninguna película extranjera, ya que en experiencias previas no se había sentido cómodo por el idioma, así que el personaje acabaría recayendo en su lugar en Cary-Hiroyuki Tagawa, que poco después se haría “famoso” como Shang Tsung en Mortal Kombat (Mortal Kombat, 1995, Paul W.S. Anderson). También él había trabajado ya con Pyun en Kickboxing II: La venganza (Kickboxer 2: The Road Back, 1991). Deborah Sheldon tiene un papel pequeño pero inolvidable: su celebrado desnudo integral. Para prepararse para el mismo, ella sufrió un infierno aún mayor que el de Olivier Gruner, tonificándose y perdiendo cualquier atisbo de grasa corporal. Así luce, como una irresistible cyborg, toda fibra y erotismo. La naturaleza puede ser imperfecta, pero está claro que a los robots no les sobra ni les falta de nada.

Otros secundarios muy potentes que se pueden ver son, por ejemplo, un todavía desconocido Jackie Earle Haley, el interesante rostro de duro malvado que tiene siempre Brion James, o el no menos durísimo Rhino Michaels, que además de tipo chungo del cine de acción fue, como todos sabemos, especialista de escenas de riesgo. Y Thom Mathews, el que protagonizase El regreso de los muertos vivientes (Return of the Living Dead, Dan O’Bannon, 1985), a la postre convertido en el auténtico actor fetiche de Albert Pyun, presente en casi todas sus películas desde Los centinelas (Dangerously Close, 1986). Además, Nemesis marca uno de las primeras apariciones en pantalla de un jovencísimo Thomas Jane, tras su paso por Buffy la cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer, 1992) y su extraño debut en una película ¡india! Su papel es absolutamente irrelevante (si hubiesen suprimido todo su metraje la acción no habría cambiado en nada), y aunque incluso tiene líneas de diálogo, su aportación a la película consiste en esencia en enseñar el culo, pero todo suma, ¿no? En efecto: su escena es justo la que comparte con Deborah Shelton. Se supone que él es el tipo con el que está eventualmente liada, y como ella tenía que estar completamente desnuda en la escena (requisito del guion para que se entienda la trama, si me permiten la ironía), él decidió que lo justo era quitarse también los calzoncillos. Enésimo caso de compromiso. Pero si hay algunas personas que merecen reconocimiento por Nemesis, son Ronny Rondell, coordinador de especialistas y director de las acrobacias, y entre todos los stuntman que intervienen una mención especial para Bob Brown, el doble de acción de Granier que en uno de los loquísimos saltos de la película se dislocó el hombro, y que de baja y todo siguió trabajando como co-director de las escenas de acción (no estoy seguro de si su sindicato sectorial haría la misma valoración positiva de esto).

Y es que el guion no es precisamente el fuerte de Nemesis: las correlaciones entre las diferentes escenas son débiles, hay conceptos que se presentan para ser inmediatamente olvidados como si la película estuviera sin acabar de filmar y personajes que, si no estuvieran ahí, no cambiaría nada. Porque lo de esta película es una apuesta suicida por el tiroteo como única razón de ser. Vestuario, localizaciones y armamento cuadran con un entorno cyberpunk, pero donde la película alcanza a crear una realidad estética alternativa coherente (a su manera) y atractiva, es el uso de la pirotecnia llevado al paroxismo. Secuencias salvajes de disparos y explosiones sostenidos hasta el absurdo, con personajes robóticos acribillándose a bocajarro durante larguísimos segundos sin caer ninguno de los dos, y que cuando por fin caen se quedan convulsionando, víctimas de un tembleque; actores y stuntmens corriendo, saltando y dando volteretas; efectos especiales prácticos como trampolines, colchonetas camufladas, bombas de gas que explotan desde el suelo accionadas a distancia… Poco importa que a veces las explosiones surjan descaradamente de forma desproporcionada y en modo random. Esas secuencias son tan espectaculares, trepidantes y estéticas, que uno olvida cualquier otra limitación presupuestaria o dramática. Los cyborgs de Nemesis tienen la potencia de los superhéroes, y su misma capacidad destructiva cuando vacían sus cargadores, derribando edificios o destrozándolo todo.

Una de las escenas más fascinantes de la película es aquella en la que tanto los malos como el protagonista se abren pasadizos a través de las paredes y el suelo a base de dibujar el contorno del agujero a balazos. Otras veces tenemos cámaras subjetivas desde el punto de vista de una bala, o insertos del vuelo de los proyectiles por el aire. Nemesis es un film con muchos planos insertos, a propósito, todos filmados juntos al principio del rodaje, con ángulos muy cerrados y luces neutras, para que se pudieran utilizar en cualquier punto de la película sin romper demasiado el racord. Los disparos consiguen efectos expresivos fantásticos muy expresivos. Se utilizan unas balas especiales que al estallar libera una limadura de un mineral inflamable, y que produce un efecto de chispas, como si en cada agujero de bala se hubiera encendido una bengala. Pensemos, por ejemplo, en la escena del tiroteo en el hotel en Shang-Lu (en realidad, Hawái), en la que el centelleante efecto sobre el espacio cerrado potencia la sensación de peligrosidad.

