Sangre en los labios

 

Sinopsis: Años ochenta en algún rincón polvoriento de Estados Unidos. La vida de Lou, gerente de un deprimente y oxidado gimnasio, se mueve entre proteger a su hermana del maltratador con quien se casó, esquivar las preguntas del FBI sobre su desaparecida madre y detener los avances de una lesbiana deseosa de meterse en su vida a toda costa. Cuando la culturista Jackie recale en el lugar, como parada antes de ir a un certamen de culturismo en Las Vegas, Lou siente que ha aparecido un oasis. Pero lo que ambas mujeres ignoran cuando inician una pasional relación, es que se verán enfrentadas a oscuros acontecimientos cuando salgan a la luz secretos del pasado de Lou y, sobre todo, la sombra de su padre cobre tanta fuerza que la única salida pase por la muerte y la violencia desatada. Cuando el polvo se asiente, igual hay más muertos que vivos.

 


Título original: Love Lies Bleeding
Año: 2024 (Reino Unido, Estados Unidos)
Director: Rose Glass
Productores: Andrea Cornwell, Oliver Kassman, Daniel Battsek
Guionistas: Rose Glass, Weronika Tofilska
Fotografía: Ben Fordesman
Música: Clint Mansell
Intérpretes: Kristen Stewart (Lou), Dave Franco (JJ), Katy O’Brian (Jackie), Jena Malone (Beth), Anna Baryshnikov (Daisy), Ed Harris (Lou Sr), Eldon Jones (Billy), Orion Carrington (O’Riley), Matthew Blood Smyth (Dave), Jerry G. Angelo (Mickey), Keith Jardine (Chester), Catherine Haun…

Hay películas que tardan en arrancar, donde los primeros minutos se cuecen a fuego lento para generar el mood adecuado en el espectador. Y luego hay otras películas cuyos principios son una declaración de intenciones, un mapa que le dice al espectador “usted está aquí”. Un ejemplo de esto sería la impresionante coreografía que abre Clímax (Climax, Gaspar Noé,2018) con el adictivo “Supernature” de Cerrone, o el increíble plano secuencia de Sed de Mal (Touch of Evil, Orson Welles,1958), que de alguna forma es el antecedente del cuidadísimo arranque de Sangre en los labios (Love Lies Bleeding, Rose Glass, 2024) cuando el espectador atisba una geografía donde se mezclan las luces de la ciudad y las estrellas antes de caer a una tierra polvorienta y darse de bruces con este gimnasio mugriento y sudoroso remarcado con las agobiantes notas del tema “1847-Earth” de Harald Grosskopf.

Aunque tanto Rose Glass como su coguionista Weronika Tofilska son inglesas, el universo que han escrito huele a 100% Estados Unidos porque remite directamente a algunos de los escritores noirtamericanos más reconocidos del siglo XX con ese mundo oscuro de traficantes y redes, con abruptos estallidos de violencia, creado por James Ellroy para su “Trilogía americana” (America, Sangre Vagabunda y Seis de los grandes), el tono absurdo con los personajes paletos y la violencia desatada que casa a la perfección con la novela más famosa de Jim Thompson, 1280 almas, mientras de las novelas de James MacCain toma el personaje del “extraño” que cae en las redes de una femme fatale y el toxico universo que la rodea. También hay ecos de la mirada del autor de El cartero siempre llama dos veces respecto a un mundo vulgar donde los ciudadanos de a pie se lanzan a la oscuridad atrapados por el deseo; apuntado lo anterior, comentar que Tofilska y Glass aciertan con la rápida presentación y caracterizaciones de los dos personajes principales –la diminuta e insegura Lou y la espectacular Jackie, quien utiliza su bisexualidad para abrir puertas–, jugando con las motivaciones, intereses, secretos y juegos de poder que se establecen entre ellas.

Aunque gran parte de la publicidad, incluyendo a la propia directora, está enfocada en el rollo queer, lo cierto es que ni las secuencias de sexo lésbico son gran cosa y, lo más importante, se podría cambiar el género de cualquiera de ellas y seguiría funcionando debido a que la historia está cimentada sobre los acontecimientos y no la sexualidad. Aunque Rose Glass ha afirmado que la película habla sobre las relaciones sentimentales, uno siente que lo ha simplificado demasiado, ya que trata sobre un microcosmos inestable, donde el amor y el odio van de la mano junto a la necesidad de cariño y la búsqueda de un refugio ante la tormenta vital. Tal vez el elemento que más chirría en este noir con aspiraciones a realismo es la repetición de ciertos tics ya presentes en Saint Maud (Saint Maud, 2019), la ópera prima de Glass, como es la ruptura entre lo real y lo imaginario, representado en el último tercio por los “viajes” de una de las protagonistas, y que en Saint Maud tenía su peso debido a la inestable psique de la protagonista mientras aquí parecen copypasteadas de otro tipo de historia y cuya inclusión obedece a rematar el clímax.