Tanta intensidad se ve apoyada también desde las elecciones formales de Pyun y su director de fotografía, George Mooradian. Los planos de Nemesis en general son muy cerrados, abundan los primeros planos extremos, como en un homenaje sostenido a Sergio Leone, los planos holandeses y los contrapicados. Todo exuda tensión (y además contribuye a ocultar las limitaciones de la producción). Además, se utilizan cámaras ligeras que se mueven todo el rato, especialmente mucho steadycam que parece volar alrededor de los personajes como si fuera a bordo de un drone (que, obviamente no tenían a principios de los noventa). También el montaje: los planos son cortos, los encadenados entre ellos muy dinámicos. Todo parece dispuesto para implementar la máxima de Roger Corman: “El espectador tiene que sentir que todo el rato pasa algo, y cuando no sea así, haz que lo parezca moviendo tú la cámara”. Para Nemesis, Pyun y Mooradian querían romper con el cliché futurista de la ambientación oscura y los colores fríos y metalizados. Al contrario, su foto es sorprendentemente cálida, abunda en cielos naranjas a toda pantalla, ocres, rojos y amarillos, a pleno sol, así como en detalles que sugieran calor. Y naturaleza, cada capítulo de la película arranca con una escena filmada en un paisaje natural, sea el desierto o la jungla de Hawái. Esa dicotomía entre el hombre y la máquina, entre el viejo mundo resistente y el nuevo, está dado en estos detalles.

Claro que esto no habría funcionado si no hubieran rodado en los lugares correctos, y en eso Nemesis también ofrece un rango inusualmente rico de localizaciones. Empezando por el escenario clásico al que siempre se va a filmar cualquier apocalipsis post-industrial que se precie, la famosa Kaiser Steele en Fontana, un lugar habitual tan habitual de rodajes que acababa de salir también en Terminator 2. Pero no solo, y algunas de las otras opciones no son ni mucho menos evidentes: como la Prisión Territorial de Yuma, un presidio auténtico de la época de la conquista del Oeste, de curiosa arquitectura, convertido en la actualidad en atracción turística, y en donde tuvieron que rodar rápidamente y a la primera toma, al estar abierto al público y no disponer de los pasillos utilizados por más de unos minutos; o el pueblo de Old Tucson, en Arizona, que en tantos westerns hemos visto; y por supuesto todo el tramo final, en Hawái, usando su selva y sus volcanes.

Y es que harían bien en no olvidar que les he dicho que el guion de Nemesis es lo de menos, porque de veras es así. Pero eso no significa que no se hayan dejado resbalar dentro de ella conceptos muy interesantes, como el conflicto de identidad que estaba ya tan presente en Blade Runner (e incluso más en la novela de Philip K.Dick). O pares antagónicos humano-máquinas, natural-artificial, viejo mundo-nuevo mundo, que dan ambiente también desde el fondo de la historia.

Todo apoyado por efectos especiales prácticos razonablemente convincentes obra de Terry Frazee, otro viejo amigo de Pyun, y que a pesar de no ser muy conocido, sin duda tiene la mejor filmografía de todos los que colaboran en Nemesis. Y es que Frazee trabajó en títulos como Blade Runner, El terror no tiene forma, Ghost, Días extraños, Piratas del Caribe, varios títulos de la saga cinematográfica de Star Trek y un larguísimo etcétera. Pero si hablamos de FX prácticos, sin duda debo quedarme con la secuencia final en stop motion creada por Gene Warren Jr., un artesano que venía de ganar un Oscar por Terminator 2 (compartido con Dennis Muren, Stan Winston y compañía), y creador de la secuencia completa del endoesqueleto de la Terminator (Terminator, James Cameron, 1984) original, y que aquí hace, con el poco dinero que hubiera disponible, una encantadora imitación.

No me engaño, ni les quiero engañar a ustedes. Nemesis es un film de bajo presupuesto con un ritmo irregular (cuando no hay nadie disparando el flujo se resiente) y un guion que se asemeja a un plato de huevos rotos con jamón. Albert Pyun rara vez manejó más de medio millón de dólares para cubrir todos los gastos, y sus rodajes cuando llegaban a los once días de duración ya se consideraban largos. Rodaba sin storyboard, según sus propias declaraciones para mantener la mente lo más abierta posible y resolver los problemas en función de lo que se le ponía delante (algo así como: ¿para qué vas a planificar unas expectativas de obtener vino cuando la vida te da limones? ¡En lugar de vino, haz limonada!). Practicaba el cine de guerrilla, colándose en sitios sin permisos para obtener el decorado (gratis) más interesante posible. Le gustaban las cámaras que se pudieran ocultar fácilmente, e incluso confesaba haber desmontado una para pasarla por los controles de seguridad de un edificio gubernamental. Toda esa clase de anécdotas todavía realza aún los valores de una película como ésta, un pequeño milagro de la ciencia-ficción-acción.

Nemesis fue presentada de manera muy limitada primero en Japón y luego en Estados Unidos. En Europa, se aprovechó el BIFFF (Bruselas International Fantastic Film Festival) para su promoción, pero en general es una película que en la mayoría de los países del mundo fue distribuida directamente en video doméstico, por aquella época todavía VHS. La edición española de Record Vision, por cierto, hoy está muy cotizada. Pocos años más tarde, en 1999, Pyun intentó remontar su película dándole un lavado de cara digital y añadiéndole efectos CGI, pero no pasó de los primeros quince minutos de metraje, debido a la quiebra del estudio danés Filmworks Digital, con el que estaba trabajando en esto. En 2014 surgió un director’s cut también llamado “Nemesis 2.0”, que incluye esos quince minutos enriquecidos y que se puede ver en el Blu-ray estadounidense con un interesante audiocomentario del director.

Javier Ludeña

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