La cámara de Glass sabe moverse de manera invisible –siempre pone el foco donde debe pero sin detenerse de más, dando las dosis justas de sangre y violencia- a través de unos años ochenta que funcionan como marco de la historia e, inteligentemente, ni explicita los años ni juega al retrochenterismo facilón, sino que se apoya en la fotografía sucia y sudorosa obra de Ben Fordesman y una selección de temas musicales que son de la época perosin ser uno de esos himnos representativos de la década, porque corre el riesgo de perder el interés de un espectador que tararea los éxitos ochenteros. Aunque es imposible abandonar la sala sin tener metido en la cabeza el pegadizo tema que acompaña los títulos finales: “Whisper” de Martin Rev, compuesto en el 2019; la música electrónica del compositor Clint Mansell se mueve entre las sombras de la historia, sin imponerse a ella, y es un trabajo competente y alimenticio, sin encontrarse entre lo más destacado de su producción. Cabe destacar el increíble vestuario de Olga Mill –algunos modelos dan ganas de arrancarse los ojos por sus colores- que define perfectamente tanto la época como a unos personajes wanabee, a los vulgares y a los que ha torpedeado el peso de la vida.

El muy interesante crisol de personajes que pueblan este microcosmos tan podrido está perfectamente representado en un casting que se ajusta como un guante, ya que Kristen Stewart continua sacudiéndose el personaje de Bella en la saga Crepúsculo y resulta perfecta como la insegura gerente de este gimnasio de mala muerte; Katy O’Brian devora la pantalla con sus rizos, sonrisas y músculos, saliendo airosa del tour de forcé al interpretar un personaje que tan pronto empuja la trama como es arrasada por los acontecimientos. En el lado masculino tenemos a Dave Franco, el hermanísimo de James, quien es capaz de brillar con luz propia interpretando al paleto y acomplejado J.J., mientras que el mítico Ed Harris hace ya años que llegó a un punto de su carrera en la que puede darse el lujo de interpretar papeles asquerosos de peinados imposibles y salir airoso porque el actor “es” este Lou Sr repleto de sombras y luces cuya sonrisa resulta tan reconfortante como siniestra. Da pena que el personalísimo rostro de Jena Malone tenga poco recorrido, aunque lo cierto es que su presencia es vita, y el gran descubrimiento de Sangre en los labios es Anna Barysnnikov interpretando a Daisy, una joven vulgar y cuyas motivaciones podrían resultar humanas si no convirtieran la vida de todos en un infierno –aunque ya se dijo antes, comentar que el trabajo de la diseñadora de vestuario Olga Mill con el outfit de este personaje es un must absoluto-.

Sangre en los labios es una película que transita con ritmo propio y sin detenerse un solo momento, siempre con el justo punto de tensión que empuja la historia y que apuntala la carrera de Rose Glass, un salto cualitativo y cuantitativo que demuestra a la directora capaz de moverse libremente entre géneros con su propia agenda y universo.

Javier S. Donate

Un comentario en “Sangre en los labios

  1. Hola amigo/as,

    Pues hoy mismo la he visto en el cine y me ha parecido muy curiosa.
    Tiene elementos que recuerdan a los filmes de, por ejemplo, los hermanos Coen, a los que se podría añadir, por su empaque visual los de Nicholas Winding Refn y, por supuesto que remite fácilmente por la huella que dejó en nuestro recuerdo, a «Thelma y Louis».
    Pero creo que tiene personalidad propia y se distingue de todas ellas gracias a los giros, rica puesta en escena, riqueza en el cromatismo de la fotografía y, sobre todo, desarrollo de los personajes.
    Al final de su visión te deja un buen sabor de boca a cine hecho desde las entrañas, romántico (pocas veces se ha visto como en este film la fuerza del amor, en este caso desmedido y en gran medida enajenada), violento, con personajes que luchan contra su destino y fuerza de la sangre familiar.
    Es muy entretenida e interesante, algo amoral en ocasiones, muy dura en el fondo, bastante salvaje y muy distinta a lo que se suele ver en los cines, por lo que sorprende mucho en distintos tramos.
    En mi opinión, muy estimable, empezando por la soberbia interpretación de una Kristen Stewart en estado de gracia.

    Un abrazo a todo/as.

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